Recuerdos.

238 26 2
                                    

Para todas las personas que luchan constantemente contra la ansiedad. Mira hacia el cielo, la noche no dura para siempre, el sol vuelve a salir y tengo fe en que tu lograras salir victorioso.

Tres meses atrás.

Sentía como todo mi cuerpo pesaba y como me dolían todos mis huesos, mi cabeza dolía por un pequeño pitido que oía en mis oídos. Quería abrir con desesperación mis ojos pero sentía tanto cansancio que mi vista se negaba a ver.

¿Cuánto tiempo había pasado? ¿En donde me encontraba?, tenia tantas preguntas y no estaba obteniendo ninguna respuesta.

-Ella no será la misma de antes, -oí decir a una voz masculina, -El golpe que recibió en la cabeza hará que no recuerde las cosas recientes que han ocurrido en su vida, lo siento mucho señorita Hernández.

¿Hernández? ¿Acaso Saraí estaba aquí?.

Hice acopio de todas mis fuerzas para abrir mis ojos y pestañe repetidas veces por la luz que hizo arder a mis ojos. Lo primero que vi fue a mi mejor amiga mirando hacia el suelo mientras estaba sentada en el sofá que había en la habitación, sus hombros se veían abatidos y tensos, como si últimamente hubiera estado viviendo demasiado estrés.

-Sari..., -susurre apenas, sentía mi garganta seca.

Mi bella mejor amiga levanto su rostro cuando escucho mi susurro y mi corazón dolió mucho más fuerte al ver su abatido rostro. Debajo de sus preciosos ojos color ámbar habian unas terribles bolsas violetas, sus ojos y nariz estaban rojos como la sangre.

-Hermanita, -dijo apenas como si no creyera que mis ojos estaban abiertos.

Se levanto del sofá y se acerco a paso rápido hacia mi tomando mi mano con cuidado cuando estuvo a mi lado, sus ojos se llenaron de lagrimas y jure que mi alma se partía en dos por verla tan afectada.

-¿Como te sientes?, -pregunto acariciando el dorso de mi mano.

Me quede en silencio no sabiendo que responder, ahora mismo no sabia como me sentía, todo era tan confuso. Si era sincera ahora mismo solo quería saber como fue que termine aquí.

-¿Que fue lo que ocurrió?, -le pregunte despacio ya que mi boca pesaba por el suero que me estaban administrando.

-Cariño..., -las palabras de Saraí se cortaron y vi como su garganta subía y bajaba, -Tuviste un accidente, -logro decir y por un segundo me costo creer sus palabras, -Un auto choco la micro en la que ibas... en la que ibas tú y la señora Inés.

Sus lagrimas llenaron sus mejillas y una desesperación comenzó a tomar control de todo mi cuerpo, intente pararme de la cama pero los brazos de Saraí me detuvieron.

-Barbara por favor debes quedarte quieta, -dijo tratando de calmarme, -Tú cuerpo no esta en condiciones de moverse.

-¿Donde esta mi abuela, -le pregunte al borde de la histeria y sentí como mis lagrimas saladas se metían en mi boca.

Mis ojos se encontraron con los de mi mejor amiga y lo supe... algo no estaba bien.

-Hermanita escucha..., -se ahogo con su propio llanto, -Hicieron todo lo posible pero... ella no lo logro.

-¡Eso no es verdad, estas mintiendo!, -grite lo que mi garganta me permito, mis cuerdas vocales sufriendo un desgarro por el dolor, -¡Mi abuela esta bien!.. ella no me dejaría.

El dolor que sentía en mi pecho era anormal, me invadió la tristeza y solo quería correr a los brazos de mi abuela, que me susurrara al oído que todo estaría bien.

Los brazos de Saraí me envolvieron con fuerza cuando quise arrancarme el suero, quería gritarle que me soltara y que me dejara ir por mi abuela, pero en lo más profundo de mi sabia que no importaba cuanto gritara, llorara y pataleara... mi abuela ya no volvería.

-¡Abuela!, -grite hasta que mi voz ya no salió. Esto era una pesadilla y rogaba solamente despertar.

Mi pecho subía y bajaba por haber soñado otra vez con aquel día, rememore todo como una película y sentí como el dolor en mi corazón se hacia más grande. Me repetía cada día que con el tiempo ese dolor disminuiría, pero sabia que eso era mentira.

Sonreía pero eran sonrisas bacias, "Debes seguir adelante" era lo que repetía cada día en mi mente más sentía que no avanzaba nada. Me sentía estancada y no tenia motivación alguna.

Luego del accidente Saraí me dijo que debía quedarme con ella y yo accedí de inmediato sabiendo que no quería quedarme sola tras mi duelo. Su familia y ella me acogieron en su casa y estaba agradecida por ello, pero algún día tendría que irme y no sabia de donde sacar las fuerzas para seguir mi propio camino.

Estaba agotada de las preguntas y de que me trataran como una muñeca de porcelana, necesitaba gritar que no me rompería si me trataban como a una persona normal, porque... porque yo ya estaba rota.

Quite las frazadas de mi cuerpo y me levante de la cama dirigiéndome al espejo que había en el baño de Saraí.

Cuando estuve frente a mi reflejo mis ojos se fueron por si solos a la cicatriz que cubría mi cadera y aleje rápidamente mi vista de esa zona. Era horrible y me hacia sentir más rota de lo que estaba, me hacia pensar que ya no era la misma de antes... jamás volvería a ser la misma.

Mis pensamientos comenzaron a agobiarme y sentí como las paredes comenzaban a reducirse, el aire comenzó a faltarme y el sudor cubrió mi frente, necesitaba salir de aquí.

Sali del baño a paso rápido tratando de hacer el menor ruido posible para no despertar a Saraí y tomando mi polerón y un buzo salí de la habitación.

El frio y el cielo estrellado fue lo único que me recibió al salir de la casa y agradecí la tranquilidad y el aire puro que pude respirar. Comencé a caminar sin un destino predestinado y deje que mis pensamientos divagaran.

Quería con desesperación poder recordar todo lo que había olvidado, aun que el doctor dijo que eso no seria bueno por los efectos secundarios, sentía que estaba olvidando algo importante.

Sin siquiera darme cuenta mis pasos me guiaron hasta la playa, dejándome caer en la arena mire hacia el cielo que pronto seria de color anaranjado por el amanecer. Cerré mis ojos y me sentí cálida pese al frio aire que me golpeaba, sentía como si este momento ya lo hubiera vivido antes pero sabia que no era así ya que antes del accidente jamás salía de noche.

Sentada en la arena rogué en silencio que pudiera encontrar un camino, necesitaba saber que dirección tomar.

-Si tan solo estuvieras aquí abuela, -susurre, -Tú sabrías que concejo darme, sabrías guiarme.

Deje mis ojos cerrados para contener las lagrimas que amenazaban con salir, los minutos pasaron y me quede ahí simplemente existiendo o tal vez esperando un milagro.

De repente sentí algo una sensación cálida tocando mis mejillas y abrí lentamente mis ojos para encontrarme con el precioso amanecer. Mis lagrimas salieron de mis ojos y sonreí ante la vista, todo mal se alejo de mi y supe las respuestas que estaba buscando.

Necesitaba irme, si seguía aquí en Viña Del Mar no podría avanzar jamás. Necesitaba empezar de cero, lejos de aquí.

-Siempre sabes que decir abuela, -dije mirando hacia el sol con una sonrisa en mi rostro.

Era momento de volver a encontrarme a mi misma.

Entre canciones y bailes. - YOUNG CISTER.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora