La mañana se alzaba como un suspiro sobre el Moscow, el teatro donde los sueños y las pesadillas danzaban en un perpetuo abrazo. Las luces, aún dormidas, aguardaban su momento para despertar con un brillo deslumbrante, preparando el escenario para la función especial que llenaría la sala de murmullos y asombro.
Con todo, Minseok, el ángel del piano, no estaba donde debía. Su maestro, con el rostro encendido de impaciencia, lo buscaba entre bastidores y camarines, su voz resonando con la frustración de quien conoce demasiado bien la imprevisibilidad de su pupilo.
—¡Ryu Minseok! ¿¡Dónde te has metido ahora!?
En medio del bullicio, Minhyung, con su máscara perpetua, observaba la escena con la calma de quien comprende el corazón de un alma inquieta. Sabía, con esa certeza que surge de la experiencia compartida, dónde podría estar Minseok.
Con una sonrisa que nadie podía ver, el chico de la máscara se deslizó entre la multitud ocupada y se dirigió a los rincones más oscuros del teatro, donde el ruido de los preparativos se desvanecía en un eco lejano. Se agachó bajo una escalera, un refugio estrecho y oscuro que solo podría haber atraído a una mente tan singular como la de Minseok.
Allí, en la penumbra, encontró al joven músico sentado en el suelo, con las piernas cruzadas y la espalda apoyada contra la fría pared de ladrillos. Sostenía en sus manos un libro infantil, con las páginas desgastadas por el uso y los bordes doblados. Sus ojos, grandes y oscuros como la noche, se perdían en las ilustraciones de colores vivos que adornaban las páginas, como si buscara en ellas un refugio contra la realidad que lo mantenía cautivo.
—Minseokie —susurró el más alto. —Todos te están buscando. Es hora de los ensayos.
Pero Minseok no levantó la vista, ni respondió. Sus labios apenas se movieron en un murmullo casi inaudible, un susurro de monosílabos que se desvanecían en el aire. Minhyung sonrió detrás de su máscara y se agachó a su lado, tratando de ver qué era lo que tanto capturaba la atención de su amigo.
En el libro, un gato de ojos grandes y pelo brillante miraba hacia un horizonte azul, donde el mar se extendía infinito, con sus olas de espuma blanca y su promesa de libertad. Minhyung sintió un nudo en el pecho al ver la imagen, y se permitió un momento de nostalgia, recordando los días de su niñez, cuando el mar era su amigo y confidente, antes de que las sombras del orfanato y la cicatriz en su rostro le robaran la inocencia.
—Mira, Minseokie, ese gato se parece mucho a Raven, ¿no? —dijo, intentando captar su atención. Minseok parpadeó y asintió ligeramente, pero sus ojos seguían fijos en el mar que se extendía más allá de la ilustración.
Minhyung se acomodó a su lado, sintiendo la frialdad del suelo a través de sus pantalones, y señaló el mar con un dedo tembloroso. —El mar es hermoso, ¿no crees? Tiene esa manera de hacerte sentir pequeño y grande al mismo tiempo —esperó una respuesta, pero el menor permaneció en silencio. —¿Sabes? —continuó, su voz ahora un susurro lleno de melancolía—. Yo crecí cerca del mar. Solía ir a la playa con mis padres todos los días, antes de que... —Su voz se quebró ligeramente, y tomó un respiro profundo para calmarse. Minseok levantó la vista por un momento, mirándolo con una expresión casi imperceptible de curiosidad. —¿Te gusta el mar, Minseokie?
Minseok parpadeó lentamente y, después de un momento de silencio, murmuró:
—Nunca... lo he visto de cerca.
La revelación golpeó a Minhyung como una ola fría. Vivir en Jeju y nunca haber visto el mar era casi inconcebible. El mar era un símbolo de libertad, de infinitas posibilidades, y pensar que Minseok, atrapado en su propia jaula de silencio y perfección, nunca había experimentado su vastedad, era desgarrador.
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M.E ;; Keria x Gumayusi
FanfictionEn un rincón oculto de la isla de Jeju, dos almas quebradas encuentran refugio y resurrección en el bar Moscow. Minhyung, marcado por la tragedia y la soledad, vive como un espantapájaros abandonado en un campo desolado, mientras Minseok, una marion...