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Al amanecer, Fernanda despertó con una sonrisa, estirando su mano buscando a Mayte a su lado, pero la cama estaba vacía. Se sentó rápidamente, mirando alrededor de la habitación. La ropa que había dejado en el suelo la noche anterior no estaba por ninguna parte.

"May...", llamó, esperando una respuesta, pero solo obtuvo silencio.

Sin saber qué hacer, se levantó y tomó la bata que estaba sobre el pequeño sillón. Al cubrir su cuerpo, salió en busca de Mayte.

Luego de un rato buscándola en cada rincón de la casa, la encontró haciendo ejercicio, completamente concentrada, tratando de despejar su mente.

"May, ¿dónde está mi ropa?", preguntó con suavidad, acercándose a ella.

Sin mirarla a los ojos, Mayte respondió: "Se la di a Mica para que la lavara".

Fernanda asintió, acomodando mejor la bata en su cuerpo. Notó la distancia que Mayte estaba mostrando hacia ella y solo pudo sentir dolor.

"¿Por qué no me despertaste? Pude haber preparado algo para desayunar", dijo con cierta tristeza.

Mayte detuvo sus movimientos y volteó a verla. Comenzó a sacar cuidadosamente el sudor que viajaba por su cuerpo y respiró hondo antes de hablar.

"Fer, lo que pasó anoche... no se va a volver a repetir. Fue un error", confesó con dolor, ignorando por completo lo que Fernanda había dicho. Una presión en su pecho se hizo presente, sintiendo el peso de sus propias palabras.

Fernanda impresionada por lo que acababa de escuchar, habló: "¿Un error?", su voz se quebró. "¿Eso fue para ti?".

"Sí, Fer. Tú estás casada y tienes dos hijas, yo no pienso meterme en medio", dijo, intentando mantenerse firme, pero su dolor era evidente.

"Pero, May... yo te amo, te amo con todo mi corazón. Estoy enamorada de ti", sus lágrimas comenzaron a brotar por sus mejillas.

"No, Fer, no puedes estar enamorada de mí. ¡Eso es una locura! No solo porque estás casada, sino también porque somos pri...".

Fernanda la interrumpió rápidamente. "Ni se te ocurra decirlo, ya me quedó claro todo. Tráeme mi ropa, por favor", habló con fuerza en su tono.

"Negra...", intento acercarse a ella, pero Fernanda retrocedió unos pasos.

"No, no quiero escucharte, Mayte. Por favor, tráteme mi ropa", paso su mano por sus mejillas, limpiando algunas lágrimas.

Mayte asintió en silencio, sintiendo cómo su corazón se rompía en mil pedazos. Fue en busca de la ropa de Fernanda, reteniendo sus ganas de llorar.

Fernanda se vistió lo más rápido posible, no quería estar ahí ni un minuto más.

Mientras manejaba de regreso a su hogar, Fernanda no podía dejar de llorar pensando en todo lo que había pasado. Y aunque deseaba con todas su fuerzas estar con Mayte, sabía que ella tenía razón.

Al llegar a su casa, una punzada de culpa mezclada con tristeza se hizo presente en su pecho, al pensar en Héctor y en sus hijas. Sabía que no merecían lo que estaba ocurriendo en su corazón, pero no podía evitarlo. Han sido más de cuarentena años guardándose ese sentimiento, y ahora que descubrió lo que era estar con el verdadero amor de su vida, sería más difícil ocultarlo.

Siguió el aroma a café recién hecho hasta la cocina. Fue recibida por una amplia sonrisa por parte de su esposo y el sentimiento de culpa creció.

"Buenos días, mija", dijo, acercándose para besarla. Fernanda forzó una sonrisa, tratando de ocultar las emociones que la rodeaban.

Sin embargo, él notó su ánimo decaído y supuso que se debía a la discusión que habían tenido la noche anterior, una de tantas sobre diferentes opiniones.

"Siento mucho lo de anoche", dijo, mientras sacaba de detrás de su espalda un ramo de flores, las favoritas de Fernanda. "Te traje esto como una disculpa. No quiero que estemos mal".

"Gracias, mijo", respondió lo más clara que pudo, aunque en su mente seguían las dolorosas palabras de Mayte. "Están hermosas".

Él la observó con preocupación. "¿Estás bien?", preguntó, mirando la tristeza en sus ojos.

"Sí, solo estoy algo cansada", mintió, sabiendo que la verdad era mucho más compleja y dolorosa. "Voy a darme un baño, ¿puedes ponerlas en un florero?", preguntó entregándole las flores, a lo que él asintió.

Subió las escaleras, sintiendo el peso de sus emociones encima. En el pasillo, se cruzó con su hija mayor, María, quien notó inmediatamente algo raro en su mamá.

"Ma, ¿estás bien?", preguntó preocupada, acariciando su brazo.

Fernanda se acercó a su hija y dejó un beso en su frente. "Sí, mi Maricu, todo bien. Nada más que un simple dolor de cabeza".

María la miró con desconfianza, pero decidió no insistir. "Esta bien, ma. Te buscaré una pastilla".

Fernanda le agradeció y se encerró en el baño. Se desnudó lentamente, notando algunas marcas que Mayte había dejado en su cuello y en otras partes de su cuerpo. Suspiro restándole importancia y se metió bajo el agua caliente, buscando olvidarse de todo por un momento.

ERES TODO PARA MÍ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora