Final

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Después de unos pocos meses de arduo trabajo y determinación, Yeon finalmente abrió las puertas de su galería de arte en el bullicioso corazón de Manhattan, en Nueva York. El ambiente estaba lleno de emoción y anticipación mientras los invitados paseaban entre las obras de arte cuidadosamente seleccionadas que adornaban las paredes.

Rui, Wookie y Wooshik, sus amigos más cercanos, habían viajado desde Corea del Sur para apoyarlo en este nuevo capítulo de su vida. Se paseaban por la galería, admirando las pinturas con ojos ávidos y expresiones de asombro.

La presencia de sus amigos le brindaba un sentido de calma y confort en medio de la agitación del evento. Eran testigos de su éxito, de cómo había superado sus miedos y dudas para perseguir sus sueños en un lugar tan lejano de su hogar.

Yeon se acercó a ellos con una sonrisa radiante, el brillo de la felicidad iluminando su rostro. Se abrazaron con afecto, compartiendo palabras de felicitación y orgullo. Sabía que, sin su apoyo inquebrantable, no habría llegado tan lejos.

Mientras observaba a sus amigos disfrutar de las obras de arte, el peso de la nostalgia se hizo presente. Extrañaba su vida en Corea del Sur, a Jungkook y a todos los que había dejado atrás.

A medida que la noche avanzaba y la celebración continuaba, Yeon se encontraba inmerso en un torbellino de elogios y felicitaciones. Cada paso que daba por la galería era acompañado por una cálida sonrisa o un apretón de manos de admiradores y colegas del mundo del arte. Algunos de los nombres más importantes de la escena artística neoyorquina se acercaban para expresar su admiración por las obras expuestas y por el talento de Yeon como curador.

La entrevista con el New York Times había sido un punto culminante del evento, y la noticia de su éxito se estaba extendiendo rápidamente. Periodistas de otras publicaciones importantes se acercaban para obtener sus propias entrevistas, deseosos de capturar la historia detrás del ascenso meteórico de Lee Yeon en el mundo del arte en Nueva York.

Internamente, a pesar de la intensa atención y los elogios, Yeon se sentía sorprendentemente en paz. Había llegado a un punto en su vida en el que ya no sentía la necesidad de buscar la aprobación externa o de compararse con los demás. Había encontrado su voz artística y estaba decidido a seguir su propio camino, sin importar las expectativas o críticas externas. Sobretodo, estaba orgulloso que su pasado no sea una carga para él y su carrera.

Mientras observaba a los invitados disfrutar de las obras de arte, se sentía agradecido por el viaje que lo había llevado hasta este momento. Cada desafío superado, cada sacrificio realizado, había valido la pena para llegar a este punto de realización personal y profesional.

A medida que la noche llegaba a su fin y los últimos invitados se despedían, Yeon se encontró reflexionando sobre el futuro con una sensación de optimismo renovado.

El silencio envolvía la galería mientras Yeon se quedaba solo, perdido en sus pensamientos después de la exitosa noche. El sonido de los pasos rompió la calma de la galería, y Yeon giró lentamente para encontrarse con la mirada de Jungkook. En su rostro, una mezcla de emociones que reflejaba años de recuerdos compartidos, momentos perdidos y un deseo profundo de reconciliación.

Ante la sorpresa de Yeon, Jungkook extendió un ramo de rosas, un gesto tan simple pero cargado de significado.

— No iba a perderte de nuevo — susurró Jungkook con voz suave pero firme, sus ojos transmitiendo todo lo que las palabras no podían expresar.

El corazón de Yeon latía con fuerza mientras observaba a Jungkook, sintiendo una oleada de emociones abrumadoras. Cada paso que habían dado por separado los había llevado a este momento, este encuentro en la galería de arte, donde el tiempo parecía detenerse y solo existían ellos dos.

Sin poder contenerse más, Yeon se acercó a Jungkook y tomó las rosas entre sus manos temblorosas. Miró profundamente en los ojos de Jungkook, viendo el amor y la determinación que ardían en su interior. Sin decir una palabra, dejó que sus acciones hablasen por él, acercándose lentamente para fundirse en un beso apasionado.

El beso fue como un susurro del destino, una conexión que trascendía el tiempo y el espacio. En ese momento, los labios de Yeon y Jungkook se encontraron en un baile íntimo y apasionado, cada roce cargado de una energía eléctrica que recorría sus cuerpos y los unía en un lazo inquebrantable de amor.

Los ojos cerrados, perdidos en la dulce sensación del contacto, Yeon pudo sentir el corazón de Jungkook latiendo al unísono con el suyo. Cada beso era un recordatorio de la intensidad de su conexión, de la profunda devoción que compartían el uno por el otro.

Mientras se besaban, Jungkook envolvió a Yeon en un abrazo cálido y protector, como si temiera que el mundo pudiera arrebatarlo de sus brazos en cualquier momento. Sus manos recorrían la espalda de Yeon con ternura, como si quisiera memorizar cada contorno, cada pequeño detalle de su ser.

En ese abrazo, Yeon encontró un refugio seguro, un lugar donde podía dejar de lado todas sus preocupaciones y temores. Era como si el universo entero se desvaneciera a su alrededor, dejándolos a solas en su propio pequeño rincón de felicidad y amor infinito.

Cada instante juntos era un regalo precioso, una oportunidad para demostrar y renovar su amor el uno por el otro. Y en ese beso, en ese abrazo, Yeon supo que no importaba lo que el futuro les deparara, mientras estuvieran juntos, podían superar cualquier adversidad y encontrar la verdadera felicidad en los brazos del otro.

El aroma de las rosas llenaba el aire mientras se perdían en el calor mutuo de sus cuerpos, cada momento robado entre ellos lleno de promesas de un futuro juntos. En ese instante, en medio de la galería iluminada por la luna, Yeon supo que no importaba cuánto tiempo pasara o cuántos desafíos enfrentaran, su amor era eterno y resistiría cualquier prueba que la vida les pusiera en el camino.

— Te amo — dijeron al unísono, y sonrieron felices. 

𝗦𝗘𝗘𝗦𝗔𝗪 ━ Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora