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En el tranquilo rincón de un bullicioso instituto, donde las risas de los jóvenes llenaban los pasillos y los murmullos de la vida cotidiana se desvanecían en el aire, existía un mundo aparte, un mundo habitado por un chico que se deslizaba entre las sombras de la indiferencia. En este paisaje de estudiantes que correteaban de un lado a otro, uno podría pasar desapercibido si lo deseaba lo suficiente. Y eso era precisamente lo que Boss había aprendido a hacer.

Entre el torbellino de actividades y conversaciones, Boss se movía como un fantasma, sus pasos apenas audibles sobre el suelo pulido. Rara vez levantaba la mirada, prefiriendo mantener sus ojos fijos en los libros que sostenía entre sus manos. Era un ritual que había perfeccionado a lo largo de los años, una forma de escapar del tumulto que lo rodeaba y refugiarse en la seguridad de las palabras impresas.

El bullicio del instituto pasaba de largo, dejando a Boss en su propio mundo, un mundo definido por la solidez de los números y las letras. Era un mundo al que pertenecía, donde las reglas eran claras y las respuestas siempre estaban al alcance de la mano. Mientras sus compañeros se perdían en el laberinto de la socialización adolescente, Boss encontraba consuelo en la simplicidad de los problemas matemáticos y la estructura de las páginas de un libro.

Aunque su presencia pasaba desapercibida para la mayoría, había una chispa de curiosidad en los ojos de aquellos que se detenían lo suficiente para notarlo, una pregunta silenciosa que flotaba en el aire: ¿quién era realmente este chico silencioso que caminaba entre ellos?

En el pasillo del instituto, dos estudiantes, se detienen junto a Boss

Prachaya ajusta la correa de su mochila.

Prachaya Ruangroj: ¿Has visto a Boss? — pasa una mano por su cabello desordenado mientras observa a Boss.

Perawat Sangpotirat: Sí, lo he visto. Siempre está solo.

Prachaya Ruangroj: ¿Crees que está bien? Deberíamos intentar hablar con él.

Perawat Sangpotirat: No lo sé, parece que prefiere estar solo. Pero tal vez esté pasando por algo difícil.

Prachaya Ruangroj: Tal vez tengas razón. Podríamos intentarlo. No perdemos nada con preguntarle cómo está.

Perawat Sangpotirat: Sí, podríamos hacerlo. Quién sabe, tal vez podamos ayudarlo de alguna manera.

Prachaya Ruangroj, se acerca a Boss, quien está concentrado en su libro

Prachaya Ruangroj: Hola, ¿eres Boss, verdad?— Boss levanta la mirada del libro, sorprendido por la interrupción.

— Sí, soy yo. ¿Necesitan algo?

Perawat Sangpotirat: Solo queríamos saludarte. No te hemos visto mucho por aquí.— Boss asiente con la cabeza, sintiéndose incómodo por la atención.

— Ah, sí, suelo mantener un perfil bajo.

Prachaya Ruangroj: Bueno, estamos aquí si alguna vez necesitas hablar o algo así.

Boss sonríe, agradecido por el gesto de amabilidad.

— Gracias, lo aprecio.

Los tres estudiantes intercambian una sonrisa antes de que Prachaya y Perawat se despidan y continúen su camino por el pasillo.

[...]

Noeul se desliza por los pasillos del instituto con su característica energía y entusiasmo, saludando a amigos y conocidos a medida que avanza. Aunque siempre había sido una presencia vibrante en el instituto, Noeul tenía sus propios desafíos y preocupaciones detrás de su sonrisa.

A medida que avanzaba en su último año, la presión de tomar decisiones sobre su futuro pesaba cada vez más sobre sus hombros. Noeul estaba lleno de sueños y aspiraciones, pero también temía el desconocido. ¿Y si tomaba la decisión equivocada? ¿Y si el mundo real no estaba listo para alguien como el?

A pesar de sus dudas, Noeul se aferraba a su optimismo y a su creencia en que todo saldría bien al final. Con cada paso que daba, recordaba las palabras de aliento de su familia y amigos, recordándole que no estaba solo en este viaje.

A medida que el día llegaba a su fin, Noeul se encontraba mirando hacia el futuro con una mezcla de emoción y aprehensión. Sabía que había desafíos por delante, pero también estaba listo para enfrentarlos con valentía y determinación. Después de todo, Noeul siempre había sido un luchador, y no tenía intención de rendirse ahora.

Con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de esperanza, Noeul se despidió del instituto por el día, listo para enfrentar lo que el mañana tenía reservado para el.

En la cafetería del instituto por la tarde...

Noeul, Peat, y Fort están sentados en una mesa, disfrutando de un refrigerio después de clases. La conversación gira hacia Boss.

—¿Has notado lo solo que siempre parece Boss?—Peat hablo de primero

— Sí, definitivamente. Siempre está solo en la biblioteca o caminando solo por los pasillos.

—Me pregunto por qué no se une a nosotros. Sería divertido tenerlo en nuestro grupo.—dijo Fort, y Eul frunció su ceño.

—Tal vez se siente más cómodo en su propio mundo. Puede que tenga sus razones para mantenerse apartado.

— Sí, supongo que podría ser así. Pero aún así, me da pena verlo solo todo el tiempo.

—A veces me pregunto qué hay detrás de esa fachada de tranquilidad. Quizás esté lidiando con sus propias batallas internas que no conocemos.— hablo Noeul y Fort asintió.

—Es cierto. Nunca sabemos lo que alguien está pasando realmente hasta que nos tomamos el tiempo para conocerlos mejor.

— Entonces, ¿qué podemos hacer al respecto?

—Podemos empezar por invitarlo a unirse a nosotros más a menudo. Mostrarle que estamos aquí para él si alguna vez necesita apoyo.

—Sí, suena como un buen plan. Tal vez podamos hacer una salida juntos después de clases y hacerle saber que siempre es bienvenido.

Los tres amigos asienten con determinación, decididos a mostrarle a Boss que no está solo y que siempre habrá un lugar para él en su grupo de amigos.

The beautiful and Handsome invisible boy | BossNoeul Donde viven las historias. Descúbrelo ahora