⌜Capítulo 20: El Último Susurro de la Jaula⌟

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El aire estaba cargado de humo, y el mundo a su alrededor se desmoronaba bajo las llamas. Pero en medio de aquel infierno abrasador, Minhyung avanzaba. Sus pasos, aunque torpes y doloridos, no se detenían. El calor le quemaba la piel, y su pierna cojeaba con cada paso, pero en su mente solo había un objetivo: encontrar a Minseok. El fuego rugía como una bestia salvaje, devorando todo a su paso, pero Minhyung no prestaba atención al dolor ni al miedo. Había algo más grande que lo impulsaba, algo más fuerte que el mismísimo fuego.

Cuando finalmente lo encontró, Minseok estaba inmóvil, su rostro pálido y su respiración débil. La pierna atrapada bajo el peso de la madera parecía mantenerlo prisionero, como todo en su vida lo había mantenido hasta ahora. Pero sus ojos, esos ojos que siempre parecían tan vacíos, mostraban algo diferente esta vez: miedo, pero también una necesidad desesperada de ser libre. De ser salvado.

—Minhyung... —su voz, apenas un susurro entre las llamas, alcanzó el corazón de Minhyung como un grito. Minseok lo miraba con esa expresión inocente que siempre lo desconcertaba. Esa mirada que hablaba de una vulnerabilidad tan pura que Minhyung nunca había sabido cómo reaccionar.

—Voy a sacarte de aquí —dijo Minhyung con una determinación que ocultaba su propio dolor. Se arrodilló junto a Minseok, sus manos temblorosas aferrándose al madero que lo aprisionaba. Sabía que no tenía fuerzas pero aun así lo intentó.

Pero era demasiado pesado, y sus manos, ya quemadas y llenas de heridas, temblaban con el esfuerzo. Minseok, observándolo, sintió por primera vez un impulso nuevo en su pecho. No era solo el miedo o el pánico; era algo más. Era ver a Minhyung, su Minhyung, luchando por él, sufriendo por él. Y si bien su cuerpo temblaba y el dolor invadía su cuerpo, Minseok decidió que no podía quedarse inmóvil, no esta vez.

Con un jadeo ahogado, Minseok estiró la mano, sus dedos pálidos y perfectos envolviendo las manos heridas de Minhyung. Juntos, aplicaron fuerza. El peso del madero parecía inmenso, pero era como si en ese momento algo más allá de lo físico los uniera. Sus respiraciones entrecortadas se mezclaban, y el sonido del fuego alrededor desaparecía, dejando solo el latido acelerado de sus corazones, el susurro silencioso de una promesa que ambos parecían recordar.

En ese instante, el tiempo pareció detenerse. 

Ambos, consumidos por la desesperación y el cansancio, fueron transportados a un recuerdo lejano, uno que habían compartido hace tanto tiempo que parecía de otra vida. Era como si el fuego hubiera encendido una chispa en sus mentes, llevándolos de vuelta a un momento que creían olvidado.

Tenían cinco años. La academia de música era un refugio de sonidos celestiales, de melodías y risas inocentes que resonaban por los pasillos. Minseok, pequeño y solitario, tocaba el piano con la misma precisión fría que ahora lo caracterizaba. No hablaba con nadie, no tenía amigos. Los otros niños lo evitaban, decían que era extraño, demasiado frío, demasiado distante.

Y entonces, un día, Minhyung apareció. Lleno de vida, con una sonrisa brillante y risueña, el niño que no parecía tener miedo de nada ni de nadie. Mientras los otros niños reían y jugaban, él se acercó a Minseok, sin temor, y le habló.

—¿Quieres tocar juntos? —preguntó Minhyung, con una naturalidad que desarmó a Minseok.

Minseok, con su expresión siempre vacía y mirada perdida, lo observó sin comprender. Nadie había intentado acercarse a él antes. Pero Minhyung no esperó una respuesta; se sentó junto al piano, sus pequeños dedos tocando las teclas con una torpeza encantadora. El contraste entre las notas perfectas de Minseok y las fallidas de Minhyung era evidente, pero en ese caos sonoro, una risa tímida surgió de Minseok. Fue el primer sonido de alegría que había emitido en mucho tiempo. Y en ese momento, se conectaron de una forma inexplicable, como si siempre hubieran estado destinados a encontrarse.

M.E ;; Keria x GumayusiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora