• VI

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Esa mañana, luego de que Fernanda se fuera, Mayte se encontraba completamente perdida en sus pensamientos, con su corazón destrozado y un poco de odio hacia ella misma por haberla tratado de aquella manera.

Necesitaba hablar con alguien, escuchar un consejo, un regaño o algo. Sabía que solo con Isabel podía hablar, ella era la única que podía entenderla siempre, sin importar nada.

Luego de haberse arreglado un poco, se dirigió a la casa de su hermana mayor, que estaba tan solo a algunas cuadras.

Cuando llegó, Isabel la recibió con una sonrisa y un abrazo cálido. "Chi, ¿qué te trae por aquí tan temprano?", preguntó, notando cierta angustia en su hermana.

"Necesito hablar contigo, gordita", dijo, caminando junto a ella hacia la sala.

Segundos después, apareció Ilse con dos tazas de café. Al ver a su cuñada, se acercó a ella con una gran sonrisa y la abrazó con fuerza, dándole una pequeña palmada en su trasero, haciéndola reír.

"No me parece que mi novia ande tocando el trasero de mi hermana", habló Isabel, mirando a Ilse con una pizca de enojo.

"No empieces con tus celos, mi amor. Sabes bien que el único trasero que me gusta es el tuyo", dejó un beso en su mejilla, provocándole una sonrisa.

Mayte se sentó en el sofá, sus manos temblaban ligeramente mientras jugaba con uno de los cojines que lo adornaban. Isabel e Ilse, la miraban con preocupación desde el otro extremo de la sala.

"Bueno, chiqui, ¿de qué querías hablar?", preguntó, dando un sorbo a su taza de café.

Mayte respiró hondo y pasó una mano por su cabello. Sentía como si estuviera a punto de romperse en mil pedazos. Sin importarle la presencia de su cuñada, contó lo sucedido la noche anterior.

"Anoche... anoche Fer y yo nos acostamos", murmuró, bajando la mirada al suelo.

Un silencio denso llenó la habitación por un par de segundos. Isabel arqueó una ceja y esbozó una pequeña sonrisa, luego de haber intercambiado miradas con su pareja.

"Bueno, honestamente nunca imaginé que llegarían a eso... tan pronto. Pero, no puedo juzgarlas, May. Ambas son adultas y saben lo que hacen... creo". 

Mayte, claramente desesperada, hundió su rostro en el cojín que estaba sobre sus piernas. Las lágrimas comenzaron a caer silenciosamente, empapando la tela.

Al darse cuenta de que sus palabras no ayudaron en nada, Isabel se acercó a su hermana, buscando consolarla. Acarició su cabello con ternura, mirando a Ilse sin saber muy bien que hacer.

"Tranquila, hermana, todo estará bien", dejó un beso en su cabeza, pero nuevamente, sus palabras fueron un intento fallido.

El llanto de Mayte aumentó, volviéndose desesperado y la angustia de Isabel se hacía más grande, al no saber cómo ayudarla.

Unos segundos después, Isabel decidió preguntar: "¿Paso algo más? No creo que estés así solo por haberte acostado con la Negri".

Mayte levantó la cabeza, haciendo notar sus ojos hinchados y rojos. "Sí, en la mañana le dije que lo de anoche había sido un error, lo cual no es verdad. No quise decir eso, solo estaba asustada y confundida. Me siento terrible", dijo, sintiendo las suaves manos de su hermana en sus mejillas, limpiando cada gota que derramaba.

Ilse, tratando de aliviar el ambiente, comentó con una sonrisa torcida: "¡Caray, Maytis! Definitivamente tomar buenas decisiones no es lo tuyo".

Isabel la miró seriamente, sin encontrar la gracia en su mal intento de chiste. Mayte, solo pudo continuar llorando, recostando su cabeza en el hombro de su hermana, quien no tardó en abrazarla.

"Lo siento", susurró Ilse, mordiendo su labio, sintiéndose culpable.

"Escucha, May, sé que esto no es fácil, pero aquí nos tienes a nosotras. ¿Que te parece si salimos un rato? Necesitas despejar la mente", propuso Isabel.

Mayte respiró profundamente, tratando de tranquilizarse. Su llanto se fue calmando, y asintió débilmente. "Sí, supongo que eso me ayudará".

Las tres se levantaron y caminaron juntas hasta el auto. Isabel e Ilse, una a cada lado de Mayte, sosteniéndola con firmeza y delicadeza a la vez, hablando para distraerla un poco.

Su destino, era el centro comercial. El trayecto fue tranquilo, con Ilse haciendo comentarios ligeros e Isabel señalando cosas interesantes por la ventana.

En la noche, después de una tarde de distracciones, de paseos por tiendas y gastos en sus tarjetas, las tres decidieron ir a un restaurante en el centro de la ciudad. Mayte se encontraba algo mejor, su ánimo había mejorado ligeramente.

Mientras se sentaban en la mesa, Mayte  miró a su alrededor, disfrutando del cálido resplandor de las velas y la suave música de fondo. El ambiente del restaurante parecía prometer una noche tranquila, algo que Mayte necesitaba. La conversación entre ellas fluía naturalmente, y por momentos, Mayte incluso se permitió reír con algunos de los chistes de su cuñada.

Sin embargo, todo cambió cuando Mayte sintió un nudo en su estómago, al ver a Fernanda ingresar al restaurante de la mano de su esposo. Su corazón se aceleró y su rostro se tensó visiblemente. Isabel e Ilse notaron el cambio inmediato en su actitud.

"¿Qué pasa, Mayte? Pareces haber visto a un fantasma", dijo Isabel, frunciendo el ceño.

Mayte no pudo responder, sus ojos se encontraban puestos en la pareja que conversaba con un mesero. Fernanda también las vio unos segundos después y su expresión cambió de sorpresa a incomodidad. Héctor, ajeno a la tensión entre las mujeres, sonrió y se acercó a saludarlas.

"¡Buenas noches, mujeres hermosas! Qué coincidencia verlas aquí", dijo él alegremente. "¿Les importa si nos sentamos con ustedes?".

Sin poder negarse, las tres mujeres asintieron, aunque la incomodidad era palpable. Mayte apenas pudo esbozar una sonrisa, tratando de mantener la compostura mientras Fernanda y Héctor tomaban asiento.

ERES TODO PARA MÍ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora