El hueon' más feliz del mundo.

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Capítulo dedicado a las personas hermosas que creen que merecen migajas de amor, cariño recuerda que mereces el maldito mundo.

Esteban Cisterna.

Tome la mano de mi mujer y nos guie a ambos hacia el escenario de la Quinta Vergara, hoy era el ensayo oficial para prepararme para mi show.

Al llegar seis bailarines nos esperaban y puede sentir como mi princesa apretaba su mano contra la mía, estaba nerviosa y la comprendía. Después de todo nunca había bailado con personas desconocidas.

-Princesa ellos son los bailarines que estarán a tú disposición, -le dije cuando estuvimos al frente de los bailarines, -Ellos ya han bailado en mis shows.

-Hola mucho gusto, me llamo Barbara, -mi princesa los saludo sonriéndoles tímidamente, -Espero que la rutina que he preparado les guste tanto como a mi, si no estaré feliz de que me den ideas.

Mis bailarines le sonrieron, la saludaron y se presentaron educadamente ante ella.

-Princesa tengo que ir a ver los micrófonos y las pistas, ¿Estarás bien si te dejo aquí?, -le pregunté tomando sus mejillas.

-Estaré bien amor, ve y asegúrate de que todo salga perfecto, -me dijo sonriéndome, -Por cierto ellos son geniales, -me informó refiriéndose a mis bailarines.

-Me alegro de que te cayeran bien princesa, -le respondí, -Nos vemos luego ¿Si?.

Ella asintió y yo dejé un beso en sus deliciosos labios y un último beso en su frente.

Me dirigí hacia las pruebas de sonido y hablé con los sonidistas sobre que canciones cantaría, así me pase la tarde y cuando llego la hora de ensayar con los bailarines mi corazón se aceleró.

Ahí estaba mi perfecta mujer esperándome para bailar.

Me quede quieto un momento admirándola, se veía preciosa. Su cabello estaba atado en una coleta alta y se había sacado su polerón que dejaba ver su abdomen plano gracias al top que usaba.

Su cuerpo era bellísimo, su rostro era arte. Todo ella era perfección pura, el día en que le hiciera el amor la besaría de los pies hasta el último cabello de su cabeza.

Me acerqué con una sonrisa coqueta hacia mi preciosa chica y ella me devolvió la sonrisa, nunca me cansaría de ver su rostro de felicidad. Era aún más preciosa.

-¿Lista para bailarle a tú hombre princesa?, -le dije tomándola de la cintura y atrayéndola hacia mi.

-Estoy más que lista mi amor, -respondió sonriéndome coquetamente.

Bese sus labios con todo el cariño del mundo y sentí electricidad correr por mis venas, así me hacía sentir ella. Me hacía sentir vivo.

Cuando nos separamos comenzó a sonar la primera canción y mi chica me sonrió cómplice. Tome mi micrófono y comencé a cantar y ella comenzó a bailar junto a los bailarines. Yo estaba cantando pero mis ojos solo la miraban a ella, sus movimientos, su rostro de felicidad me hacían darme cuenta que ella era feliz aquí. Era feliz mostrando el don que Dios le había dado.

Así pasamos nuestro día. Ensayando, bailando y corrigiendo pero siempre juntos, nuestras manos no se soltaron en ningún segundo.

-Esteban los bailarines tienen que ir a probarse sus trajes, -me dijo mi manager.

Yo mire a mi princesa y una vez más le sonreí.

-¿Lista para ver tu traje preciosa?, -le dije mirándola con cariño.

-Estoy lista, -su voz tembló un poco y supe que estaba nerviosa.

Ambos nos dirigimos a la sala en donde se encontraban los otros seis bailarines probándose sus trajes y yo acerqué a mi mujer al espacioso baño para que se cambiara. Nos encerré a ambos con sus prendas, después de todo no dejaría que nadie más la viera en ropa interior.

Me di la vuelta y me encontré a mi mujer mirándome de forma seria y con sus brazos cruzados.

-¿Que crees que haces Esteban?, -pregunto alzándome una de sus cejas.

-Mirarte mientras te cambias y ver todo lo que voy a besar princesa, -dije juguetón acercándome a ella.

-Oh ¿Estás ansioso por verme con esta ropa verdad mi amor?, -dijo coqueta y entrelazo sus brazo por mi cuello.

-Estas en lo correcto princesita, -le respondí acercándome a su boca.

-Mmm mi hombre no tiene paciencia al parecer, -me susurró al oído y sentí como pegaba mi espalda alado de la puerta del baño.

-No tengo paciencia cuando se trata de ti preciosa, -le dije tomando su rostro entre mis manos.

-¿Te digo algo amor?, -me preguntó acercando sus labios a mi oído otra vez y susurró, -Tendrás que buscar esa paciencia, porque no dejaré que me veas con este traje hasta el día del show.

Entonces se separó de mi con una sonrisa triunfante, abrió la puerta y me empujó hacia fuera. Estaba hipnotizado por completo, lo único que logro despertarme de mi transe fue el sonido de la puerta cerrándose.

Me quede mirando la puerta del baño como hueon' aún no asimilando que mi bella chica me había engañado. Sonreí inconscientemente, nunca me cansaría de decir que jamás dejaba de sorprenderme.

-¿Porque le estás sonriendo a la puerta como hueon'?, -me preguntó mi manager a mis espaldas.

Me di la vuelta y lo miré aún con la sonrisa en mi rostro.

-Si sonreírle a mi mujer aún que sea a través de esta puerta me hace un hueon', entonces si hermano soy el más hueon' del mundo, -le respondí.

El me miro extrañado y estaba seguro de que cualquiera lo haría tras mi confesión, pero también sabía que había otras personas que me entenderían, sabía que más de una persona en este mundo se sentía como yo lo hacía. Ese sentimiento que surge desde tu pecho cuando vez a la persona que te gusta no tiene comparación con ningún otro.

Mi estómago vibraba cuando la veía, por mis venas corría calor cuando la tocaba y mis ojos grababan cada parte de su anatomía en mi cerebro. Así me sentía por la chica que yacía al otro lado de la puerta.

Antes de conocer a la Barbara había estado con muchas mujeres, había tocado muchos cuerpos y besado muchos labios, pero con ella era todo tan distinto. Sus preciosos ojos cafés claros, su cabello castaño claro que caía como una cascada por su espalda, todos los detalles de su rostro y cuerpo eran completamente perfectos, pero lo que más me gustaba de ella era su forma de pensar, su inteligencia, amabilidad y humildad.

Ella no lo sabia y no necesitaba decírselo porque algún día se daría cuenta de que era su mano la que llevaba la correa que ataba mi corazón.

Entre canciones y bailes. - YOUNG CISTER.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora