Sabía que sería estúpido, no conseguiría nada con ello, pero por lo menos Fidel se daría cuenta que no es divertido que tus amigos hablen de tu hermana y lo buena (o no) que es en la cama.
Marcela ya me tenía cansada con eso de las posiciones sexuales y sabía que no tardaría mucho en ser Lola la que comenzase a hablar; claro que diría otro nombre porque si no su amistad terminaría, pero yo sabría que hablaba de Fidel. De Guille no lo creía, quería creer que era más reservada que las otras dos, pero supongo que podría equivocarme, después de todo ella era la última persona en la tierra que creía que podía dormir con Fidel y ahí la tenía, nuevamente al lado mío tapando el día de hoy la marca en su cuello que la había delatado.
No hablé mucho con ella, mucho menos respecto a su revolcón con Fidel, simplemente nos dedicamos a hacer los trabajos en clases juntas e intercambiar respuestas de algunos trabajos individuales. Ella tenía vergüenza de hablar conmigo. Yo sentía rabia.
Fidel dio filosofía ese día, no sé de qué iba la clase porque me distraje mirando el exterior. Aún continuaba lloviendo y no parecía que fuera a parar muy pronto. Me gustaba la lluvia. Creo que era porque era lo más parecido a mi interior que había visto nunca: tristeza y gris, a eso me hacía recordar. Así era mi vida. Sin ningún matiz más allá de los tonos aburridos y tristes del negro.
—Fiesta en mi casa este viernes —miré al chico frente a mí. Nada para destacar. Alto, castaño, ojos color miel y una linda sonrisa. Ya me había hablado varias veces ese año pero no llamaba particularmente mi atención. Claro que la de mi compañera de banco sí. —¿Vienes?
—Estoy castigada —él reprimió una sonrisa.
—¿Cuántos años tienes Piera? No existen los castigos después de los quince —se arrodilló a mi lado y susurró a mi oído mirando a Fidel buscar en su maletín. —No se enteraran que viniste a mi fiesta si tú no les dices. A ninguno de mis amigos le agrada el profesor y las chicas no querrán quedar mal con la "cuñada".
—Sería bueno si fuera así de fácil, pero qué les digo a mis padres —dije mirando a mi compañera que se comía con la mirada a este muchacho. —Disculpa ¿Tú nombre?
—Qué mala eres Piera —se quejó el muchacho soltando una carcajada que llamó la atención de unas cuantas. —Víctor ¿Recuerdas?
—Claro —mentí. —Te decía, mis padres realmente no son tan estúpidos. Desearía, pero cuando de castigos se trata no lo son.
—Pues inventa una tarea, de hecho, tu lindo hermano dejó un trabajo para el lunes —bajó la voz al decir eso. —¿Por qué no dices que te quedarás en la casa de tu amiga para hacerlo?
Miré a Guille sonrojada. Eso había sido una invitación indirecta para ella. Podría ceder, cumplirle su deseo de ir a la fiesta del chico que le gustaba, pero aún estaba enojada con ella.
—No lo sé.
—O vamos —insistió tomando mi rodilla. —Verás que los muchachos de tu edad también sabemos divertirnos.
Se puso de pie cuando sonó el timbre de recreo y me guiñó un ojo diciendo "sólo piénsalo".
—¿Tú quieres ir? —consulté a Guille que había insistido a acompañarme a casa. No sabía si por la fiesta o por mi hermano, de cualquier manera me daba lo mismo.
—No es una mala idea —se encogió de hombros como retándole importancia. Tan obvia.
—Pero sabes que no estás invitada sin mí —dije maliciosamente. Ella asintió sin mirarme. —De acuerdo, iremos
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Trilogía Imposible: 1. Imposible (Editando)
Teen FictionEllos no eran como el agua y el aceite. Ellos eran como el agua y el fuego. No había manera posible de que ellos estuvieran juntos.