⌜Capítulo 19: El Plan Explosivo de la Desesperación⌟

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La brisa de otoño en Jeju llegaba cargada de un frío que se filtraba en los huesos, pero esa noche no era el viento lo que erizaba la piel de Minhyung, sino la sensación de que el tiempo se agotaba. Los días que le quedaban a Minseok en la isla se deslizaban como arena entre sus dedos, y cada minuto perdido era una aguja en su corazón. El destino, en su juego cruel, había retrasado la partida de Minseok a Rusia debido al mal tiempo, como si el cielo mismo conspirara para darles unos días más, un respiro antes de la separación inevitable. Pero ese respiro también traía consigo una presión implacable.

Minhyung, con su sonrisa alegre detrás de la máscara y sus ojos siempre llenos de luz, ahora caminaba con el peso del mundo sobre los hombros. Había convencido a Erik, el hombre que alguna vez lo rescató de las calles, para que le dejara trabajar cada noche como mesero en el casino del Moscow. La fachada de elegancia que el lugar presentaba a los turistas y visitantes era un velo tras el cual se ocultaban oscuras transacciones, negocios que nadie mencionaba en voz alta. Y en medio de todo, Minhyung iba perfeccionando sus trucos, engaños pequeños y rápidos con los que lograba robarles unos cuantos billetes a los clientes ricos que nunca notaban su desaparición.

Cada billete, cada moneda, lo acercaba un paso más a su plan. Un plan que se había convertido en su única salvación: huir con Minseok. Irse lejos, donde el peso de sus cicatrices no fuera una carga, donde la vida no se sintiera como un juego de marionetas para Minseok. Pero cada vez que hacía cuentas, el dinero nunca era suficiente. Minhyung sabía que el reloj seguía avanzando, implacable, y sentía cómo el pánico crecía dentro de él.

Esa noche, mientras Minhyung se movía entre las mesas del casino, cargando bandejas con copas de vino, su mirada se cruzó con algo que lo hizo detenerse. Un grupo de hombres, desconocidos para él, estaba sentado en una esquina, apartados del bullicio general. Sus trajes eran impecables, y la manera en que intercambiaban miradas rápidas y calculadas dejaba claro que eran más que simples jugadores. El dinero parecía desbordarles de los bolsillos, pero había algo en ellos que advertía peligro. Eran diferentes. Sus sonrisas eran afiladas como cuchillos, y los ojos, fríos, parecían siempre estar midiendo, evaluando.

Minhyung, acostumbrado a leer a las personas después de años de sobrevivir en las calles y el orfanato, sintió un escalofrío. Estos hombres no eran de fiar, eso estaba claro. Sin embargo, algo en su interior, tal vez la desesperación o el instinto, lo empujó a acercarse.

—¿Algo más que puedan necesitar? —preguntó con su tono educado, escondiendo cualquier traza de nerviosismo.

Uno de los hombres lo miró de arriba abajo, sonriendo apenas con las comisuras de los labios. Le pidieron una botella de lo más caro del menú, pero fue durante ese breve intercambio cuando Minhyung lo notó: el hombre que sostenía una ficha de póker en la mano la guardó en su bolsillo con demasiada facilidad. Un pequeño descuido, un gesto automático que Minhyung reconoció al instante.

Ahí estaba. La oportunidad.

Una ficha con ese valor podría significar una fortuna. Si Minhyung conseguía tomarla en el momento adecuado, mientras los hombres estuvieran distraídos con sus apuestas y tragos, podría intercambiarla por una cantidad considerable de dinero. Lo suficiente para huir con Minseok. Su corazón latió más rápido, y la adrenalina comenzó a llenar sus venas.

Pero el riesgo era inmenso. Estos hombres no eran simples clientes ricos y despistados. Un error y todo se vendría abajo. No solo perdería la oportunidad de huir, sino que pondría en peligro su vida. Y peor aún, la de Minseok.

Esa noche, cuando el reloj marcaba la madrugada y las luces del casino empezaban a menguar, Minhyung sirvió la botella cara que le habían pedido, manteniendo siempre su mirada alerta. El juego de apuestas seguía. Los hombres hablaban entre ellos, concentrados, y Minhyung sintió el momento acercarse. Podía ver la ficha, una pequeña joya de valor incalculable, moviéndose entre los dedos del hombre que la había guardado.

M.E ;; Keria x GumayusiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora