Capítulo X: La Caravana

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Los aventureros permanecieron dos días más en Arvalus, se enfocaron en abastecerse para el viaje que se les acercaba, habiendo ya decidido ir a aquel templo de Oldir que mencionó Lance en la fiesta.

Los cuatro estuvieron de acuerdo que sería lo más apto, ya que debían saber cómo podrían actuar con la información de que una de las reliquias primigenias se encontraba en el plano, habiendo ya seres y personas buscándola para hacerse con ella, tenían que impedirlo a toda costa, sino sería una catástrofe muy grande.

De igual manera, gracias a lo que agarraron de la torre del mago se enteraron de más cosas, gracias al bastón, en el pudieron ver que el gremio del cráneo arcano también lo buscaba.

Sin embargo, algo que no había dicho Saya es que pudo obtener un libro de la torre de Azakar, de apuntes, pasajes y hechizos, en el cual se mencionó los posibles lugares donde se podría encontrar dicho artefacto, aunado a la teoría de incluso saber dónde estaban los otros dos, pero no se especificaba que tipo de artefactos eran, eran notas sin sentido alguno sobre ello.

No consideró decirles a sus compañeros esta información, guardó algunas cosas muy dentro de ella, aún no confiaba en ellos, le costaba mucho y no pensó que valdría la pena arriesgarse.

Salieron a la siguiente mañana, con sus caballos listo y todo lo comprado para el viaje.

—¿Están listos compañeros? —Lance los vio.

Todos asintieron y comenzaron el viaje.

—Entonces ¿Será como lo hablamos ayer? ¿Viajar como cincuenta millas hasta el bosque de Qerldan? —preguntó Lidaria.

—Esa es la idea, es la manera más rápida de llegar al templo del Yelmo de Oldir —respondió el paladín.

—¿Por qué hay un templo ahí? —preguntó Saya.

—Las planicies que están después del bosque, son infestadas por tribus de humanoides barbaros, los cuales antes de que el templo estuviera ahí, se la pasaban atacando las pequeñas aldeas de la zona —comentó Lance —. Fue que mi orden decidió construir un cuartel acá.

—Eso tiene mucho sentido —dijo Edrel —, aparte según tengo memoria de uno de mis viajes por las planicies de Yolundar había un terrateniente orco que intentó hacer que todas las tribus se unieran para atacar los poblados humanos, pero fue cuando una de las legiones de Oldir llego, estableciendo esa fortaleza, después de ello ya no supe que paso.

—No hubo ningún ataque, se mantuvieron alejados, pero eso fue por qué dentro del bosque comenzaron a salir los trolls de pantano con ejércitos de trasgos, así que el terrateniente orco y las otras criaturas están en paz con los nuevos habitantes de Qerldan, pero se sabe que quieren atacar la fortaleza —dijo Lance.

—¿Qué se los impide? —cuestionó Lidaria.

—El templo por obviedad, cuando los guardias de Arvalus hablaron de las legiones de la Orden no mentían en cuanto a su poder militar —señaló Saya captando la atención de Lance.

—¿Pero si son muchos que los detiene? Por lo que dan a entender son miles de tribus —Lidaria se notó preocupada al preguntar esto.

—Imagina pelear con un ejército de soldados muy capacitados, respaldados por clérigos y magos, con caballeros en grandes corceles, arqueros que no fallan y un contingente de paladines que sabes que te destrozaran con sus habilidades divinas o en combate, y aunado a eso oficiales con poderes muy similares a los de Lance, ¿de verdad crees que se atreverían asediar alguna fortaleza así? ¡Sería suicidio! —exclamó Saya.

—¿Cómo sabe todo eso señorita Saya? —preguntó un poco extrañado el paladín.

—Hace medio siglo una legión de la orden ayudo a mi ciudad, yo no estuve presente, pero me contaron en una carta mis padres todo lo que estoy diciendo —dijo con gran respeto las palabras.

Las Reliquias Primigenias: La Esfera de los PlanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora