Advertencia: El siguiente relato contiene contenido extremadamente gráfico y violento que puede resultar perturbador para algunas personas. Se recomienda discreción al leer.
Me llamo Marliet y tengo 12 años. Cada vez que hago bien mis deberes o saco buenas notas en la escuela, mi padre me recompensa con dos dólares. Al final de cada mes, voy a la tienda de galletas y me paso todo el día comiendo toda clase de galletas.
Un día, mi padre me llevó a la tienda y me dijo que me recogería a las 6 después de recoger a mi madre del trabajo. El dueño de la tienda sabía que yo iba todos los meses, así que ese día también me permitió tomar limonada gratis.
Eran aproximadamente las 4 de la tarde y yo estaba sentada en un banco fuera de la tienda, comiendo galletas, cuando un hombre se me acercó y me dijo: "Eres muy guapa, pequeña". Recordé mis modales y le dije: "Gracias". El hombre se sentó a mi lado y me dijo que tenía una habitación llena de muñecas y todo tipo de dulces en su casa. Le dije: "Debe ser usted muy rico para tener todo eso. En mi casa solo tengo un pequeño televisor".
Él me dijo: "Puedes venir conmigo". Yo le dije: "Está bien, iré, pero déme tiempo para terminar mi libro". Mientras leía, le di una de mis galletas. Él la tomó nerviosamente. Mientras terminaba el libro, acercó su mano a la mía y la acarició con sus grandes dedos. Yo aparté mi mano. Él la volvió a agarrar y yo le dije: "Si no me suelta, no podré terminar mi libro y no iré con usted". Me dio un poco de privacidad.
Miré la hora en mi reloj. Ya eran las 6. Le dije: "Ya estoy lista para ir a su casa, señor". Mientras caminábamos hacia el estacionamiento, el dueño de la tienda me miró con una cara extraña.
Llegamos al estacionamiento. ¡Qué bien se sintió ver a mi padre agarrar a ese hombre de 1,80 metros de altura y meterlo en el maletero! Paramos en un bosque. Mi madre conduce muy bien. Mi padre y yo, con nuestros cuchillos, quitamos la piel de los brazos y los pies. Quitar la piel de los pies es más complicado, pero el resto es más fácil. Eliminamos los pies y las manos. Esas partes no nos gustan. Las lanzamos al fuego.
La mejor parte es el tórax y las costillas.
El dueño de la tienda me da limonada y siempre le llama cuando algún pedófilo se acerca a la tienda. Él no se come a las malas personas porque a él también le gusta la carne humana.
Creo que mis padres y yo hacemos del mundo un lugar mejor.
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"Susurros De La Madrugada"
KorkuEn las páginas de "Susurros de la Madrugada : Relatos Macabros", se ocultan sombras y secretos que acechan en los rincones más oscuros de la mente humana. Este libro te invita a adentrarte en un mundo de pequeñas historias macabras, tejidas con hilo...