El presente y el pasado.

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Tres meses después.

Esteban Cisterna.

Una vez más ella aparecía en mis sueños y aun que ya estaba acostumbrado a ello el dolor en mi pecho no disminuía. Veía su preciosa sonrisa, la que muchas veces salió a la luz por mi causa y la que muchas veces me acelero el corazón.

Ahora en la soledad de mis sueños comprendía que habian sido sonrisas vacías, ella nunca me quiso de verdad, nunca quiso luchar por nosotros como ambos lo habíamos prometido. Ella simplemente nunca llego al aeropuerto para irse conmigo.

Mis ojos se abrieron por el cuerpo femenino que se aferraba a mi cuerpo en busca de calor y enseguida sentí el rechazo de mi cuerpo, corazón y alma.

Me levante de la cama del hotel desconocido al que entre por descarte para pasar una noche de calor, lo cual fue una perdida de tiempo porque no era el cuerpo de la mujer que realmente quería.

Colocándome los bóxers me dirigí hacia la ventana y apoye mis codos en el balcón de esta misma sacando un cigarro para relajar mi mente. Deje volar mis pensamientos como el humo que salía de mis labios y mire fijamente las luces de las calles de Santiago pensando en lo asqueroso que era mi presente.

Desde que me fui de Viña Del Mar me fui a pique. Volví a beber, comencé a acostarme con distintas mujeres y salía a fiestas todas las noches con la finalidad de olvidar el nombre y el rostro de la mujer que me dejo vacío, pero al parecer mi mente no quería olvidar porque siempre me llevaba a ese ultimo día que estuvimos juntos.

Hace tres meses atrás.

-¿Me ayudaras a hacer las maletas princesa?, -hice que mi voz sonara alegre para que el ambiente triste se suavizara un poco, -Oye preciosa ¿Porqué tienes ese rostro de tristeza?.

-Lamento no estar tan feliz como tú Esteban, -se dejo caer en la cama y apoyo sus codos en sus rodillas tomando su rostro con sus manos, -No puedo fingir que estoy feliz cuando no es así.

Negue con mi cabeza soltando mi ropa dejándola caer al piso y me acerque a paso lento hacia mi chica, me arrodille frete a ella tomando sus manos para que ya no ocultara su rostro con ellas.

-Princesa yo tampoco estoy feliz, -suspire cansado y hastiado por esta situación, -Ahora mismo me estoy muriendo por dentro.

Sus preciosos ojos se dirigieron a los míos y su vista se nublo por las lagrimas que estaba reteniendo.

-Yo... Dios siento tanto haberte contestado así, -me dolió como la mierda verla de esa manera, ¡mierda ni siquiera debía disculparse!.

-No princesa por favor ni siquiera digas esas palabras, -tome sus hombros levantándola de la cama para que pudiera envolver su cuerpo con mis brazos, -Por favor te lo ruego Barbara no llores.

-No creo poder evitarlo, -su cuerpo se sacudió debido a sus espasmos por el llanto, -Mi amor no quiero dejarte, no creo poder.

Su voz quebrada y sus palabras dolorosas eran cuchillos que se enterraban en mi pecho. ¿A que santo debía rezarle para que dejara de doler?  ¿Para que esta despedida dejara de dolernos a ambos?.

-Barbara... Dios, -cerré los ojos y por la presión las lagrimas se deslizaron como cascadas por mis mejillas.

Las palabras que había estado ocultando durante todo este tiempo estaban en la punta de mi lengua, esa maldita petición quería salir de mi boca pero si tan solo digiera las primeras palabras me convertiría para siempre en un maldito egoísta.

-Princesa yo..., -¡a la mierda, si mantener a la mujer que quería a mi lado me hacia un egoísta, entonces si lo era!, -Yo... te ruego que vengas conmigo.

Entre canciones y bailes. - YOUNG CISTER.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora