Capítulo 44.

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Tiempo antes de la boda

Caminó por la acera, las suelas de sus zapatos emitían un eco profundo, opacado solo por las gotas de lluvia que caía a cántaros por el lugar. Hacía frío, estaba oscuro, y los pasos apresurados la hacían tropezar de vez en cuando. No podía creerlo, ni siquiera sabía qué tenía qué pensar, a dónde tenía que ir, quería creer muy en el fondo que había escuchado mal, que simplemente era un escenario imaginario. Pero no era así, todo era real, incluso más de lo que puede admitir.

Ni siquiera sintió cuando cayó de rodillas por el resbaladizo suelo. El olor a pavimento húmedo y tierra mojada inundó sus fosas nasales, y las gotas frías viajar por las hebras de su cabello hasta caer en sus labios violetas y secos la hicieron sentir un poco menos que muerta. Tembló, sus ojos se llenaron de lágrimas y su respiración se aceleró. Quería dejar de pensarlo, quería dejar de visualizar la imagen por su cabeza, porque simplemente no podía terminar de comprenderla. Después de unos minutos que se sintieron horas, decidió tomar una bocanada de aire frío y ponerse de pie. Su tacón estaba roto, y tenía un raspón que parecía doloroso en su rodilla, un poco de tierra en sus uñas y codos. ¿A dónde se supone que iría?

Limpió su nariz con su muñeca antes de sacar su celular y teclear temblorosamente la pantalla en busca de algo. Tenía un click de dónde podía acudir, inmediatamente, con toda la confianza que aún podía poseer, no lo descartaba y quería poder tener a alguien ahí. Su teléfono se empapó de gotas, pero fue lo suficientemente rápida para memorizar la dirección escrita y guardarlo de vuelta. Se abrazó nuevamente y se quitó los zapatos, no servían de nada realmente ahora. Comenzó su camino directo hacia el lugar, sin demoras.

No tardó tanto como imaginó, tal vez porque su pensamiento estaba muy nublado en esos momentos, o simplemente porque estaba más cerca de lo que pensaba. De todos modos, no fue difícil encontrar ese lugar. Lujoso, pero hogareño, nada demasiado hostentoso pero definitivamente reflejaba bien a su dueño. Empezó a tocar constante, sin hacer mucho ruido, pero lo suficientemente insistente para que esta persona abriera la puerta y la viera ahí, empapada, descuidada y a punto de caerse en pedazos.

''¿Sally?'' dijo sorprendido el dueño del lugar. Su mirada se tornó llena de preocupación después de ver el estado de la pobre chica, miró brevemente la hora en la pared de su salón y regresó su mirada.

''Khan...¿Crees que pueda pasar la noche aquí?'' Su voz era baja, avergonzada. Estaba extremamente cansada, y como un último momento de súplica tomó entre sus dedos la camisa del gentil hombre y apretó. Él, por supuesto, no se negó. Apresuradamente dejó que pasara y cerró la puerta, guiándola a un sofá caliente.

Intentó ofrecerle ropa, un baño, o algo que pudiera evitar que enfermara, pero ella se negó a todo. En esos momentos no quería nada, y por la forma en la que se veía, no iba a ponerse insistente en ese momento.

''Al menos dejarás que cure esa herida en tu pierna'' Sally asintió rendida, parece que no iba a detenerse hasta poder ayudarle con algo. Khan regresó unos minútos después con un pequeño botiquín que tenía los elementos necesarios para tratar sus heridas. Limpió cuidadosamente el raspón, de todos modos, ella no emitía sonido alguno. Fue un silencio, aunque no fue incómodo, por demás inquietante. Terminó de vendar su rodilla y movió delicadamente su pierna a una posición más cómoda. Posteriormente se fue y regresó con una manta y un chocolate caliente. No aceptó una negación, y Sally tampoco estaba en posición de despreciar todo lo que le ofrecía, después de todo, ya la había aceptado en su casa.

''Ahora, ¿quiéres decirme que ha pasado?'' preguntó el hombre, sentándose frente a ella con un temple lleno de calma, aunque por dentro, sentía una preocupación latente.

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