• XIII

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Fernanda condujo en silencio al principio, concentrada en la carretera mientras Mayte observaba el paisaje que pasaba rápidamente por la ventana. La tensión de la noche anterior todavía flotaba en el aire, pero ambas sabían que necesitaban este tiempo juntas.

Fernanda lanzó un suspiro, mirando de reojo a Mayte. "Sé que estás nerviosa, mi May, yo también lo estoy. Pero estos días precisamente son para olvidarnos así sea un poco de todo lo que está pasando."

Mayte le sonrió con suavidad, colocando una mano reconfortante sobre la pierna de Fernanda. "Lo sé, mi negra, créeme que es lo que más necesito en este momento. Pero no puedo dejar de pensar en los problemas que tendremos apenas regresemos".

Mientras tanto, en la ciudad, la ausencia de ambas empezaba a generar preocupación. Rocío, miraba su celular con frustración, sin ninguna respuesta a sus llamadas. En casa de Isabel, junto a ella y la hija menor de Fernanda, Paloma, intentaban descifrar que estaba pasando.

"¡Esto es increíble!", exclamó Rocío, paseándose de un lado a otro. "Tanto Fernanda como Mayte tienen el celular apagado. ¡No puede ser! ¿Dónde están?".

Paloma, sentada junto a Isabel, jugueteaba con sus dedos, intentando no parecer demasiado preocupada. "Tal vez se fueron de viaje otra vez", murmuró, recordando vagamente la última vez que su madre desapareció de manera similar.

Rocío se detuvo y frunció el ceño. "¿De viaje? ¿Qué quieres decir con 'otra vez'?".

"Hace unos días mis papás discutieron y mamá se fue de viaje con mi madrina para distraerse. Últimamente las cosas entre ellos han estado muy mal, así que supongo que por eso mi mamá se fue del concierto".

Isabel, consciente sobre la situación de Mayte y Fernanda, intervino al escuchar el relato de su 'sobrina'. "Sí, sí, puede ser eso. Mi hermana ha estado apoyado mucho a Fer con todos los problemas en su matrimonio".

Rocío levantó una ceja, claramente molesta y confundida. "No sé, esto está muy raro. Yo espero que ellas aparezcan pronto y tengan una muy buena explicación".

De vuelta en el auto, Mayte y Fernanda comenzaron a relajarse a medida que se alejaban de la ciudad. Mayte inevitablemente, miró a Fernanda con una dulce sonrisa, admirando su perfil mientras conducía. "Eres tan hermosa, negrita", retiró algunos mechones de su rostro, obteniendo una mejor visión de ella.

Fernanda mordió sonriente su labio inferior, mirándola por un par de segundos con sus verdosos ojos brillosos. "¿Estás buscando que me enamore más de ti, María Teresa?".

Mayte soltó una pequeña risa, sin dejar de mirarla. "Tal vez", susurró, dejando un beso sobre su mejilla.

El resto del viaje continuó con normalidad. Por momento se sumergían en pláticas cómodas, volviendo menos aburrido el trayecto. La música que las acompañaba les brindaba momentos de distracción, en los cuales se perdían en el ritmo moviendo la cabeza de un lado al otro o simplemente tarareando la letra.

Finalmente, una cabaña apareció ante ellas, rodeada de árboles altos y un aire de paz que parecía envolver todo. Fernanda estacionó el auto y ambas se quedaron en silencio por un momento, asimilando la tranquilidad del lugar. "Llegamos", susurró Fernanda, mirando a Mayte con una sonrisa tímida.

Mayte sonrió entusiasmada al ver al lugar tan tranquilo y hermoso. "No conocía esta cabaña, Fer. ¡Es una belleza!".

"¿Verdad que sí? Era de una amiga cercana que se tuvo que mudar y me ofreció comprarla, yo acepté sin decirle a nadie y llevo algún tiempo sin venir. Me pareció una gran idea volver contigo".

Ambas bajaron del auto e ingresaron a la cabaña. La mirada de Mayte recorrió cada parte del lugar, sintiendo la calidez que le brindaba. Fernanda, observó la amplia sonrisa dibujada en el rostro de Mayte y su mirada se tornó brillosa.

"¿Sabes que confirmó cada vez que me miras de esa manera?", preguntó Mayte acercándose a ella, viendo como Fer negaba suavemente con la cabeza. "Que tus ojitos son los más lindos del mundo".

Fernanda tomó la mano de Mayte, entrelazando sus dedos. "Siento que estoy soñando, May, y no quiero despertar".

Se fundieron en un cálido abrazo, cargado de muchas emociones. Mayte dejó un beso sobre el hombro de Fernanda y luego se dirigió hacia el segundo piso, animada por conocer el lugar que sería su refugio por unos días.

A pesar del tiempo que Fernanda llevaba sin ir al lugar, todo estaba perfectamente acomodado, cada cosa cuidadosamente puesta en su lugar. Las habitaciones eran amplias, perfectas para un viaje familiar. Mayte se visualizó junto a las hijas de Fernanda, Isabel, Ilse y Joss compartiendo un divertido fin de semana.

Se sentó sobre la cama de la cual sería su habitación. Soltó un suspiró mientras su mente le mostraba la perfecta imagen de todos juntos en la cabaña. Se dejó caer hacia atrás, limpiando una lágrima que rodó por su mejilla. "Solo espero no arrepentirme de estar contigo, negrita".

Mientras tanto, Fernanda, lejana a los pensamientos tormentosos que invadían a Mayte, decidió preparar algo para la cena. Se deslizaba rápidamente por la cocina limpiando antes de comenzar con su preparación. Acompañó su tarea con una suave melodía y una copa de vino.

Su alegría era evidente, pues después de muchos años sentía el amor verdadero vibrar en su corazón. Pero, sentía un miedo inmenso, el cual estaba ignorando por completo. Aunque intentó hacerle ver a Mayte que todo saldría bien, la realidad es que ella no podía dejar de pensar en los problemas que una relación amorosa entre ellas podría traer.

Una parte de ella le decía que sus hijas lo entenderían, al fin y al cabo, la única opinión que le importaba era la de ellas. Pero, otra parte le decía que las cosas no saldrían tan bien como ella quería creer.

Su mirada se encontró perdida, cuando todas esas dudas se hicieron presente. No quería aceptar la posibilidad de que algo saliera mal, por miedo a perder a Mayte ahora que la tiene a su lado. 

Sacudió su cabeza y soltó un largo suspiro. Dio un sorbo a su copa y cambió la expresión preocupada de su rostro, por una sonrisa que podía iluminar la noche que comenzaba a caer.

Finalmente, haciendo una pausa a sus pensamientos, cenaron entre risas y anécdotas, olvidándose del miedo que cada una estaba sintiendo. La noche para ellas culminó en un momento de cercanía y pasión que selló su vínculo de una manera única e inolvidable.

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