⌜Capítulo 12: Acordes de una Melodía Prohibida⌟

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El escenario del Moscow estaba bañado en luces doradas, un resplandor cálido que envolvía a Minseok mientras sus dedos danzaban sobre el piano. Las notas fluían como un río cristalino, cada acorde parecía llevar consigo un susurro del viento, un eco de lo que alguna vez fue el silencio en su corazón. El público, embelesado, no podía apartar la mirada de aquel joven prodigio cuya perfección casi etérea los había hechizado desde la primera nota. Pero aquella noche, había algo distinto. Algo que ellos no podían ver ni comprender. Había una centelleo, un destello de vida en la música de Minseok que antes no existía.

En los rincones más oscuros de su ser, donde antes solo había frío y vacío, algo estaba despertando. Y aunque su rostro permanecía inexpresivo, su corazón, por primera vez, comenzaba a latir al ritmo de la música que él mismo creaba. No era solo técnica, no era solo precisión; era emoción, era vida. Y la razón de este despertar, el origen de esta nueva luz, no estaba en el piano ni en la partitura, sino en las noches que compartía en secreto con Minhyung.

El chico de la cicatriz, aquel que había irrumpido en la vida de Minseok como un rayo de sol en medio de una tormenta, se había convertido en el ancla que lo mantenía conectado a este nuevo mundo de sensaciones. Cuando la multitud se dispersaba y las luces del Moscow se apagaban, Minseok y Minhyung se encontraban en una esquina solitaria, lejos de las miradas inquisitivas de todos. Allí, en la quietud de la noche, Minseok se sentaba al piano, mientras Minhyung, a su lado, tocaba acordes sencillos, tímidos, pero llenos de un sentimiento que resonaba en en joven prodigio más que cualquier sinfonía.

Eran momentos fugaces, robados del tiempo, pero en ellos, Minseok encontraba un refugio, una paz que nunca había conocido. Las manos de Minhyung, aunque torpes sobre las teclas, eran cálidas, y su risa, suave y despreocupada, llenaba el aire con una alegría que Minseok nunca había sentido. Juntos, compartían algo que iba más allá de la música; compartían un trozo de alma, un fragmento de sueños que, por breves instantes, se hacían realidad.

En esas noches, Minseok tocaba con más fervor que nunca, inspirado no por la obligación ni por el deseo de complacer a sus padres, sino por una necesidad que había nacido en su interior. El zorro de peluche que había ganado en la feria se había convertido en un compañero silencioso en esas noches. Minseok lo colocaba junto al piano, como si el pequeño zorro estuviera allí para escuchar y aprender también. Y si bien Minhyung se burlaba de la seriedad con la que Minseok trataba al peluche, ambos sabían que ese simple objeto era un símbolo de algo mucho más profundo. Aquel simple objeto, un símbolo de la inocencia y el afecto que estaba empezando a descubrir, se había convertido en un amuleto, un recordatorio de que, aunque su vida seguía siendo una marioneta tirada por hilos invisibles, había encontrado un rincón donde podía ser él mismo.

Pero la felicidad en estas noches era efímera. Al amanecer, cuando los primeros rayos de sol comenzaban a teñir el cielo, Minhyung debía irse. El trabajo lo llamaba, y Minseok tenía que regresar a la fría realidad de su habitación, antes de que sus padres descubrieran su pequeño secreto. Cada despedida era un puñal silencioso en el corazón de Minseok, quien, aunque seguía sin poder expresar sus emociones, había comenzado a desear que esas noches nunca terminaran.

Y entonces, en esos momentos de despedida, ocurría algo que ni siquiera Minseok podía prever. Sin pensarlo, estiraba sus labios, un gesto casi imperceptible, esperando el beso que Minhyung le daba antes de irse. Era un gesto tan pequeño, tan simple, pero que contenía en sí todo el peso de sus sentimientos reprimidos, todo el anhelo de un amor que apenas empezaba a entender.

Minhyung, siempre atento, no dejaba pasar ese momento. Se inclinaba suavemente, depositando un beso tierno en los labios de Minseok, un beso que parecía sellar un pacto entre ellos, un pacto de amor, de comprensión, y de una promesa tácita de que esas noches secretas no eran solo un sueño pasajero.

M.E ;; Keria x GumayusiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora