Capítulo VIII: La furia de Lance

52 10 69
                                    

Los aventureros cabalgaron durante seis días con cada uno de los niños que lograron rescatar de aquella necrópolis, con Edrel a la cabeza en medio Lidaria cuidando a los chiquillos y hasta atrás Lance con Saya en su mismo caballo, la elfa seguía un poco cansada después de lo que pasó en la torre de Azakar.

El ladrón y la druida llevaron en sus caballos a los príncipes, y Winterhowl iba de explorador, adelantándose unos kilómetros investigando el área y regresando a reportar a su ama, necesitaban llegar a Arvalus sin problema alguno, arriesgar a los niños no era una opción.

Lance durante todo el camino procuró a Saya, dándole de comer parte de su porción de comida para que se pudiera recuperar más rápido algo que la elfa agradeció con sus miradas y sonrisas al paladín, incluso el gallardo notó más amigable a la nigromante, buscando ella proteger incluso a los niños, cuidándolos de cualquier peligro.

Por su parte la nigromante tenía sentimientos encontrados, jamás pensó en fallar la misión, pero mucho menos estar en deuda con Lance, quien la salvó de un destino que hubiera sido peor que la misma muerte, ser una esclava de aquel asqueroso ser.

Pero a la vez sintió asco hacia ella misma por haber traicionado a Lance de esa manera, atacarlo por la espalda cuando estuvo a punto de derrotar al hechicero, casi por su culpa todos mueren, por buscar la gloria con su gremio.

Esto nunca le había pasado, sentirse culpable por traicionar a alguien, lo hizo en pasado y se regocijo en las recompensas que obtuvo de ello, sin embargo, todo esto era muy diferente.

Tenía una gran admiración por el paladín y los otros dos aventureros se lograron ganar su respeto y de cierta manera se sentía segura con cada uno de ellos cerca, algo que nunca experimento con nadie más, ni siquiera con Ferderl, alguien que en su vida fue muy importante para ella.

Aún le dolía el recuerdo, pero de cierta manera agradeció haber podido huir de ahí, de lo contrario no sería quien es ahora.

—¡Lance! —se escuchó la voz de Edrel al frente.

Esto captó la atención del paladín y de la nigromante viendo cómo se acercó el ladrón a ellos.

El paladín tenía su arma en la mano pensando lo peor.

—¿Qué sucede Edrel? —cuestionó.

—Todo bien, no es nada malo, sólo que estamos ya a un kilómetro de la ciudad —sonrió el chico.

—Eso está perfecto —dijo Lance —, ya escucharon niños ¡ya casi llegamos!

Los chiquillos se emocionaron al escuchar eso, todos saltaron emocionados de un lado a otro ocasionando que los aventureros sonrieran complacidos.

Retomaron sus posiciones y Lance se acercó a la elfa.

—¿Cómo se siente señorita Saya?

Volteó a ver aquellos ojos color miel del paladín y se le fue el aliento, sintió cómo su corazón se aceleró al ser cuidada de esa manera, no pudo evitar sonrojarse.

—Me siento mejor maese paladín, muchas gracias por sus atenciones —sonrió de lado la mujer.

—Me alegro mucho, no me gustaría que se sintiera cansada o mal, ya que gracias a usted es que sigo en este plano.

Esto volvió a poner a Saya contra la espada y la pared, su corazón le dolió al escuchar cómo Lance le agradecía, pensando aún que ella lo había salvado, lo cual era lo más alejado de la realidad, quería decirle, pero temía perder al grupo, no quería volver a ser mala, buscaba eliminar el pasado de su abuelo, pero se equivocó de rumbo cuando era una joven elfa, ahora parecía que los dioses le dieron una oportunidad de hacerlo, pero no sabía cómo lograrlo.

Las Reliquias Primigenias: La Esfera de los PlanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora