⌜Capítulo 4: Un Bocado de Calidez⌟

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Las sombras se alargaban como dedos invisibles que acariciaban el brillante Moscow, envolviendo cada rincón en un manto de misterio y nostalgia. Era en estas horas, cuando la isla comenzaba a dormitar bajo el suave resplandor de la luna, que los secretos más profundos se deslizaban por las grietas de los muros, susurrando historias no contadas a aquellos dispuestos a escuchar.

Minhyung, con su máscara firmemente colocada, permanecía frente a la puerta entreabierta del camerino de Minseok. Su corazón latía con fuerza, resonando en sus oídos como el eco de una melodía antigua y dolorosa. La cicatriz oculta tras la máscara parecía latir al unísono con cada pulsación, un recordatorio constante de su pasado y del por qué se refugiaba tras esa frágil fachada de tela.

Minseok, la marioneta perfecta y fría, lo observaba con la misma expresión impasible que siempre lo caracterizaba. Sus ojos, dos pozos insondables, se clavaban en Minhyung, penetrando la máscara con una intensidad que solo podría compararse con la soledad de un niño que nunca aprendió a expresar sus emociones. El silencio se hacía pesado, como una cortina de terciopelo que se cierne sobre el escenario antes de la gran revelación.

Finalmente, y sin pronunciar una sola palabra, Minseok se apartó ligeramente, permitiendo que Minhyung entrara. El espantapájaros, con una mezcla de nerviosismo y extraña familiaridad, cruzó el umbral, sintiendo cómo cada paso resonaba en la penumbra del camerino, un eco de sus propias inseguridades.

El camerino de Minseok era un refugio de silencios y sombras, un lugar donde la perfección fría de su exterior contrastaba con la melancolía que impregnaba cada rincón. Las paredes, adornadas con espejos y luces tenues, reflejaban la figura del joven artista, multiplicando su imagen en infinitas versiones de sí mismo, todas igual de inexpresivas. Minhyung sintió una punzada en el corazón al ver la soledad reflejada en esos espejos, recordándole su propia infancia marcada por el rechazo y el abandono.

Con una mano temblorosa, Minhyung ofreció la bandeja de comida a Minseok, intentando ocultar su nerviosismo detrás de una sonrisa que, aunque oculta por la máscara, se reflejaba en sus ojos brillantes. Sin embargo, Minseok no se movió. Sus ojos recorrieron la bandeja con desinterés, como si la visión de la comida que sus padres siempre le proporcionaban fuera un recordatorio de las cadenas invisibles que lo mantenían atrapado en una rutina inquebrantable.

—No quiero esto —dijo Minseok, su voz tan fría y distante como siempre, rechazando la comida con un movimiento casi imperceptible de la cabeza.

—Vamos, solo un bocado —insistió por alguna razón Minhyung, su tono intentando infundir una calidez que sabía que no podría atravesar el escudo de indiferencia del chico pálido.

Minseok lo miró, sus ojos llenos de una inexplicable tristeza, y por un momento, Minhyung pudo ver más allá de la fachada inmutable. Era como si las palabras hubieran golpeado un rincón olvidado de su corazón, un lugar donde el eco de una risa perdida y una lágrima nunca derramada se encontraban. Pero pronto, la expresión volvió a endurecerse, la marioneta retomando su papel.

—Es la misma comida de siempre —contestó Minseok, su tono ahora teñido de una leve impaciencia, como si la insistencia de Minhyung fuera una piedra lanzada contra el cristal de su rutina.

—Minseok —continuó el más alto, con la voz temblorosa pero determinada—, si comes un poco esta noche, mañana te traeré uno de esos muffins que suelen dar al final de las funciones. ¿Los has visto?

Minseok parpadeó, un destello de curiosidad asomando en su mirada antes de desaparecer tras el velo de indiferencia. La promesa de algo diferente, algo fuera de la estricta dieta impuesta por sus padres, era un anzuelo tentador aunque no quisiera admitirlo.

M.E ;; Keria x GumayusiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora