Los días siguieron pasando en la cabaña. Entre risas, bromas y silencios compartidos, Minseok y Minhyung construyeron no solo un refugio físico, sino uno emocional. Cada tabla colocada, cada pincelada de pintura, era una promesa silenciosa de amor, de cuidado mutuo. Y a medida que la cabaña tomaba forma, también lo hacía su relación.
Había noches en que, agotados por el trabajo, se tumbaban en el suelo de madera sin terminar, mirando al techo inacabado. A través de las vigas, podían ver las estrellas brillando sobre la isla de Jeju, y en esos momentos, el silencio se volvía un lenguaje propio. Minseok, quien siempre había sido frío y reservado, se sentía cada vez más cómodo con ese tipo de silencio compartido. No necesitaba palabras para sentirse cerca de Minhyung; el simple hecho de estar juntos, en esa cabaña, era suficiente.
Un día, mientras ajustaban las últimas piezas del techo, Minhyung se detuvo a observar la obra de sus manos. La cabaña estaba casi completa. Ya no era una estructura vacía, sino un hogar. Un lugar donde podían ser ellos mismos, sin máscaras, sin miedo. Miró a Minseok, quien estaba concentrado en los últimos detalles, sus manos delicadas y hábiles como siempre, pero ahora había algo más en él: una soltura, una confianza que no tenía antes.
—¿Sabes? —dijo Minhyung, rompiendo el silencio—. Nunca pensé que construir una casa fuera tan parecido a enamorarse.
Minseok, sin apartar la vista de lo que hacía, levantó una ceja, intrigado.
—¿Por qué? —preguntó, en su característico tono monocorde, aunque había un toque de curiosidad en su voz.
—Porque ambos requieren paciencia. Tienes que tomarte tu tiempo, no apresurarte, y estar dispuesto a cometer errores. A veces, las cosas no salen como esperabas, pero eso no significa que esté mal. Solo significa que lo estás haciendo a tu manera. —Minhyung dejó el martillo y se acercó a Minseok, tomando su mano—. Y lo más importante, ambos se construyen juntos.
Minseok lo miró fijamente, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que entendía completamente lo que Minhyung quería decir. No era solo la cabaña lo que habían estado construyendo. Era algo más profundo, algo que iba más allá de lo físico. Era su amor, su vida compartida, su futuro juntos.
El último clavo fue colocado al caer la tarde, justo cuando el cielo de Jeju se teñía de un rosa suave, y las gaviotas volaban sobre la costa. Minseok y Minhyung se sentaron en la pequeña terraza que habían construido, observando el mar en silencio. El viento soplaba suave, y por un momento, todo parecía perfecto.
—Este lugar... —comenzó, con esa voz que siempre parecía estar probando las palabras antes de dejarlas salir—. Me gusta. Contigo.
Esa simple declaración hizo que el corazón de Minhyung latiera con fuerza. No era lo que Minseok decía, sino cómo lo decía. La sinceridad detrás de sus palabras era inconfundible.
—Yo también te gusto, ¿no? —preguntó Minhyung, bromeando, aunque sabía la respuesta.
Minseok no respondió con palabras, como solía hacer, pero su mirada lo dijo todo. En ese instante, se inclinó hacia Minhyung y dejó un beso suave, tímido, en sus labios. Fue un gesto pequeño, pero cargado de significado. Y Minhyung, acostumbrado a la frialdad de Minseok, lo sintió como un abrazo cálido, un testimonio del cambio que había logrado en él.
Los días siguientes fueron un desfile de momentos tiernos, como si cada acción diaria estuviera envuelta en una magia silenciosa. Minseok, quien antes parecía moverse mecánicamente, había comenzado a reír con Minhyung de forma espontánea. Se sorprendía a sí mismo haciendo cosas que jamás habría imaginado: como correr por la playa con la brisa de Jeju acariciando su rostro, o lanzarse al agua helada solo porque el mayor lo había retado.
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M.E ;; Keria x Gumayusi
FanfictionEn un rincón oculto de la isla de Jeju, dos almas quebradas encuentran refugio y resurrección en el bar Moscow. Minhyung, marcado por la tragedia y la soledad, vive como un espantapájaros abandonado en un campo desolado, mientras Minseok, una marion...