Capítulo 32 - La desterrada

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—Tenías razón, Vivienne.—nos encontrábamos sentadas en una cafetería de Moscú, muy al estilo parisino, aún nos perseguía la esencia de aquel maravilloso país. Después de haberle dicho esas palabras en su segunda lengua materna, Vivienne me tomó salvajemente en el baño, reclamándome como suya.

Los vientos se están volviendo un poco más fríos, pero el sol todavía está cálido y agradable en mi piel. Vivienne se lame el dedo mientras pasa la página de una revista de moda francesa. Sus ojos escanean las páginas y su voz suena un poco distraída cuando me contesta.

—Tengo razón en tantas cosas, cariño. Debes ser más específica.

—Este es el mejor chocolate caliente de Rusia. ¿Cómo no sabía sobre este lugar?

Ella me mira por encima de su revista. Aunque no puedo ver sus labios, puedo ver la sonrisa en sus ojos.

—¿Oh? ¿En serio?—empuja su silla un poco más cerca a mí. Es una mañana maravillosa y estamos disfrutando de nuestra nueva rutina de levantarnos temprano para observar a la gente en el café cercano.

—Es el mejor porque estoy contigo.—Me inclino sobre su rostro y le doy un breve beso en los labios.

—Niña tonta.—Vivienne no deja espacio entre nuestros cuerpos, desafiando a estar más cerca. Dejamos que el siguiente beso se prolongue peligrosamente y maravillosamente sucio.

Aunque debo detenerla, aún no quiero ser echada del café. Sin embargo, nuestra pequeña sesión de besos se ve interrumpida bruscamente cuando pasa un hombre. Él deja su periódico sobre nuestra mesa en lugar de tirarlo al bote de basura que está a nuestro lado.

—Iré a matarlo.—me levanto con un objetivo claro, mis ojos lo siguen hasta verlo doblar hacia un callejón oscuro: una oportunidad perfecta si no fuera por el brazo de Vivienne que me detiene justo cuando la taza de chocolate caliente se cae y el líquido se esparce por toda la mesa. Vivienne debe levantarse antes de ensuciar los jeans de diseñador.

Pero a ella no le preocupa la persona grosera ni el desorden. Se queda mirando el periódico.

—Eso no es ruso.—las grandes letras en alemán se muestran como portada, la noticia es importante. La fotografía de la familia Yúrievich y el título sobre una posible usurpación del trono por parte de...mi prima.—Quédate aquí.

Es obvio que alguien nos está mandando una advertencia, y también sabemos quién es ese alguien. Lo que no llega a mi comprensión, es por qué se interesaría en este tema y cómo sabe ella sobre esto.

Podría ser peligroso.

Podría terminar en una masacre.

Me reprendí a mí misma por estar pensando en algo tan acelerado, observé a Vivienne, quien estaba llamando a un número reconocido. Aunque mi vista vuelve hacia el periódico.

—No lo toques.—advirtió, mientras esperaba la respuesta desde la otra línea de la llamada.

—¿Crees que pueda haber una bomba?

—Quizás, o un veneno que entre en la piel muy rápido.

Aún sigo mirando el periódico, hay otra fotografía un poco más pequeña en la página central y...

—¡Esa soy yo!—muy lejos de ser alegría o emoción, me asombro al verme a mí misma allí y tomo el papel en mis manos.

—¡No lo toques con tus dedos desnudos–! Y no me estás escuchando.

Aturdida, mis ojos estudian mi propio rostro, parecía una foto muy antigua, cuando era adolescente y aún mantenía contacto con la nobleza, he tenido que hacer cambios. Ya no tenía mi cabello dorado, aunque me molesta teñirme en oscuro, debo hacerlo. Escucho como mi propio teléfono suena, atiendo el llamado y veo una cara familiar.

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