7. Desnuda.

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Cuando abrí mis ojos sentí unas fuertes punzadas en mi cabeza. La luz en la habitación era demasiada y busqué el lugar de dónde provenía: una ventana que tenía la cortina mal cerrada. Me senté de golpe al darme cuenta que no conocía la habitación donde me encontraba. Aterrada miré a mi lado y me encontré con el cuerpo dormido de un muchacho. Yo me encontraba desnuda.

Afirmé mi cabeza cuando comencé a atar cabos y a darme cuenta el lío en el que me había metido, eso sin contar que parecía que me iba a explotar en cualquier momento. Necesitaba una aspirina con urgencia.

Busqué mi ropa con la mirada y cuando la localicé salí de la cama para vestirme rápidamente antes de que el desconocido a mi lado despertara. No sabía dónde estaba pero suponía que al salir a la calle lograría ubicarme de inmediato... rogaba que así fuera.

—Buenos días —los pelos de mi nuca se crisparon cuando él habló. Tragué saliva y me giré a verlo. Se estaba estirando con pereza y sonrió cuando sus ojos se encontraron conmigo. ¿Brandon?

—¿Qué haces aquí conmigo? —carraspeé. Eso no era lo que quería preguntar. —¿Qué hago contigo?

—Me siento ofendido —dijo sentándose en la cama. Él estaba vestido, tenía un poco desacomodada su ropa, pero toda ella estaba en su lugar. —¿No recuerdas lo de anoche?

Abrí la boca para responderle que por supuesto, pero no, no recordaba casi nada. Recordaba el beso con Guillermina, luego haberlo besado a él, sí, eso lo recordaba, pero nada más. Dios.

—¿Dónde está Guille?

—¿Quién? —lo miré y negué con la cabeza. Claro, no había manera que él conociera a mi amiga. Me quise parar pero mis piernas flaquearon y me mareé. Brandon se acercó para sostenerme y me alejé de él cayendo al piso. —Guille está en la cocina o en el baño, no lo sé, recién se acaba de despertar también —largó un suspiro. —No pasó nada, no te preocupes. Después de besarme te desmayaste, te traje aquí, despertaste, dijiste que tenías calor y te desnudaste, no te pudimos detener. Tu amiga estaba cuando lo hiciste.

Lo miré con desconfianza. No lo sabría a ciencia cierta, estaba segura que Guillermina estaba tan borracha que no recordaría con certeza. Decidí relajarme me relajé un poco, no había nada que pudiera hacer de todas maneras. Me puse de pie con su ayuda y lo dejé llevarme a la cocina sosteniéndome del brazo.

—Qué tímida estás hoy, ayer no eras la misma.

—Cállate —pedí con vergüenza.

—¿Qué habías tomado?

—No lo sé —traté de recordar, claro que sabía que había sido la pastilla que mi amigo desconocido introdujo en mi boca, pero no tenía idea de qué era lo que podía ser.

—Dijo tu amiga que estuviste bailando con un muchacho y luego de eso te alocaste —no le respondí ¿Qué era? ¿Del FBI? —No sé si eres de salir mucho o no, pero un consejo de un viejo es que no tomes todo lo que te den. Si hubiera sido otro te podrían haber violado.

—Debiste aprovechar, sinceramente con este sermón estás restando puntos —me solté de él e ingresé en la cocina donde Víctor y Guille tomaban desayuno acarameladamente cerca. Saludé con un "buenos días" y sin pedir permiso tomé una taza de café.

—¿Dices que debía aprovecharme de ti? —mi nuevo amigo me imitó y se sentó frente a mí. Me encogí de hombros. —Todavía sigues drogada ¿No?

—Cierra la boca, me molestas.

—¿Te drogaste? —quiso saber Víctor. Él también me molestaba.

—No, estoy segura que alguien le dio algo —Guille evitó decir el nombre del chico, pero no supe por qué. Quizás él era demasiado conocido y no quería que me regañaran, o quizás no lo sabía. Ya averiguaría quién demonios era el muchacho.

—Ya estoy mejor, gracias por preocuparse.

—Agradécele a este idiota, sino quién sabe dónde estarías en este momento —dijo Víctor señalando a Brandon. Encontré su mirada y apenas sonreí.

—Gracias.

—No hay de qué —se recostó sobre la silla y se estiró un poco. —Cuando Fidel se entere...

—No. Fidel no puede saber de esto. De hecho piensa que estoy en casa de Guille en este momento —miré la hora. Casi el medio día. Demonios, debía volver para el almuerzo. —Hazme el favor de no decir nada...

—¿Qué me darás a cambio?

—¿Acaso tienes 12 años? ¿Chantajeándome tan temprano? —me puse de pie y tiré de Guille que se fundía en un caluroso beso con el otro muchacho. —Debemos irnos, tengo que estar en una hora en mi casa.

—Piera —me llamó Brandon. —¿Me das tu número de teléfono por lo menos?

Lo miré unos segundos y negué con la cabeza. La cara de desilusión de ese muchacho fue patente. Él me había ayudado la noche anterior, se había portado bien conmigo, quizás no fuera tan idiota realmente.

—Tu amigo Fidel rompió mi teléfono. No tengo uno ahora —tomé una servilleta y Brandon agarró el lápiz que el otro chico le alcanzaba. —Dame tu número y te escribiré cuando consiga uno nuevo... en un mes.

—¿Un mes? Eso es demasiado —protestó pero sin embargo me dio su número tomando mi mano. —¿Llamarás?

—Lo pensaré —dije dándole la espalada para salir de allí. Claro que llamaría. Más pronto de lo que él podía desear.

Trilogía Imposible: 1. Imposible (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora