Capítulo XIX: De sopa de col e historias Élficas

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Una semana pasó desde el incidente con la arzobispa y las cosas estaban muy tensas en el cuartel general de La Rosa del Rayo.

Lance y Alindra jamás se le despegaban a su maestro y si lo llegaban hacer dejaban siempre una cohorte de la legión doce cerca de él. Debían protegerlo a toda costa, ya que era un blanco para los seguidores de Feliana.

Los compañeros de Lance también los ayudaban, algo que agradecieron los dos, incluso la clériga se mostró menos hostil hacia Saya al ver el genuino interés de la nigromante en ayudarlos.

Otra cosa que de igual manera estaba aumentando la tensión era que el juicio del arzobispo Merdelak se acercaba y eso no dejaría bien a Feliana, ya que era un miembro de su círculo interno.

Al haber sido Lance él que lo capturó tendría que presentar el cargo a Sir Rolmar y a Lady Feliana, lo cual sabía que iba a ser algo muy problemático, ya que las opiniones iban a estar divididas.

El paladín sabía que una guerra civil se estaba por desenvolver, pero ¿cuándo pasaría? No lo sabía. Y lo que más le frustraba era no poder tener sus dos legiones a la mano, pero debía dejar la otra en aquel fuerte, no quería que fuera perdido.

Lance estaba sentado en uno de los jardines de la explanada de la fortaleza, observando hacia la nada.

Sintió una pequeña mano tocar su hombro y volteó a ver los rojizos ojos de Saya. Ella le extendió un plato de sopa de col y un pan.

—Me dijeron que no habías comido nada —comentó la elfa.

El caballero la vio con una pequeña sonrisa en los labios y aceptó el plato.

—¡Gracias señorita Saya!

Él gallardo se hizo a un lado y ella tomó asiento a lado de él, sintió su corazón latir un poco rápido.

—¿Por qué no había comido maese paladín? —preguntó la elfa mientras observó uno de los rosales del jardín.

—No tenía hambre o al menos no pensé que tuviera hambre, estaba inmerso en mis pensamientos del juicio que se acerca —dijo el paladín — ¿Usted ya comió señorita Saya?

Escuchar que el paladín se preocupaba por ella, la elfa sintió un mariposeo en su estómago y eso le molestó un poco, no se podía dar ese lujo que buscaba su corazón.

—Si, comí con Lidaria y Edrel hacer rato mientras tomamos un descanso de cuidar a su maestro —señaló la elfa.

—Se los agradezco mucho, este no es su problema y aun así buscan apoyarnos ¡gracias! —el brillo en los ojos color miel de Lance le robaron el aliento a la nigromante.

—No hay nada que agradecer paladín, estamos sólo apoyando a un amigo en el pequeño problema en el que se encuentra —sonrió de lado la elfa.

—Aun así, se los agradezco —comió una cucharada de su sopa.

—Sólo estás haciendo lo que es correcto para tu orden —comentó Saya —es algo que sé qué harías por cualquiera de nosotros.

—Eso es cierto Saya, buscaré que siempre estén ustedes bien.

La honestidad en la voz de Lance la conmovió mucho, en un mundo lleno de maldad, personas cómo el hacían que todo fuera más llevadero, era ese faro en la oscuridad.

Se había convertido de hecho para ella una pequeña luz que le estaba mostrando el camino que jamás conoció.

Siempre se preguntó cómo sería ella de no haber adoptado la magia de la nigromancia, tal vez sus ojos no hubieran cambiado de color, no tendría todo el tiempo las animas de los muertos dando alaridos en sus oídos, su tacto sería cálido y no ocasionaría que la gente le tuviera miedo estando cerca de ella.

Las Reliquias Primigenias: La Esfera de los PlanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora