5. Castigo.

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Esa noche tuve un sueño, uno romántico con mi hermano, con Fidel. Pero no fue un sueño lind. Nosotros estábamos de novio y mi familia lo aceptaba, pero había alguien, no pude saber quién era, pero parecía ser una persona importante, que decía que eso estaba mal y nos separaban en contra de nuestras voluntades. A Fidel lo terminaban casando con otra mujer, no era Darla pero yo en mi sueño sabía que era ella. No llegué a saber qué pasaba conmigo, me desperté antes de que pudiera averiguarlo.

La mañana siguiente cuando bajé a la cocina lo encontré desayunando, la reluciente marca en su cuello no pasó desapercibida para mis ojos expertos que todo sabían de su cuerpo. Largué un suspiro pesado intentando alejar la presión de mi pecho y tomé mi café sin decir nada.

Era claro que Fidel él estaba con ella, después de todo era la muchacha que le gustaba y era hermosa.

Recordé a Nico y pensé en escribirle, pero antes de que pudiera hacerlo, Fidel me quitó el teléfono y lo tiró al lavaplatos... lleno de agua.

En ese momento no pude reaccionar. Yo ni siquiera había cruzado una mirada con él, su accionar había sido irracional, no tenía explicación.

Miré a mí alrededor encontrándome con la mirada cansada de papá que negó suavemente con su cabeza pero no le dijo nada por varios segundos. Fidel acababa de ahogar a mi teléfono él tenía que decir algo en mi defensa.

—Cuando decidimos que se quedaría sin teléfono, no necesariamente debías romperlo Fidel —finalmente habló largando un fuerte suspiro.

Reaccioné acercándome al lavado para sacarlo pero Fidel me lo impidió y se quedó tapándome el camino con sus brazos cruzados sobre su pecho. Él me acababa de quitar la poca vida social que tenía.

—Estás castigada por imprudente y por no contarnos que había probabilidades de que realmente estuvieras embarazada —dijo mi padre bajando sus anteojos. —Uno de los castigos era quitarte el teléfono, no romperlo, pero bueno, ya está... y el otro es que no saldrás por un mes. Rocco también está castigado por si te lo preguntas.

Observé al hombre bastante perdida aún, hasta que me di cuenta de qué estaba hablando, qué era lo que estaba pasando. Me giré a mirar a Fidel y le di la peor mirada que pude darle.

—Y luego quieres saber porque no confío en ti. Con permiso, me voy a la escuela.

—Pier...

—No me toques.

Alcancé el colectivo gracias a que una ancianita me vio corriendo y pudo detener al chofer. Avancé hasta el último lugar y me senté mirando el exterior. Había perdido mis contactos, incluyendo el de mi futura conquista. Sí, podría tratar de recuperar el chip y la memoria... pero estaba segura que tirarían el aparato, por algo mi querido hermano mayor no me había dejado sacarlo del agua.

Lo odiaba. Realmente lo odiaba... o quisiera odiarlo, por lo menos eso era una avance.

En la entrada de la escuela me encontré a Marcela que empezó a contarme que Fidel ya no le respondía los mensajes ni contestaba sus llamadas. Me encogí de hombros repitiéndole que no teníamos esa clase de relación y ella continuó quejándose un poco más; no le presté atención, sinceramente lo último que mi importaba era su vida sexual con Fidel.

Fumé un cigarrillo mientras esperaba la hora de entrada y evité a sobremanera el contacto visual con Fidel que insistía en pasearse frente a mí, buscando mi mirada. No tenía clases con él ese día, eso fue lo mejor de todo, no me distraje y comencé a pensar algún plan de venganza. Eso no se quedaría así.

Trilogía Imposible: 1. Imposible (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora