4. Absurdo.

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Idiotamente me prendí de su mirada. No tenía claro si estaba siquiera respirando o si lo hacía con normalidad. Todo era muy confuso para mí en ese momento. Yo probablemente había soñado lo que acababa de ocurrir.

—Tu teléfono... —tragué saliva y corrí mis ojos de los suyos.

Siempre, siempre que lo miraba, miraba a sus ojos porque desviar mis ojos a sus labios sería algo absurdo, él era mi hermano.

Tomé el teléfono y vi la llamada entrante: Guille.

Carraspeé empujándolo de mi cama para ponerme de pie y le indiqué que saliera, todo esto de mala gana, se supone que no nos llevábamos tan bien, sólo había sido un momento de debilidad. Él revolvió mi cabello y salió arrastrando los pies. Eso había sido intenso.

—¿Qué haces? —consulté a mi compañera que comenzó a relatarme la espectacular fiesta que comenzaba a armarse en la casa de junto. Me dijo que quería ir y que las muchachas ya estaban en camino, nada malo para conseguir algún otro chico.

Miré la hora, apenas pasaban de las diez. La hora perfecta. Inmediatamente le dije que sí y me arreglé lo más rápido que pude.

Bajé corriendo las escaleras y sentí la pesada mirada de la los presentes en mí.

—Tú no saldrás así y menos hoy —dictaminó Fidel frunciendo el ceño. Le devolví el gesto. —Mírate.

Lo hice. Mini falda, remera descotada, tacones y un saco por si hacía frío. Nada más fuera de lo normal que la ropa se usaban en las fiestas. Me encogí de hombros y busqué mis llaves.

—No, sé lo que estás haciendo —continuó acercándose a mí para sacarme mis pertenencias. —Estás dolida, lo sé, pero no saldrás a buscar otro así tan rápido. Tomate uno días.

—No Fidel.

—No era una propuesta. Te quedarás en casa.

—No discutas —intervino Rocco con un pequeño ¿gato? Entre sus manos. Qué hacía con un Gato, no podíamos tener mascotas, nunca nos habían dejado. —Papá, mamá y Lucy salieron a comer a casa de Roxy así que no podemos salir. Hasta Fidel debió cancelar sus planes —me miró de pies a cabeza poniendo un gesto de desagradado en su rostro. —Pareces una zorra. Cámbiate.

—¡¡Los Odio!! —grité haciendo berrinches con los pies. —¡A los dos!

Dejé las llaves, ruidosamente, en su lugar y corrí a la parte superior. Respiré pesadamente para calmarme durante varios minutos antes de cambiar mi ropa. Quería quedarme encerrada allí, no ver a ninguno de los dos por muchos años, pero mi traicionero estómago reclamó por comida.

Descendí captando sus miradas triunfadoras en mi persona y pasé directamente a la cocina. Claramente no había comida y al parecer, ninguno de los dos hombrecitos, estaba dispuesto a cocinar.

Preparé mi especialidad, pollo con arroz, mientras los oía reírse con un tonto programa. La ventaja de que nuestros padres no estuvieran presentes era que podíamos cenar en living, de lo contario ellos no nos dejaban. Las apariencias siempre estaban primero y las comidas debían ser en familia.

—Espero que estén contentos de no ser tíos nunca —dije dejando sus platos frente a ellos y sentándome en el suelo para comer el mío. —Si hubiera salido en este momento estaría conquistando a algún lindo y estúpido adolescente.

—Tú eres una adolescente —me recordó Fidel sin evitar reírse.

—Cállate.

—¿Por qué quieres un novio? Vive la vida —dijo Rocco desinteresadamente.

Trilogía Imposible: 1. Imposible (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora