31

54 9 0
                                    

Yeon se apoyó en la ventanilla del avión, observando las nubes dispersarse bajo el ala. Corea aparecía en el horizonte como una línea difusa que se aclaraba a medida que el avión descendía. El año y medio en París había pasado en un abrir y cerrar de ojos, y ahora, con una carrera de arte floreciente, volvía a su tierra natal con una mezcla de emoción y nerviosismo.

París le había ofrecido más de lo que alguna vez soñó: galerías, exposiciones exitosas, y la oportunidad de conocer a personas que habían cambiado su vida para siempre. Su novio Antoine, ( quien ahora era ) un escultor francés de espíritu libre y mirada profunda, era una de esas personas. A su lado, Rui, su amigo y colega, que logro ser un exitoso fotógrafo japonés, que lo había acompañado desde el inicio de su viaje, hojeaba una revista sin prestar demasiada atención.

—No puedo creer que estemos aquí —murmuró Yeon, más para sí mismo que para los demás.

Antoine le tomó la mano, su calidez traspasando la frialdad del aire acondicionado del avión.

—Es el comienzo de algo increíble, Yeon. Tu propia galería en Seúl. Estoy seguro de que será un éxito.

Rui asintió desde su asiento, levantando la vista de su revista.

—Será grandioso. La gente en Corea amará tu trabajo tanto como lo hicieron en París.

El aterrizaje fue suave y pronto se encontraron caminando por el aeropuerto de Incheon, la mezcla de caras familiares y el bullicio del idioma nativo llenando sus sentidos. Yeon respiró hondo, sintiendo una oleada de nostalgia. Recordó sus días de juventud en Seúl, sus primeras incursiones en el arte y cómo había soñado con volver un día como un artista reconocido.

A lo lejos, Yeon divisó a Wookie y Wooshik, los amigos que, junto con Rui, había dejado en Corea. Aunque hablaban muy seguido por videollamadas, no era lo mismo verlos en una pantalla que tenerlos frente a frente. Los momentos compartidos en persona eran insustituibles, y ahora, con su regreso, esa brecha finalmente se cerraría.

Antoine, comprendiendo el torrente de emociones de Yeon, tomó su maleta y le dio una sonrisa tranquilizadora. Yeon no necesitó más incentivo; salió corriendo hacia sus amigos con una mezcla de risa y lágrimas en los ojos. Rui, por su parte, caminaba detrás de él con su habitual calma y elegancia, siempre reacio a correr.

—¡Nuestro pequeño Yeon-ie! —exclamaron los mayores al unísono mientras lo abrazaban con fuerza. La calidez y la familiaridad del abrazo lo hicieron sentir como en casa.

—¡Ya estás hecho todo un adulto! —dijo Wooshik con un toque de emoción en la voz, sus ojos brillando con orgullo.

—Solo me fui un año y medio —replicó Yeon riendo, disfrutando del momento. A pesar del poco tiempo, sentía que había crecido mucho y que sus amigos lo notaban.

Rui llegó al grupo con su andar tranquilo y, sin decir una palabra, se unió al abrazo colectivo. Sus amigos, sorprendidos y felices de verlo, lo observaron detenidamente.

—¡Wow, Rui! Qué cambio has tenido —comentó Wookie con asombro, señalando los nuevos tatuajes que decoraban el brazo de su amigo.

—Gracias, cariño. París me ha cambiado, y para bien —respondió Rui, señalándose con un gesto coqueto. Vestía unos jeans negros ajustados, una remera del mismo color y un abrigo de piel sintética que lo hacía destacar. Rui siempre lograba captar la atención, sin importar dónde estuviera.

Antoine llegó al grupo poco después, llevando las maletas con una facilidad que denotaba su fuerza y costumbre. Yeon, todavía radiante de felicidad, lo abrazó por el brazo y lo presentó con entusiasmo.

𝗦𝗘𝗘𝗦𝗔𝗪 ━ Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora