12. Impulsos sexuales.

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El ruido de su teléfono lo obligó a soltar mi mano y llevarla al aparato para contestar. Se alejó unos pasos mientras yo prendía otro cigarrillo y volvió unos minutos después. Se lo notaba nervioso, pero a diferencia de la última vez que nos habíamos besado ahora sí me miraba a los ojos.

—Mamá dice que volvamos a casa, ya es tarde y están un poco preocupados por ti —informó con voz rasposa. Asentí dándole una calada a mi cigarrillo antes de que él lo quitara de entre mis labios y lo tirara al piso. —No me gusta que fumes.

Lo miré enojada acercándome hasta quedar cara a cara con él para tirarle el humo con fuerza. Se arrugó en una mueca desagradable que se borró cuando mis labios se unieron unos cortos segundos con los suyos.

—Lástima, a mí me gusta hacerlo —aseguré de mala gana.

¿Íbamos a hablar de mis vicios? ¿Realmente?

Me subí al vehículo y él me imitó para comenzar a regresar a casa, por alguna razón estábamos en las afueras del poblado. El silencio entre los dos era tirante por lo que prendí la radio y una música suave comenzó a llenar el lugar, era relajante y me hacía olvidar la presencia de Fidel a mi lado y lo que acaba de pasar, de lo cual, evidentemente, no íbamos a hablar por ahora.

—¿Fue Víctor? —lo miré desentendida —¿Engañaste a Brandon con Víctor?

—No, no fue con él, fue otro muchacho que no conoces.

—Deberías, tú sabes, hablar con Brandon —vi sus manos apretarse en el volante, tanto que sus nudillos se pusieron blancos. —Él sabrá entenderte, después de todo está estúpidamente enamorado de ti.

—Hablaré con él, pero porque voy a terminar la relación.

—No puedes —su respuesta fue tajante. Le di como respuesta a su orden una carcajada cargada de sarcasmo. —No puedes, tú tienes que arreglarte con él.

—No, lo quiero demasiado como para hacerlo sufrir. Yo ya no le seré fiel y no quiero engañarlo.

—Piera, tú necesitas que él te perdone —insistió pero lo ignoré. No permitiría que él se metiera en mis relaciones.

Cuando llegamos a casa, mamá y papá me esperan como los padres ejemplares que pretendían ser. Me obligaron a sentarme frente a ellos y escuché, sin prestar atención, el largo sermón de por qué cada vez que salía debía volver a casa. Sonreí cuando noté que no me estaban prohibiendo las salidas. Me hablaron también sobre mis notas. Aparentemente habían estado en contacto con mis profesores y ellos les habían dicho que si no mejoraba en lo que quedaba del mes repetiría de año y eso no era nada bueno. Asentí ante eso, no quería pasar otro año en el mismo espacio social que Fidel, no quería hacer nuevas amigas para que él termine llevándoselas a la cama. Decidí en ese momento que me dedicaría más a mis estudios, después vería qué hacer con mi vida.

Me di un baño rápido y bajé a cenar en familia. Fidel no estaba ahí. No quería pensar mucho, pero él seguramente estaba con la estúpida de Darla, después de todo ellos parecían llevar su relación de lo más bien a pesar de que no era nada formal todavía y esperaba que no lo fuera, quiero decir, él me había besado, eso debía significar algo ¿No?

—Mañana tienes clases, vete a dormir —dijo Fidel ingresando a la casa pasada la media noche. Yo no tenía sueño por lo que me había quedado mirando algunos programas estúpidos para esperarlo.

—Lo mismo digo, no deberías salir un domingo a la noche —apagué la televisión y pasé por su lado dándole una mirada evaluadora. —Controla tus impulsos sexuales.

Trilogía Imposible: 1. Imposible (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora