Hinata estaba hundida en una profunda depresión. La noticia del divorcio de Sakura y Naruto la había devastado. Se negó a comer, a cuidar su apariencia y pasaba los días medicada, sumida en un abismo del que parecía no poder salir. Ni siquiera le importaban sus hijos, y se negaba a salir de la cama. Sabía que si Sakura se había divorciado, era para pasar más tiempo junto a Sasuke.
Sasuke visitaba la casa familiar apenas dos días a la semana, y lo hacía solo para ver a sus hijos. Hinata aprovechaba esas visitas para amenazarlo, pero a él ya no le importaba. En una de esas ocasiones, Hinata finalmente cumplió una de sus amenazas: tomó tantas pastillas que terminó internada en el hospital. Solo algunos miembros de la familia real, incluida la reina, estaban al tanto de la situación.
La reina, sin remordimiento alguno, declaró a Hinata no apta para criar a los príncipes y los removió de su cuidado. Tal y como lo había dicho Sasuke, la reina le permitió a Hinata ser madre hasta que ya no la consideró apta. Hinata tuvo que mantener terapia constante e incluso someterse a rehabilitación si quería estar un par de horas cerca de sus hijos. No pudo hacer nada al respecto, pues no había autoridad más alta que la de la reina. Resignada y completamente sola, Hinata se enfocó en su terapia, aunque en ocasiones buscaba por todos los medios encontrarse con Sasuke.
Eran pocos los eventos a los que debían asistir juntos a pedido de Sasuke, pues apenas y toleraba estar cerca de ella. Ambos tenían que fingir que eran un matrimonio estable y lleno de amor. Eran esos momentos que Hinata aprovechaba para rogarle a Sasuke que volviera a casa con ella.
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La reina la recibió en su despacho privado, un lugar imponente con paredes cubiertas de retratos de la realeza, que parecían observar cada movimiento con juicio y desaprobación.
—Majestad, por favor —suplicó Hinata, arrodillándose ante la reina—. No me separe de mis hijos. Haré lo que sea necesario. Solo denme una oportunidad más.
La reina la observó con frialdad, sin un atisbo de compasión en sus ojos.
—Hinata, tu comportamiento ha sido inaceptable. No puedo poner en riesgo la vida de los príncipes. Recuerda la vez que te arrojaste por las escaleras estando embarazada de Daisuke. No puedo permitir que sigas poniendo en peligro a mis nietos.
Hinata sollozó, aferrándose al borde del escritorio de la reina.
—He cambiado, lo juro. Estoy en terapia, estoy tratando de mejorar. Por favor, déjame estar con mis hijos.
La reina se levantó de su silla, caminando lentamente alrededor del escritorio hasta situarse frente a Hinata.
—No es suficiente, Hinata. Tus acciones han demostrado que no eres apta para cuidar de ellos. Esta decisión es final. Debes enfocarte en tu recuperación. Tal vez en el futuro, si muestras una mejora significativa, consideraremos permitirte pasar más tiempo con ellos. Pero por ahora, esto es lo mejor para todos.
Hinata asintió, derrotada, mientras las lágrimas caían libremente por su rostro.
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En un lujoso salón de baile en Nueva York, decorado con opulentos candelabros y largas mesas cubiertas de manteles de encaje, Hinata y Sasuke asistían a un evento de las Naciones Unidas. La música suave llenaba el aire mientras las parejas bailaban en la pista.
—Por favor, Sasuke, pasa esta noche —susurró Hinata mientras bailaban, intentando mantener una sonrisa en su rostro—. Te echo tanto de menos. No pido más que esta noche junto a ti.
Sasuke intentó mantener la compostura cuando el presidente de los Estados Unidos, sin querer, chocó con él mientras bailaba con la primera dama.
—Déjame en paz —respondió Sasuke entre dientes, sin perder la sonrisa para las cámaras—. No volverá a pasar otra noche junto a ti. Las noches que compartí la cama contigo fueron solo para engendrar a los herederos que nos habían solicitado. No lo hice por gusto.
Hinata lo miró con desesperación.
—No seas tan cruel, Sasuke.
Sasuke suspiró, cansado, y se alejó de ella, pero luego, para mantener las apariencias, besó su mano.
—Estoy cansado de ti, Hinata —murmuró mientras fingían bailar—. Me tienes harto.
Discretamente, Sasuke la tomó de la cintura y caminaron juntos hacia la mesa, donde se disculpó con el rey de España.
—Lo siento mucho, Su Majestad, pero debemos regresar al hotel. La princesa se encuentra indispuesta.
Sasuke era un maestro mintiendo, y la gente le creyó. Cuando finalmente estuvieron en la limusina, su semblante se endureció.
—Si sigues acosándome de este modo, solicitaré que no se te envíe a ningún otro evento acompañada de mí —advirtió Sasuke—. No seas más molesta de lo necesario.
Hinata se derrumbó en el asiento, sintiendo el peso de su desesperación.
—Solo quiero que volvamos a ser una familia, Sasuke. Por favor...
Sasuke la miró con dureza.
—Hinata, ten dignidad y deja de rogar por algo que nunca tendrás, al menos no conmigo.
Las lágrimas de Hinata caían sin cesar, pero Sasuke no se conmovió.
—Te lo he dicho antes, haz tu vida en secreto con quien te plazca, busca a alguien que te ame como tanto lo anhelas —continuó Sasuke— Estoy seguro que entre tantos hombres a tu servicio, encontraras a alguien que alivie tu soledad, a mí ya déjame tranquilo.
Hinata no pudo hacer más que asentir, derrotada y destrozada. Sasuke salió de la limusina, dejándola sola con su dolor.
Puccalovelin

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The Royalty Don't Cry
FanfictionLa verdadera historia de amor es la de Sakura y Sasuke