Nuestro mejor momento es cuando conectamos (3)

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Rara vez Odín odiaba tener razón, pero como siempre; tuvo razón.

Los acercamientos de Nostradamus se hicieron más notorios y sus coqueteos tan constantes que era imposible que se tratara de un juego para poner a prueba su paciencia.

Michel Nostradamus se volvió un fenómeno de lo más irritable.

— Si dejaste de tomar el estudio en serio, no tienes nada que hacer aquí.

— Sí que tengo.

— Te mandare el recibo de las ventanas luego.

— ¡Me diste algo en que trabajar! Cuando dije que ya no tenía nada que hacer porque no me ofrecías nada, tu cediste a abrir las puertas— Michel sonrió cual un gato— ¡Tampoco querías que me fuera! Admítelo, quieres emoción en tu vida.

— Prefiero la quietud.

— Pues yo te hare amar mi estilo, ¡Ya lo veras!

Su juramento sonaba ridículo y lo peor es que sabía que iba a luchar para lograrlo. Esto se estaba volviendo demasiado complicado, Odín ya no está para estos líos.

Un punto de inflexión sucedió durante los primeros días de invierno, donde el aire azotaba y la nieve se acumulaba a la altura de montañas. Si Nostradamus creyó que iba a dormir seguro todas las noches después de esa primera vez, se equivocó cuando lo expulsaron.

Regreso al día siguiente, pero Odín no lo dejo entrar.

Si bien el niño era altamente resistente, el agitado ritmo de vida de estas semanas y el invierno implacable lo superaron por su brutalidad, debiendo colarse al edificio por otro medio.

Para Odín, no fue una sorpresa escuchar golpes en el techo. Habiendo bloqueado las entradas principales más cercanas, a Nostradamus no le quedaban muchas opciones sino la compuerta secreta en el tejado de la sección prohibida, Odín lo sabía, se lo dejo ver a Michel para que pusiera ese conocimiento en práctica si realmente estaba prestando atención.

Al cabo de unos minutos, sin oír gritos indignados o saltitos molestos, Odín se puso de pie para buscarlo. Nada más llego a la sala, encontró a Nostradamus tendido entre montones de libros, desmayado luego de una caída de casi cuatro metros y la piel al punto del congelamiento. En plena hipotermia.

Este niño caótico.



Al ser francés, estuvo expuesto a lo que se llamaría "el habito social de cómo la gente entiende el romance" pero sabía muy bien lo que significaban las tomadas de mano, los besos en la mejilla y toqueteos impropios.

Por costumbre, sería mucho más abierto y expresivo que un japonés conservador o un inglés lleno de modales elegantes. Más adaptable al volverse famoso a corta edad, con gente admirándolo y envidiándolo, entendió que su manera de ver las relaciones humanas era muy diferente al común de la gente o tal vez, del modo no muy correcto.

Por eso y más, el silencio y la soledad permanentes en la biblioteca y el duro clima de Asgard lo tenían dando vueltas.

Con la gran excepción de hoy, que el aburrido silencio lo hace apreciar el tacto de Odín cuando lo sostiene, viendo la ropa húmeda secándose a un lado y sus manos enredadas en una cobija sumamente caliente, mientras la falta de un alma en ese lugar convertía el momento en un instante intimo que rayaba lo ideal.

"Tu dejaste que pasara y ahora me cuidas", le reclamo por los ojos.

"No tenías por qué regresar", respondió la mirada de Odín como si la mente del profeta fuera un libro abierto. "Te lo buscaste".

No le creas a tus hijos cuando digan que soy demasiado joven para ti (NostraDin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora