• XII

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Fernanda se sentó a su lado, mirando con tristeza sus ojos rojos y lagrimosos. Paso suavemente una de sus manos por la pierna de Mayte, al mismo tiempo en el que la tomaba del mentón para conectar sus miradas.

"No podía dejar las cosas así, May.
Necesitamos hablar", dijo con su voz firme pero llena de una tristeza profunda.

Mayte se levantó rápidamente de la cama, negando con la cabeza y comenzó a jugar nerviosamente con sus manos. "¿Hablar de qué, Fernanda? ¿Acaso no fui lo suficientemente clara contigo?".

Fernanda bajo su mirada y suspiró. "¿Por qué te empeñas en hacerme sufrir? Sé que lo que me dijiste no es lo que realmente sientes. Puedo comprender que esto sea confuso para ti y que tal vez tengas miedo, pero no es justo que por esas inseguridades me destroces cada día más".

"¿Y tú? ¿Crees que no me destrozaste con las palabras que le dedicaste a tu esposo? Me sentí muy mal, Fernanda. Pero tranquila, yo entiendo. Mi compadre es el mejor hombre del mundo, merece eso y mucho más".

Fernanda se acercó a ella sonriendo. La miró a los ojos negando con la cabeza y acarició delicadamente su rostro. "¿Cómo puedes ponerte celosa después de haberme dicho que no sentías nada por mí? Deja de ser tan terca, May. Admite que me amas tanto como yo lo hago".

El silencio se instaló entre ellas. Mayte no sabía que responder, tampoco quería hacerlo. La mano de Fernanda deslizándose por su rostro lograba ponerla más nerviosa de lo que ya estaba y le dificultaba su intento de expresarse.

"Sí, Fernanda, sí. Te amo con mi vida entera, pero esto no puede ser", logró confesar luego de unos segundos, mientras las lágrimas empapaban sus mejillas.

"Si lo dices por mi matrimonio, sabes que las cosas entre nosotros no están bien, y ahora que sé que me amas, estoy más que decidida a divorciarme",

Mayte se alejó de ella frustrada. Tomó sus cabello entre sus manos acariciando suavemente, mientras su llanto se hacía más fuerte. "No es solo por eso, son muchas cosas que no nos permiten estar juntas. Principalmente tus hijas. ¡Dios, Fernanda, Paloma es mi ahijada! ¿Cómo crees que ella reaccionaría? Nuestras familias, nuestro público....".

"A mi solo me importas tú, mi May. Y mis hijas... yo las conozco más que nadie en este mundo y sé que aunque al principio no será fácil, ellas terminarán entendiéndolo".

Mayte se cruzó de brazos, mirándola atentamente, luego de haber calmado un poco su llanto. "Eso no me da ninguna tranquilidad", suspiró, sentándose en el cama. "Yo creo que mejor hablamos mañana con más calma. Ahorita estoy muy alterada y siento que la cabeza me va a reventar".

Fernanda asintió, soltando un suspiro. Ambas sabían que había mucho más que decir, pero por esa noche, el cansancio y el dolor necesitaban un respiro.

"Quédate... pero dormirás en la otra habitación", dijo Mayte con suavidad, aún con lágrimas en los ojos.

"Está bien. La verdad no tengo ningún ánimo de llegar a mi casa. ¿Me prestas algo para dormir?", Mayte asintió suavemente, dirigiéndose a su closet.

Los primeros rayos del sol se filtraban a través de las cortinas cuando Mayte despertó. Se levantó lentamente, dirigiéndose a su baño. Miró su reflejo en el espejo. Sus ojos estaban hinchados por el profundo llanto en el que se sumergió la noche anterior.

Una vez lista para comenzar su día, salió de la habitación. El aroma a café recién hecho la envolvió mientras bajaba las escaleras, guiándola hacia la cocina. Ahí estaba Fernanda, con una sonrisa tímida y una mesa perfectamente arreglada con un desayuno delicioso.

"¡Buenos días, May! No quise quedarme con las ganas de prepararte un buen desayuno. Espero que todo esto te guste", sonrió, mientras se sentaba en la silla dando un sorbo a su café.

Mayte no pudo evitar sonreír ante el gesto. Se sentó junto a ella mirando alegremente todo lo que había preparado. "Gracias, Fer".

Fernanda asintió, recogiendo un pedazo de tostada. Después de unos momentos de silencio, finalmente habló. "May, anoche estuve pensando mucho, la verdad no logré dormir casi nada. El punto es que, quiero darme una oportunidad contigo...".

Mayte sintió atragantarse con el jugo ante las palabras de Fernanda. Limpio cuidadosamente sus labios con una servilleta, mientras recuperaba la compostura. "Yo también quiero que nos demos una oportunidad. Pero esto es muy complicado, Fer. No eres una mujer libre y yo... no sé si estoy lista para una relación".

Fernanda la miró comprensiva, tomando su mano entre la suya. "Entiendo tus miedos y tus inseguridades, créeme que lo hago. Pero quiero que tengas la seguridad de que no pienso hacerte sufrir..."

"No tienes porque decírmelo, negrita. Te conozco perfectamente y confío en ti. Sé que no me lastimarías".

Fernanda se acercó lentamente hacia su rostro, conectando sus miradas, mientras su sonrisa se ampliaba. "¿Entonces? ¿Lo intentamos?".

Mayte sonrió nerviosamente, acercándose más. "Sí, Fer, intentémoslo. Pero vamos paso a paso, es lo único que te pediré por ahora. No te presionaré con tu matrimonio, pero si de verdad quieres estar conmigo, tienes que solucionar eso pronto".

Fernanda dejó un rápido beso en sus labios, provocando risas en ambas. Luego, se aparto un poco de ella y agarró los celulares que estaban sobre la mesa. Apagó ambos dispositivos, mirándola con determinación.

"Quiero que nos tomemos un tiempo para nosotras, sin distracciones", dijo al notar la mirada confusa de Mayte. 

"¿Qué tienes en mente, negrita? Tampoco podemos hacer nada sin avisar. Isa debe estar preocupada".

"Te prometo que cuando regresemos hablaremos con ella. Por ahora, vístete cómoda y empaca algunas cosas. Vamos a salir y pasar unos días lejos de todo esto".

ERES TODO PARA MÍ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora