12: Especial y refrescante

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Anthony

―¡Querida! ―Oigo el grito de mi padre, entonces despierto.

Me duele todo, por permanecer sentado de espaldas a la puerta, esperando que termine la pesadilla. Creo que mi progenitor acaba de encontrar a Lisette del otro lado, pues lo sé, ella se ha quedado allí, esperándome. Otra vez me siento como si fuera un animal acechado, pero esta vez por parte de mi esposa. Seguro ese tal Asthur también puede cambiar de forma, no hay duda. No puedo creer que esté pasando esto, ni siquiera es el bosque, es mi casa.

―¡¡Anthony!! ―Papá golpea la entrada de su despacho―. ¡¡Abre la puerta!!

―¡¡No hasta que ese monstruo se vaya!! ―grito.

―¡¡Anthony, no hables así de tu esposa, abre en este instante!!

―¡¿Para qué?! ¿Para que me asesinen ambos? Ni mierda.

Si las ventanas no tuvieran barrotes, ya hubiera huido.

―¡Anthony! ―Es la voz de Lisette―. Perdóname, no quise atacarte, pero también es tu culpa, me disparaste.

―¡¿LE DISPARASTE?! ―Se enfurece mi padre.

Ahora sí estoy muerto.

Me levanto del suelo, ignorándolos. Voy hasta el escritorio de papá, entonces busco sus cigarrillos. Agarro uno de la caja y lo enciendo con un mechero de la colección de encendedores, que tiene mi padre en la vitrina.

Si voy a morir, al menos fumaré mi último cigarro.

Escucho dos tiros, pero no me sorprenden. De esta puerta, creo que no había llave de repuesto. Mi progenitor entra, enfadado, pero guarda el revólver, y se me aproxima con prepotencia.

―Anthony... ―pronuncia en un tono suave, pero sé que está furioso.

―¿Por qué no me dijiste que mi esposa es un monstruo? ―Hago una pausa―. Sé que lo sabías, la llamaste armamento.

Lisette está detrás de él, observándome, angustiada.

―¿Me hubieras creído? ―Se gira hacia ella―. Mírala, no puede lastimar ni a una mosca.

La rubia ignora las palabras de él, le molestan más las mías.

―Anthony... ―Lisette avanza hasta mí―. Hablemos ―dice con sus labios temblando.

Escupo el humo de mi boca.

―Estoy cansado, si no van a matarme, me largo.

Avanzo y no me sigue ninguno de los dos. Me pesa el cuerpo de dormir tan mal. Salgo de la mansión, entonces busco mi auto, entro, y toco bocina de manera frenética para que me abran el portón. Manejo a mucha velocidad, tiro el cigarrillo cuando se me acaba, luego me pierdo en el bosque, freno de manera repentina. Abro, bajo, miro las llantas, después me olvido y prefiero caminar. No encuentro direcciones ni lineamientos. Voy deambulando sin rumbo, luego me rindo, cayendo al suelo.

El aroma a pasto es refrescante.

Me he quedado dormido. Hay enredaderas cerca de mí, las cuales no vislumbré al caer. ¿Estaban ahí? No lo recuerdo. Lo único que sé, es que me siento revitalizado. Me giro y miro el cielo entre los árboles, las nubes pasan, el viento hace volar las hojas. ¿Qué es este sentimiento? Es calmo, me agrada.

Pureza EngañosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora