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Nicole caminaba rápidamente entre los trailers con luces apagadas, abrazando su cuerpo contra el frío de la noche. En sus manos, llevaba las notas que ella y Steve habían intercambiado esa mañana en clase. Cada palabra escrita en esos pequeños papeles había hecho que su corazón latiera más rápido, un recordatorio constante de la conexión secreta que compartían.

A lo lejos, en la carretera, vio el coche de Steve estacionado. Él salió del auto al verla acercarse, con una sonrisa iluminando su rostro a pesar de la penumbra. Nicole respondió con una ligera sonrisa, pero su expresión seguía siendo seria y reservada.

—Hola,— saludó Steve suavemente, acercándose para abrir la puerta del coche.

—Hola—respondió Nicole, apenas levantando la voz. Subió al coche, sintiendo el calor interior que contrastaba con el frío exterior. Steve se acomodó en el asiento del conductor y cerró la puerta, creando un pequeño mundo sólo para ellos.

—Gracias por las flores— dijo Nicole después de un momento, mirando sus manos en su regazo. Su voz era seria y un poco penosa.—No tuve tiempo de agradecerte antes.

Steve la miró, su expresión suave. —Me alegra que te hayan gustado—respondió.—Quería hacer algo especial para ti. Y... lamento mucho todo lo que pasó.

Nicole asintió lentamente, mordiéndose el labio.—Lo sé. Y lo aprecio, Steve.

Steve arrancó el coche y comenzaron a conducir por el camino menos transitado hacia su casa. La carretera estaba desierta, iluminada sólo por la tenue luz de la luna que se filtraba a través de las nubes. Nicole observaba a Steve mientras manejaba, su rostro parcialmente iluminado por la luz de la luna. La música suave que salía de la radio creaba una atmósfera tranquila, casi mágica.

—¿Te encuentras bien?— preguntó Steve después de un rato, rompiendo el silencio.

Nicole se encogió de hombros.—Estoy bien... más o menos. Es solo que... a veces todo parece demasiado.

Steve asintió, sus ojos fijos en la carretera pero su atención claramente en ella. —Lo sé. Siento que no he estado ahí para ti como debería.

—Estás aquí ahora,—respondió Nicole, mirando por la ventana.—Y eso significa mucho para mí.

Condujeron en silencio por unos minutos más. Nicole no podía evitar sentirse dolida por las cosas que sucedían en su vida, pero estar con Steve era como poner una pausa a todo eso. Era un respiro necesario, aunque sabía que al día siguiente tendría que regresar a la escuela y enfrentarse nuevamente a la realidad.

Steve tomó una vez más el camino menos transitado a su casa, un sendero que sólo ellos conocían. Cada vez que se encontraban de esta manera, se sentía como una reunión clandestina, un secreto que debían mantener a salvo. Las miradas ansiosas que intercambiaban en los pasillos de la escuela eran probablemente la única cosa que la mantenía cuerda en medio del caos.

—¿Qué tal tu día?—preguntó Steve, intentando cambiar el tema a algo más ligero.

Nicole se encogió de hombros nuevamente.—Lo de siempre. Trabajo, escuela... nada nuevo.

Steve sonrió.—Bueno, al menos estamos juntos ahora.

Nicole le devolvió la sonrisa, aunque era una sonrisa triste. —Sí, estamos juntos.

Llegaron a la casa de Steve y él apagó el motor. Se volvió hacia Nicole, sus ojos buscando los de ella—¿Quieres entrar?.

Nicole asintió, sintiendo una mezcla de nervios y emoción.—Sí, claro.

Entraron en la casa en silencio, y Nicole no pudo evitar comparar la cálida y acogedora casa de Steve con su propio hogar en el parque de trailers. Todo aquí parecía tan perfecto, tan ordenado, mientras que su trailer siempre estaba desordenado y en mal estado.

Steve la llevó a su habitación y se sentaron en el suelo, apoyados contra la cama. Steve sacó una manta y la extendió sobre ellos. Nicole se acomodó, sintiendo el familiar aroma del perfume que había comprado especialmente para estas ocasiones. Cada vez que lo usaba, era como un recordatorio de las pocas alegrías que podía permitirse.

—¿En qué piensas?—preguntó Steve, tomando su mano y entrelazando sus dedos con los de ella.

Nicole suspiró.—En muchas cosas. En cómo todo parece diferente cuando estoy aquí.

Steve asintió, apretando su mano con suavidad.—Yo también lo siento así. A veces desearía que las cosas fueran más sencillas.

Nicole lo miró, sus ojos llenos de una mezcla de tristeza y esperanza. —¿Crees que algún día podrán serlo?

Steve no respondió de inmediato. Miró hacia el techo, como si buscara una respuesta entre las sombras.—No lo sé, Nic. Pero quiero intentarlo. Quiero que seamos felices, sin importar lo que pase.

Nicole asintió, sintiendo que una lágrima rodaba por su mejilla. —Yo también quiero eso, Steve.

Se abrazaron en silencio, dejando que el peso de sus preocupaciones se desvaneciera, al menos por esa noche. En ese momento, no importaba lo que el mundo pensara. Solo importaban ellos dos, juntos, compartiendo un momento de paz en medio del caos de sus vidas.

Illicit Affairs || S.HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora