• XVIII

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Fernanda regresó a su casa y cerró la puerta con cuidado, sintiendo el peso de la tarde que había pasado con Mayte aún en sus hombros. Al entrar, el sonido del silencio la envolvió, solo roto por el susurro del aire acondicionado. Caminó despacio por el pasillo, sus pasos apenas audibles sobre el suelo de madera.

Se dirigió a la sala y all llegar, vio a su esposo sentado en el sofá, con una botella de whisky a su lado y un vaso en la mano.
Sus movimientos eran meticulosos, mientras vertía el licor en el vaso y lo bebía a sorbos lentos. Ella se acercó con cautela, una mezcla de nerviosismo y determinación en su corazón, y se sentó a su lado.

El sintió cuando Fernanda se sentó a su lado y decidió ignorarla por un momento. Continuó mirando fijamente hacia alguna parte del lugar, como si la presencia de Fernanda no alterara en lo más mínimo su estado de ánimo. El silencio entre ellos se hizo denso e incómodo para ambos. Tras varios minutos de tensión palpable, él finalmente rompió el silencio.

"Estuve toda la tarde pensando...", dijo, su voz ronca y cargada de emociones contenidas. "Y he comprendido muchas cosas".

Fernanda sintió un nudo en la garganta, pero se mantuvo en silencio, permitiéndole continuar.

"Odio no haberme dado cuenta antes de lo que realmente sentías", prosiguió él, con una tristeza inmensa.

Ella permaneció callada, sus ojos fijos en el suelo, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para responder. Él la miró por primera vez en la conversación, con una mezcla de dolor y resignación.

"Dime, mija... Fernanda", su voz tembló ligeramente. "¿Quién es la persona de la que estás enamorada?".

Fernanda tragó saliva, sintiéndose atrapada por la pregunta. Aún no se sentía preparada para hablar sobre sus sentimientos hacia Mayte y mucho menos hablarlo con él, así que optó por la verdad parcial.

"Lo sabrás en su momento. No es una situación fácil, pero nos amamos", dijo con toda la sinceridad del mundo, intentando ser cuidadosa para no causarle otro dolor.

Él asintió lentamente, confirmando con cada evasión de Fernanda sus sospechas sobre la persona que se robó el corazón de su esposa. Se levantó cuidadosamente del sofá y se acercó a ella para dejarle un beso demorado en la frente. "Espero que seas feliz", dijo finalmente, su voz apenas un susurro. "Te daré el divorcio. Puedes llamar a un abogado cuando quieras".

Fernanda levantó la vista, sorprendida por la serenidad en sus palabras, y le agradeció con una sonrisa. "Gracias, mijo".

"Si quieres, puedes quedarte aquí hasta que solucionemos todo con los abogados", añadió, antes de irse a su habitación.

Él se dirigió a la escalera y subió a su habitación, dejándola sola en la sala. Fernanda respiró hondo, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. Se levantó y fue hasta la cocina, buscando una botella de tequila. Sacó un vasito del armario, regresó a la sala y se envolvió en una manta. Necesitaba algo fuerte, pero no quería emborracharse.

Con la manta envuelta alrededor de sus hombros, salió al balcón. El aire fresco de la noche le acarició el rostro mientras se sentaba en una de las sillas de mimbre. Colocó el vaso y la botella sobre la mesa, observando las estrellas en el cielo. Mientras tomaba pequeños sorbos de tequila, sus pensamientos volaron hacia Mayte, hacia las palabras de su esposo.

El alcohol le calentaba la garganta, mientras se sumergía cada vez más en sus pensamientos. Poco a poco, el ritmo de su respiración se hizo más lento, sus párpados se volvieron pesados y, finalmente, se quedó dormida allí, bajo el manto de la noche.

Fernanda sintió una mano cálida sacudiendo suavemente su hombro. Abrió los ojos lentamente, parpadeando ante la luz del sol que empezaba a bañar el balcón. Frente a ella, sus dos hijas la miraban con preocupación y ternura.

ERES TODO PARA MÍ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora