30. Esa sonrisa.

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El mes siguiente fue el mes más extraño de mi vida hasta ese momento. Fidel nunca estaba en casa y por lo que había oído a mis padres él estaba asistiendo a un curso que dictaban en el hospital, vaya a saber uno de qué era el curso, no me ocupé de preguntarlo tampoco. Yo dejé de salir y al único que veía de vez en cuando y por las tardes era a Victor que resultó que estudiaría en la misma ciudad que yo; eso me puso contenta porque por lo menos tendría a alguien conocido allí, digo, ahora que no estaría Fidel conmigo para mostrarme la ciudad.

Roxanne me había conseguido un departamento cerca de la universidad y se había encargado de todo el tramite institucional. Yo solamente debía presentarme la primera semana de febrero para comenzar con el curso introductorio y luego estudiar durante cuatro años para luego volver a casa y hacerme cargo de los pequeños, eso era todo ¿no parecía nada complicado no?

Los últimos días de Enero comencé a empacar mis cosas mientras mis hermanos menores no paraban de hacer berrinches y enojarse por cualquier cosa conmigo. Mis padres parecían felices y Fidel no omitía comentario al respecto lo que lo hacía aún más doloroso. No empaqué todo, volvería seguido según lo que había planeado y les había dicho que ellos podían ir a visitarme cuando quisiera, no era tanto tiempo y estaba segura que pasaría volando; deseaba que fuera así.

La noche anterior a mi partida Fidel se paró en la puerta de mi habitación y estuvo allí por mucho tiempo, cuando me di cuenta de su presencia lo ignoré, pero pasado un rato me giré a verlo. Él tenía esa mirada triste en sus ojos y esa sonrisa finjida en sus labios; le sonreí a medias y continué empacando los últimos objetos.

—¿Nerviosa?

—Un poco —respondí tratando de sonar alegre, pero de hecho mi voz se quebró un poco.

—¿Triste?

—Sí, mucho... voy a extrañarlos.

—No te pongas mal pequeña —dijo adentrándose y buscando un abrazo que fue rápidamente dado. Me apreté en su pecho y comencé a llorar con ganas mientras él acariciaba mi cabello y tragaba saliva repetidas veces. —También te extrañaremos Pier... vendrás seguido y los muchachos irán a verte —aseguró mientras trataba de disimular su voz temblorosa. —El tiempo pasará rápido y ya verás que no te darás ni cuentas cuando ya estés de regreso...

—Te voy a extrañar mucho Fidel —lloré más fuerte y segundos después sentí sus lágrimas en caer en mi frente; no quise mirarlo, nunca lo había visto llorar y no quería hacerlo en ese momento porque mi voluntad flaquearía y yo había tomado una decisión.

—Yo también Pier, yo también —aseguró apretándome más a él por unos momentos. Luego me separó y limpió mis lágrimas mirándome a los ojos. —Vine a despedirme porque mañana no voy a estar cuando te vayas...

—¿Por qué no?

—Yo... —corrió sus ojos de los míos —yo no puedo estar cuando tu te vayas... no te dejaría ir, se complicaría todo, así que prefiero no estar ¿De acuerdo? —volvió a mirarme y asentí. —Sólo quiero pedirte que te cuides mucho y no dudes en llamarnos si algo va mal ¿Si? —asentí de nuevo. —Te amo Pier...

Se acercó repentinamente y posó sus labios en los míos. Apenas, algo casi imperceptible pero que quedó quemando como si me hubiera marcado a fuego.

—Bueno, eso era todo —dijo relajadamente retirándose un paso y estirándose sonoramente. —Mañana cuando llegues procura avisar a mamá. Que tengas un buen viaje...

Me dio la espalada y cerró la puerta tras él. Yo me quedé allí, parada, sin hacer nada por mucho tiempo quizás pensando qué mal haría si salía corriendo tras de él y le devolvía ese beso... pero no pude, lo dejé ir, lo dejé ir una vez más.

Al día siguiente, como me había avisado, él no estaba allí. Quizás si fue lo mejor después de todo, bastante difícil se me hacía dejar a los pequeños llorando por mi partida como para tenerlo a Fidel allí y tener que lidiar con mis sentimientos de abrazarlo y llevarlo conmigo, lejos de las miradas de todos. Papá y mamá estaban tranquilos, no sé si realmente era ese el sentimiento, pero por lo menos se mostraron de esa forma y sostuvieron a los pequeños cuando se desarmaban en llanto; yo traté de no hacerlo pero finalmente largué las lagrimas y lloramos los tres juntos unos momentos.

Roxanne, Jorge y la bebe me acompañarían a mi nuevo lugar, ellos fueron los que tuvieron que calmarme cuando comenzamos a marcharnos, no consiguieron mucho, pero luego de unos minutos mis lágrimas eran sólo silenciosas. No mencionaron la ausencia de Fidel aunque supongo que sabían a qué se debía, después de todo mi hermana me había preguntado qué había pasado con nosotros y yo le conté todo, ella se quedó tranquila con esa respuesta que para mí no era más un dolor que crecía cada vez más en mi corazón.

No podía imaginar qué pasaría desde este momento a cuatro años, ni siquiera podía imaginar cómo sería la próxima vez que volviera a casa, pero estaba segura de algo, por el bien de mis hermanos y de Fidel haría lo que estuviera en mis manos para olvidarme de mi amor por él, para aprender a quererlo como debería haber sido desde un principio, como se supone que debes querer a un hermano. Claro que Fidel no era cualquier hombre, él tenía esa sonrisa que enamoraba a todos los que lo vieran por más de cinco segundos.





Fin.

Trilogía Imposible: 1. Imposible (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora