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Hinata se encontraba sola en su habitación, sentada en el borde de la cama, con la mirada perdida. Las lágrimas caían sin cesar por su rostro. Se sentía completamente abandonada y traicionada. Había dejado de comer, descuidaba su apariencia y pasaba los días sumida en una tristeza abrumadora. Su mente estaba en un torbellino de pensamientos oscuros y desesperados.

La habitación estaba en penumbras, con las cortinas cerradas, dejando apenas entrar la luz del sol. Los muebles, finamente tallados y adornados con detalles dorados, parecían opresivos y sofocantes. Hinata se levantó y comenzó a pasearse por la habitación, incapaz de encontrar consuelo en ningún rincón de su vida.

-¿Por qué nadie me entiende? ¿Por qué no ven que solo quiero a mi familia unida?- pensaba mientras sollozaba. -Toda la familia real está en mi contra... Solo porque no me dan la razón de la forma en que quiero.

En su mente, comenzó a tejer un plan irracional.

-Si todos rechazaran a Sasuke, si él se sintiera solo... Tendría que volver conmigo. Seríamos felices, solo nosotros dos. Pero Sakura... es su culpa que no sea feliz. Es su culpa que Sasuke no me ame.

Desesperada, Hinata se golpeó el rostro con fuerza, tratando de detener el llanto, pero solo logró que las lágrimas fluyeran con más intensidad. Su reflejo en el espejo mostraba un rostro hinchado y magullado, pero eso no la detuvo. Había excedido la dosis de sus medicamentos, buscando algún tipo de alivio que nunca llegaba.

Con el paso de los días, Hinata comenzó a alucinar. En su mente, se le aparecía Kaguya Otsutsuki, una figura legendaria de sus antepasados, una reina traicionada y decapitada. Se identificaba tanto con ella, con su lucha y su caída.

Kaguya había seducido al rey hasta el punto de casi volverlo loco, su ambición y sus pecados la llevaron a la muerte. Hinata veía en ella un espejo de su propia situación.

Hinata se sentó en el suelo de su habitación, abrazándose las rodillas. La figura de Kaguya apareció ante ella, etérea y majestuosa.

—Kaguya, ¿por qué nadie me entiende? —sollozó Hinata—. ¿Por qué no puedo tener a mi esposo y a mis hijos conmigo?

Kaguya la observó con una expresión severa y compasiva a la vez.

—Hinata, yo también fui traicionada —respondió Kaguya—. Seduje al rey, jugué con su mente, y al final, me cortaron la cabeza. Mis pecados fueron muchos, pero mi amor por él fue verdadero.

—No quiero que me corten la cabeza como a ti —dijo Hinata, temblando—. Pero siento que la reina busca destruirme.

Kaguya se inclinó hacia ella, tocando su rostro con una mano fría y espectral.

—Tu odio te consume, Hinata. Debes enfrentar a la causa de tu dolor. Si es Sakura la que impide tu felicidad, entonces debes enfrentarla. No permitas que te destruyan sin luchar.

Hinata asintió, su tristeza comenzando a transformarse en un odio irracional y profundo hacia Sakura.

—Lo haré. La enfrentaré. No puedo seguir así.

Los empleados domésticos notaron el cambio en Hinata. La antes dulce y alegre princesa ahora era una sombra de su antiguo ser. Pasaba los días encerrada en su habitación, negándose a comer y a hablar con nadie. Se escuchaban sus sollozos a través de las paredes, y el personal estaba preocupado por su salud mental.

—La princesa está muy mal —susurró una de las doncellas a otra—. No sé cuánto más podrá soportar esto.

—No es solo tristeza —respondió la otra—. Algo más oscuro la está consumiendo.

Hinata, con su mente decidida, comenzó a investigar dónde se reunían Sasuke y Sakura. Sabía que enfrentar a Sakura cara a cara era su única oportunidad de intentar recuperar lo que creía suyo. Usó sus contactos dentro del palacio y pronto descubrió el lugar de las citas secretas de Sasuke.

Una noche, armada con la desesperación y el odio, salió de su habitación y se dirigió al lugar donde sabía que encontraría a Sakura. Su corazón latía con fuerza, y su mente estaba fija en una única misión: confrontar a la mujer que, según ella, le había robado su felicidad.

Hinata sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para recuperar a Sasuke. Mientras se acercaba al lugar, su odio y su desesperación la guiaban, cegándola a cualquier otra cosa.

PUCCALOVELIN 

The Royalty Don't CryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora