⌜Capítulo 21: Cenizas y Renacimiento⌟

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Las luces del hospital parpadeaban con una serenidad abrumadora. El aroma a desinfectante llenaba el aire, mientras el sonido rítmico de los monitores se mezclaba con el suave susurro del viento que se colaba por una ventana mal cerrada. Minhyung, con los brazos vendados, observaba a Minseok en la cama contigua. Los dos estaban allí, más heridos en alma que en cuerpo, pero juntos. Y eso, en ese instante, era todo lo que importaba.

Minseok permanecía en silencio, su mirada fija en el techo blanco e impersonal del hospital. No había dolor en sus ojos, solo una calma extraña, casi etérea. Las sombras del Moscow ya no lo envolvían, las voces de sus padres ya no lo controlaban. El fuego se los había llevado, y con ellos, los hilos que lo mantenían prisionero.

Minhyung, sentado al borde de su propia cama, lo observaba con una mezcla de alivio y preocupación. Sabía lo que había ocurrido; lo había visto en las caras de los médicos y en los murmullos de los policías. Los padres de Minseok no habían sobrevivido al incendio. Una parte de él temía cómo Minseok reaccionaría cuando lo supiera, pero lo que veía frente a él no era dolor ni duelo, sino una extraña paz.

—Minseok... —susurró Minhyung, su voz llena de ternura. Se inclinó hacia el menor, tomando su mano entre las suyas—. ¿Estás bien?

El menor giró lentamente la cabeza, su mirada ausente aterrizando sobre los ojos oscuros de Minhyung. Apenas un suspiro escapó de sus labios, y después, una palabra que flotó como una hoja en el viento.

—Sí.

Era una respuesta simple, casi vacía para cualquiera que no lo conociera, pero Minhyung lo entendió. En ese "sí" había una liberación, un alivio silencioso que lo hacía sentir más ligero. Minseok no lloraba, no gritaba, no lamentaba. Solo aceptaba la realidad de lo que había pasado.

Minhyung suspiró, su corazón dividido entre la tristeza y el alivio. Ahora, los dos eran huérfanos. Ambos habían perdido lo que alguna vez los ataba a este mundo, pero en ese vacío habían encontrado algo mucho más grande: el uno al otro. Dos almas vagabundas, incompletas, que se habían encontrado en el caos y que, de alguna manera, ahora se sentían como un hogar.

El silencio en la habitación se prolongaba, pero no era incómodo. Era el tipo de silencio que hablaba más que las palabras. Los dos se comprendían sin necesidad de hablar, un lenguaje silencioso y profundo, nacido del amor que compartían.

—¿Qué haremos ahora? —murmuró Minhyung, rompiendo suavemente la quietud. Sus ojos se nublaron con incertidumbre. Había pasado los últimos meses trabajando en el Moscow, y ahora que todo había ardido en llamas, no tenía ni idea de qué harían a continuación. Sin trabajo, sin un lugar adonde ir. Era un espantapájaros al viento, sin soporte.

Minseok, en su inocencia tan característica, lo miró, casi con curiosidad. Sus labios se curvaron ligeramente, apenas un esbozo de una sonrisa, y luego dijo algo que sorprendió a Minhyung:

—Restauraremos la cabaña. Me dijiste que era tu mayor deseo.

Minhyung lo miró, desconcertado. —¿La cabaña?

El otro asintió suavemente, como si fuera la cosa más obvia del mundo. —La que tus padres te dejaron.

—Pero... —dijo el mayor, con un suspiro— no tengo dinero, Minseokie. No podemos...

Antes de que pudiera terminar la frase, Minseok lo interrumpió con la misma serenidad que siempre lo había caracterizado, pero esta vez con algo más: decisión.

—No importa.

El mayor lo miró, desconcertado. Aquellas palabras simples resonaron en él de una forma extraña, como si Minseok supiera algo que él no. Y, en efecto, lo sabía.

M.E ;; Keria x GumayusiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora