Lisette
Anthony sigue en el techo y es de noche. Abro las puertas del armario, entonces busco unas mantas, agarro todas las que me alcancen para mis manos humanas. Podría hacerlo con las de demonio, pero ya ha sido suficiente de asustarlo. Cruzo la ventana como puedo, entonces apoyo las frazadas cerca de él, para verlo mejor. Me sonrojo un poquito, pues sigue en ropa interior. Tiene los abdominales bien marcados, parece que hace ejercicio. Aunque luego me concentro en que se nota que tiene frío.
―Ya que no puedo convencerte, te traje para que te cubras ―acoto, pues ni me mira, continúa sentado allí, mirando al bosque―. ¿Podemos hablar?
―Haz lo que quieras. ―Refunfuña.
Agarro una manta, camino hasta él y me siento a su lado.
―Hace frío ―le recuerdo.
―Ni lo noté.
―¿Estás enojado?
―Estoy cansado, no lo soporto más.
―Perdón. ―Suspiro, luego sonrío―. Ahora es tu turno.
―No voy a disculparme por mis pensamientos. ¿No se suponía que no los leías? Mentirosa.
―No los leo, las imágenes son borrosas, solo las interpreto.
―¡Da igual, es mi privacidad! ―Bufa.
―Está bien, lo siento. ―Hago puchero―. Aunque yo también quiero mis disculpas.
―¿Por tratarte como monstruo? Sí, es discriminatorio, pero es lo que eres. Más si intentas atacarme como loca desquiciada mientras duermo. ¿Cómo mierda puedo confiar en ti? No puedo estar tranquilo ni en mi propia cama.
―Tienes razón. ―Me sonrojo.
―Ah, ¿sí? No te creo, solo quieres complacerme.
―¡No! Y no creo que sea discriminatorio, debo aceptar que soy un demonio, me cuesta un poquito. En lo que tienes razón es que no puedo atacarte así, está mal. Prometo no volver a hacerlo, ¿de acuerdo? ―Alzo el meñique.
Me mira de refilón, pero no accede a mi gesto.
―No ―expresa, cortante.
―¡Vamos, Anthony, lo juro! ―declaro, preocupada―. No te atacaré, no te comeré, no te mataré, lo juro ―repito―. Además, se supone que eres mi comida podrida, y esa no se come.
―¿Escuchas a Asthur Wedengraf? ―cuestiona en tono celoso, así que me río un poquito―. ¿Qué es tan gracioso?
―Nada. ―Me sonrojo y dejo de sonreír―. Hablo en serio.
Suspira, entonces vuelve a observar hacia al frente.
―Bien, te perdono, pero no me voy a disculpar por cosas que no hice. En primer lugar, para tu buena fortuna, no he estado con nadie desde que nos casamos. En segundo, no puedes acusarme de desvergonzado, cuando en ningún momento me pasé de la raya contigo. Pudimos tener sexo en nuestra noche de bodas y no ocurrió. Prácticamente, evité el tema todas las veces que se presentó una oportunidad, así que deberías dejar de reprocharme, algo que con claridad no ejecuté. Si hubiera sido otro, ya estarías llorando en una cama.
Bajo mis manos a la frazada.
―Anthony... ―Mis mejillas arden―. Eso pasa en un cuarto, entiendo.
―No, no creo que comprendas. ―Cierra los ojos, sonrojándose también.
Frunzo el ceño.
―¿Cómo qué no?
Abre los ojos y suspira. Gira su vista hacia mí, alza su mano, entonces toca mi mejilla. Mi corazón late fuerte, pues su rostro se aproxima. En un instante, siento su boca apoyada en la mía. De repente, sus labios se mueven, entonces he de suponer que debo copiarlo y seguirle el ritmo. Doy un respingo cuando siento su lengua. De la nada, la noche que parecía fría, tiene un tinte de calor. Anthony me sigue besando, pero no como en los cuentos, es algo muy intenso que pareciera que fuera a devorarme. Mi espalda termina inclinándose y tocando el concreto, Anthony está sobre mí. Sus manos me tocan, entonces siento unos cosquilleos confusos, siento que me estoy quemando. Otro estremecimiento llega hasta mí, en el momento que sus dedos se aproximan a zonas prohibidas.
Tengo calor, tanto calor.
Puedo notar el vaho por la mezcla del frío del ambiente, y el aliento acalorado de nuestras bocas por el movimiento. Me siento muy extraña en esta situación, pero mis sentimientos quieren que siga, aun así, se termina deteniendo. Percibo la humedad de sus labios, alejarse de los míos. Sus ojos me observan, fijamente, mientras mi corazón me golpea con fuerza.
―Pasa en cualquier parte ―contesta en un susurro. Se aproxima a mi oreja y cuando siento la suavidad de su toque, gimoteo―. Y si crees que es solo para tener bebés, estás muy equivocada.
―¿Y... y para qué es entonces?
―Supongo que en el fondo lo sabes, puerca ―se burla, usando mis propias palabras para insultarme, entonces se levanta de sobre mí―. Me llevaré las mantas, hay que ir a dormir. ―Agarra las frazadas y cruza la ventana.
Me quedo inmóvil sobre el techo, observando el cielo estrellado, pensativa. ¿Lo sé? ¿Qué cosa? No entiendo. Sigo teniendo calor. ¿Realmente estoy pensando cosas sucias como Anthony? No puede ser, soy una desvergonzada. Cubro mi boca, entendiendo mejor. ¿El sexo es para disfrutar del calor o es lo que comprendí? Oh, mierda, soy una sucia marrana.
Luego de este capítulo, vamos a ver a un Anthony más juguetón 🤭
Saludos, Vivi.
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Pureza Engañosa
ParanormalUn mafioso es comprometido con una adorable chica, sin saber que detrás de esa inocente, se esconde una monstruosa criatura. Por Viviana Valeria V.