23: Un nombre amistoso

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Lisette

Mi más grande temor es confirmado, el doctor Wallstrom ha hecho la comprobación. Asthur tenía razón, soy la copia barata de un demonio. Tras esta revisión pudo corroborarse. O sea, en lo más profundo de mí, lo sabía, pero no quería admitirlo, pues duele.

―Bueno, creo que eso es todo ―acota el hombre de ciencia―. Ya examiné por completo. Habrá otros resultados más tarde, pero creo que estarán bien. Los demás informes podrán ser buscados cuando se los notifique. Supongo que quieres hacer alguna otra pregunta, estoy aquí para responder.

―Eh... no. ―Suspiro, decepcionada.

―Yo sí. ―Levanta la mano Anthony, manteniéndose, parado en la esquina de la pared―. Aunque no sé si la quiero presente en mi interrogatorio. ―Tiene las mejillas rojas, y no observa al médico, directamente.

¿Está avergonzado? ¡No comprendo las imágenes borrosas de su mente! ¿Por qué siempre tiene que pensar cosas raras que no entiendo? No es justo.

―Dígame, ¿en qué puedo ayudarle? ―consulta, Wallstrom.

―Su inocente mentecita, no me permite hablar. ―Me señala.

―Ah, ¿no? ―Inclino la cabeza, confundida―. No recuerdo tener poderes de ese tipo.

El doctor se ríe y acota:

―Entiendo, pero debes conversar de eso con tu esposa, no puedes protegerla por siempre.

―¡¿De qué están hablando?! ―chillo, indignada.

No puede ser que me oculten cosas, estoy presente.

―Supuse que como ya estaban casados, lo sabías. ―Me observa.

―¿Qué cosa? ―Me sonrojo, avergonzada.

―Señorita Lisette, ustedes no podrán tener hijos.

―¿No? ―decimos Anthony y yo, al mismo tiempo, así que me río.

―Su reproducción es asexual, similar a la llamada partenogénesis en los animales. Sin embargo, usted es un ser sobrenatural, ni siquiera necesita mantener la cría en su vientre. La creación de su especie puede suceder a una velocidad impresionante. De hecho, podría tener un hijo en este mismo instante, tan solo expandiendo su garganta y escupiéndolo desde el centro de su cuerpo.

No entiendo nada.

―Estoy confundida ―murmuro―. Sé que sería estúpido pensar que los niños vienen de otro lado, pero ni siquiera me había cuestionado que venían de mí.

―En otras palabras, usted jamás quedará embarazada. Es más, si todos los estudios salen bien... ―Mira a mi esposo―. Ni preservativos necesitan. Aunque, en realidad, esos no los detienen.

―¿Preservativos? ―cuestiono, sin entender todas las palabras complicadas que expresa―. ¿Detener? ¿Qué cosa?

―¿Cómo decirlo? ―Se pone pensativo―. Tu raza tiene una especie de bichitos.

―¿Bichitos?

―No son dañinos, tú los controlas. ―Abre un cajón y revisa algunos documentos―. Déjame buscar... ¡Ah, aquí! Receptustrami coton flush, también llamados de manera amistosa, Flushis. Se mueven dentro de tu cuerpo, te ayudan, fuera y dentro de ti.

―¿Flushis?

―Ya no sé si quiero seguir sabiendo ―acota Anthony.

―Tranquilo, no te pasará nada. ―Ríe el doctor.

Pureza EngañosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora