Capítulo 22 - Desnudez

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Una vez que hago lo que me pide, me encuentro cara a cara con mi propio reflejo. La mano de Vivienne agarra mi hombro.

—¿Bueno? Estoy esperando.—su sonrisa deja ver su inocencia fingida. Que me pidan que haga esto me hace muy consciente de que en realidad no sé lo que quiero, ya que siempre fuí la que daba órdenes.

Pero al mismo tiempo me mentía a mí misma sobre esa explicación: Nadie nunca se había tomado el tiempo de conocerme de esta forma.

—No estoy seguro de por dónde empezar. Normalmente estoy más interesado en complacer con quién estoy.

—Qué desinteresada.—tarareo en respuesta a su broma, pensando en la acotación.

—No realmente.

—Entonces comienza por tu cuello.—pude sentir todo su cuerpo acercándose al mío cuando hice aquel movimiento, se rehusaba a tocarme porque sabía que perdería el juego que ella misma comenzó—Si, justo así. Muéstrame en dónde se siente bien.

Me ayuda imaginar que la estoy tocando, por lo que mis manos se mueven más hacia abajo por instinto antes de hacer una pausa, ella casi gruñe ante eso.

—No te detengas. No necesitas que lo haga por ti.—ella sonríe ante lo último, hablando delicadamente como siempre hace.

Me relajo en la silla, cierro los ojos mientras paso las yemas de los dedos por mis costillas, justo en donde tenía la cicatriz más grande de mi cuerpo. Pero me detengo cuando escucho a Vivienne de nuevo.

—Ah, ah, ah. No, no de esa forma.

Me golpea una vez y me siento de nuevo, sorprendida. El gesto casi me hace reír ante su atrevimiento, aunque no fue lo suficientemente fuerte para arder en la zona de mi muslo. Abro los ojos evitando soltar una carcajada con los labios apretados.

—Ojos en mí.—ella apunta al espejo, los dedos de mis pies se curvan y se hunden en la alfombra mientras me retuerzo aún más—Sabes que me encanta mirar tus ojos cuando se ponen vidriosos y te vas a otro lado.

—Normalmente no mantengo los ojos abiertos en este momento.—Vivienne hizo un puchero ante eso y se acercó a mi oreja.

—Haz una excepción por mí.

Ese es el punto. Siempre hago excepciones por ella.

Una parte de mí quiere ser rebelde, probar que ella no tiene el control sobre mí. Para probar que puedo. Ella espera pacientemente, sin presionarse. Sin ejercer ninguna presión y si lo hace, me temo que podría estallar.

Pero hago lo que dijo. Mi mano roza el último trozo de tela entre mi piel y dónde quiero que esté Vivienne. Sus labios son suaves y rojos; Me concentro en ellos, incapaz de enfrentar esa mirada despintadora.

Se muerde el labio mientras observa aquello, con la mirada fija en mi mano derecha. En nuestro reflejo puedo ver su mano agarrando el respaldo de mi silla con sus nudillos blancos.

—Estás temblando.—digo con una suave risa, me complacía ver que ella estaba tan afectada como yo por esto. Incluso más.

—Tú también.

Mi propia humedad mojaba la silla, podía sentir la tensión y la fuerza que estaba ejerciendo Vivienne sobre sí misma para no terminar lo que yo empecé cuando el ritmo de mis dedos aumentó. Traté de retener cualquier sonido pero la falta de aire me provocó jadear.

Cuando omití un gemido por primera vez, Vivienne tuvo un impulso pero se recompone en su lugar nuevamente. Maldecía porque no me haya tomado allí mismo pero la idea me hacía marearme lo suficiente como para desmoronarme ante nada más que la intensidad de su mirada, sin que ninguna parte de ella me toque en absoluto.

Reina de LadronesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora