Hacer posible lo imposible.

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Esteban Cisterna.

Nunca supe lo que era la verdad felicidad, hasta que vi a mis padres y a mi mujer abrazados por las emociones del día del show.

Verla ahí encajar tan bien en mi mundo me hacía pensar que ambos habíamos nacido para estar juntos, que el destino había sido tan amable para juntarnos. Ese simple pensamiento me hizo rogar para que no fuera cruel y decidiera separarnos.

-Esteban ven con nosotros, -llamo mi mamá haciendo que saliera de mis pensamientos.

Me acerqué a ellos con una sonrisa y mi preciosa chica se acercó a mi para venir a mi lado, ella me sonrió cálidamente y mi corazón latió reconfortado.

-¿Donde esta tu abuela princesa?, -le pregunté al no verla por aquí.

-Oh ella está disfrutando de su charla con Pancho Saavedra, -me dijo sonriéndome y yo sonreí junto a ella.

-¿Y ahora hijo que es lo que harás?, -me preguntó mi papá, -Ya ganaste las gaviotas, ¿Ahora cual el plan?.

Si era sincero ahora mismo no tenía ningún plan, solo sabía que quería pasar tiempo con mi princesa antes de irme a Santiago. De solo recordar que tendría que irme tarde o temprano de Viña Del Mar mi estomago se apretaba por los nervios y mi corazón ardía de dolor.

-Yo... aún no lo tengo pensando, -le respondí tratando de mantenerme sereno pero por más que quise disimular sentí unos preciosos ojos color cafés claro observándome, -Será mejor que ya nos vayamos, es tarde y la abuela de mi princesa y ustedes necesitan descansar.

Mis padres me miraron comprendiendo mis intensiones y asintieron rápidamente. Ahora mismo solo quería estar a solas con mi mujer.

-Iré por mi abuela, -dijo mi princesa y antes de que tuviera la intención de irse dejé un beso en su frente y entonces la dejé ir.

-¿Te quedaras con ella esta noche hijo?, -me preguntó mi mamá.

-Si, necesito hablar con ella, -le respondí.

Ella asintió y se acercó a mi para abrazarme, luego de que mi princesa volviera con su abuela, que por cierto venía más feliz que nunca, le dije a mi manager que los llevara a sus destinos correspondientes.

Mi chica y yo nos despedimos de los tres y regresamos a los camarines para cambiarnos de ropa y cuando por fin estuvimos listos salimos tomados de la mano hacia afuera hasta llegar a mi auto.

-¿A donde vamos Esteban?, -me preguntó una vez que comencé a conducir.

-Siéndote sincero no tengo idea, -le dije y sentí como sus ojos me miraron, -Pero si se que quiero ver por segunda vez el amanecer contigo.

-Eso me parece un plan perfecto, -me dijo risueña y yo sonreí con él simple hecho de escucharla reír.

Esta vez en vez de conducir hacia la playa tome el camino directo hacia el mirador y una vez que llegamos allí apague el motor.

Ambos nos quedamos en silencio por unos minutos, el aire se sentía melancólico entre nosotros y tuve miedo por las próximas palabras que saldrían de nuestras bocas.

-¿Cuando volverás a Santiago?, -si había una cosa que admiraba de mi princesa era su valentía. Ella preguntó lo que yo no me atrevía a decir.

-No lo tengo claro, -le respondí siendo sincero, -Solamente se que no quiero hacerlo.

Mi pecho dolía por este tema de conversación, ¡mierda lo odiaba!. No me atrevía ni siquiera a mirarla a los ojos porque sabía lo que vería en ellos.

Ella era de aquí y yo era de Santiago, nuestras vidas eran muy diferentes y yo tenía trabajo que hacer en la capital, podría pedirle que viniera conmigo pero sabía que no dejaría a su abuela aquí y siendo sincero no podía ser un egoísta culiao' pidiéndole que cambiara todo su estilo de vida solo para que se fuera conmigo.

-¿Porque esto se siente como una despedida Esteban?, -preguntó y yo no fui capaz de responderle.

Sentí como comenzó a faltarme el aire y como miles de agujas pinchaban mi garganta, cerrando los ojos abrí la puerta del auto y salí cerrando la puerta de tras de mi.

Mire hacia el paisaje iluminado únicamente por los postes de las luces y escuchando solamente las olas del mar de fondo hasta que sentí como la puerta del copiloto se cerraba también.

No me di la vuelta para ver a mi bella princesa, tenía miedo y vergüenza. Quería darle palabras de apoyo y reconfortarla, decirle que todo iba a estar bien, que no la dejaría pese a la maldita distancia, pero las palabras no lograban salir de mi boca.

Sentí como sus brazos rodeaban mi estómago y como me abrazo fuerte dejando besos en mi espalda, cerré los ojos rogando al cielo para que este momento fuera eterno.

-No quiero irme, -dije con voz asfixiada, -Mierda no quiero.

Sentí como sus manos subieron hacia la altura de mi corazón y me estremecí cuando comenzó a acariciar esa zona. Lleve mis manos hacia las de ella y entrelace nuestros dedos aferrándome lo más que podía a ella.

-Podemos resolverlo mi amor, que te tengas que ir en algún momento no significa que todo acabara, -me dijo.

Me di la vuelta para mirarla y tome delicadamente su precioso rostro entre mis manos.

-¿Crees que pueda funcionar?, -le pregunté.

-Creo que cuando dos personas se quieren hacen posible lo imposible, -respondió y vi como sus ojos se ponían brillosos.

-Por favor no llores princesa, eso me mataría justo ahora, -le dije acariciando sus mejillas, -Tienes razón, haremos que funcione.

Ambos nos sonreímos tras mi declaración y sentí como la tranquilidad envolvía todo mi cuerpo. Atraje su cuerpo al mío y la abrase con fuerza teniendo miedo de que se desvaneciera como el humo.

-Oye Esteban, me estás asfixiando, -dijo y yo inconscientemente reí por lo graciosa que sonó.

-Lo siento princesita pero necesitaba sentir que estabas aquí, -ella se separó de mí y me miró de una forma que no pude descifrar.

-Oye deja de decir esas cosas, no me iré a ningún lado. Me quedare aquí a tu lado, justo donde pertenezco.

Sonreí en grande por sus palabras y me enorgullecí por el carácter de mi mujer. Mierda era el hueon' más afortunado del mundo.

-Te prometo que disfrutaremos todo lo que queda del verano, -le prometí sin apartar mi mirada de la suya, -Te prometo que te hare feliz todos los días que este a tu lado.

-Ya me haces feliz Esteban, -su sonrisa vino acompañada de su precioso hoyuelo, -Ahora esperemos ese amanecer joven Cisterna.

Mi pecho se lleno de calidez por sus palabras y sin decir nada tome su mano para guiarnos hacia la parte trasera del auto en donde ambos nos acurrucamos esperando a que saliera el sol.

Deje de pensar en el fututo y en lo que pasaría con ella y conmigo de mañana en adelante, solo me enfoque en el hoy y de entregarle todo el cariño que sentía por ella.

-Princesa, -dije llamando su atención y ella levanto su rostro de mi pecho mirando mis ojos, -Enserio soy feliz por haberte conocido.

-Yo lo soy aun más joven Cisterna, -sus ojos brillaban por la seguridad.

En silencio esperamos a que el amanecer apareciera delante de nuestros ojos y durante toda la noche me aferre a ella rogando para que esta noche pasara lentamente.

Entre canciones y bailes. - YOUNG CISTER.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora