Capitulo 36: Il tempo guarisce tutto, giusto?

15.9K 904 58
                                        

36. El tiempo lo cura todo, ¿verdad?

Alesha

2 años después...

Le sonreí, incomoda. Sabía que debía superarlo, quería hacerlo, pero cuando André me besó sólo apareció en mi mente, siempre lo hacía.

Ni siquiera habíamos durado tanto tiempo juntos, pero él siempre estaba presente.

André Dupont era un escultor muy talentoso, estuvimos estudiando juntos hacía casi dos años.

Había tomado un tiempo más de lo que debía en Francia, trabajé en una galería y vendí demasiados cuadros.

André me había insistido en salir, varias veces, hasta que accedí.

Miré el reloj en mi muñeca.

—Creo que debería irme.

—¿Hice algo mal?

Le sonreí, me alegraba que hablará el mismo idioma que yo, no era que no pudiese hablar francés, pero me era más cómodo.

—Te sonará cliché, André, pero no eres tú, soy yo.

Me levanté de la banca.

——¿Es por el hombre que te dio ese collar?

Llevé la mano a mi cuello instintivamente.

—¿Por qué pensarías que es un hombre el que me lo regaló?

Se paró y tocó el dije. Di un paso atrás descuidadamente. Se encogió de hombros, ignorando mi actitud tosca.

—Nunca te lo quitas y tu reacción lo dijo todo, ¿Le quieres mucho, verdad?

Miré hacía la Torre Eiffel, siempre me quedaba sin aliento cada que la veía.

—No es eso, sólo…

—No te preocupes, cherie. Lo entiendo.

—Quisiera corresponderte, André, pero no puedo.

—Lo seguiré intentando.

—No deberías, no podré corresponderte nunca.

Me alcé en puntillas y le di un beso en la mejilla. Era apuesto, pero cada que veía sus ojos marrones quería que fuesen de otro color.

Azul.

—Adiós.

Me alejé de él y caminé devuelta a mi departamento.

§

Me senté en el sillón de golpe. Miré la mesita frente a mi, tenía un pequeño cactus de adorno y varias revistas.

—No sé por dónde empezar…

La mujer estudió mi rostro.

—Por el principio.

—¿El principio?—solté una risa desdeñosa— No sé porque siempre que intento dar un paso, me choco con la misma piedra.

—¿Lo haz visto?

Negué.

—Él está en Washington, yo aquí—tragué con dificultad—. No sé si pueda verlo.

—¿Por qué?

Fruncí el ceño y clavé mi vista en ella. Su cabello rubio estaba recortado hasta su barbilla.

—¿Por qué?—inquirí bruscamente—Ya te lo he contado, infinidades de veces.

Venenosa Adicción [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora