Cap. 1

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Simon se removía en su cama, incapaz de conciliar el sueño. Desde la ventana abierta de su cuarto, la suave brisa de la madrugada entraba trayendo consigo el murmullo distante del mar y el susurro de las hojas del viejo roble en el jardín. Sus ojos se dirigieron al techo, pero sus pensamientos vagaban lejos, hacia el balcón donde sabía que su hija, también estaba despierta.

Se levantó en silencio, caminando descalzo sobre el suelo frío, y se asomó al pasillo. Ahí estaba ella, una silueta recortada contra la luz plateada de la luna. Emily, con su pijama de cuadros y su cabello despeinado, observaba el firmamento con una expresión que mezclaba asombro y melancolía. Simon sintió una punzada de ternura y decidió unirse.

— ¿No puedes dormir? —murmuró, acomodándose a su lado.

Emy le sonrió, pero sus ojos seguían fijos en el cielo estrellado.

—No. Las noches así siempre me hacen pensar demasiado.

Él solo asintió. Sabía que su niña, a pesar de su juventud, tenía un alma vieja, de esas que podían cargar con el peso de muchas cosas, de esas que parecían saberlo todo o más bien, querer saberlo. Guardaron silencio por unos momentos, dejando que la quietud de la noche los envolviera.

—Papá solía contarme cuentos cuando no podía dormir —dijo de repente, volviendo sus ojos a su padre —. ¿Podrías contarme uno, como solía hacerlo él?

El chico de hermosos rizos sintió un nudo en la garganta. Recordó las noches en las que aquella chica apenas una niña pequeña, se acurrucaba junto a su padre, con los ojos brillantes y llenos de adoración, lista para escuchar alguna nueva historia que la llevaría a mundos de fantasía.

Respiró profundamente y, con una suave sonrisa, asintió.

—Claro, cariño. ¿Recuerdas el cuento del bosque encantado?

Negó con la cabeza, con una chispa de curiosidad en sus ojos y luego soltó una pequeña risita. — Pero seguro que será algo muy infantil y tonto.

— Pero tú me dijiste que querías escuchar un cuento como cuando eras solo una niña.

— Vale, pero tal vez no tan infantil. — hace énfasis en tan. — ni que fuera mi primita Ali para escuchar esas cosas.

Aquel ojitos cafés asiente riendo. — Vale, chica ruda y grande. — le acaricia su cabello. — trataré.

La luna parecía estar demasiado brillante y hermosa de lo normal, justo en el momento correcto. Merecedora de un hermosa fotografía o alguna pintura preciosa.

Aquel moreno comenzó a contar nuevamente con bastante inspiración. — En un reino lejano, más allá de las montañas cubiertas de niebla y los desiertos dorados, se extendía un bosque tan antiguo como el tiempo mismo. — comenzaba a mover un poco sus brazos tratando de parecer sorprendente y causando risas por parte de su hija. La cual lo detiene.

— Un momento. Am, ¿podría ser solo un poquitito menos exagerado? — su padre vuelve a reír.

— Vale, vale. Lo siento.

Aquella chica de hermosos rizos dorados levanta la mirada para verlo nuevamente y sonríe.

—Entonces escucha bien —dijo acomodándose mejor en el banco del balcón.

Muchas veces el amor puede ser desgastador, doloroso, complicado y en ocasiones sin solución.

Hemos creído por mucho tiempo en diferentes versiones. Que si los cuentos de hadas se hacen realidad o que si realmente el amor jamás ha existido. Que en un mundo común y corriente no puede existir algo tan dulce y de color de rosa. Que la vida no es así y que lo más probable es que te terminen decepcionando. Aunque hay veces que por más complicado que todo sea, el amor permanece. A veces desde el primer momento, hasta el último latido de su vida.

The song of the moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora