Proyección

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En la mañana, mientras ella dormía, él aprovechaba el primer rayo de sol para sentarse en la galería con su computadora, en un estado casi de meditación. El silencio es muy importante a primera hora.

Además de resolver cosas de su trabajo, en su soledad reflexionaba sobre todo lo que su vida le estaba regalando. En el tiempo que avanzó, se encontró con una nueva versión de sí mismo. Vio una sensibilidad propia que quizás siempre supo ver en los demás, era algo que había aprendido a desplegar.

La habitación de la casona tenía un ventanal inmenso, que llegaba al techo y estaba decorado con grandes cortinas de tul, casi transparentes. La ventana, abierta, dejaba entrar el aire del valle dentro del espacio, y las cortinas bailaban tocando un poco las plantas que adornaban el ventanal. La cama era gigante, y precisamente en el centro había una mujer muy a gusto con el descanso, durmiendo boca arriba, casi como una estatua. Si cambiaba la posición tenía que hacer mucho despliegue hasta poder estar cómoda otra vez.

La cantidad de almohadones que la rodeaban a ella la hacían dormir aún más profundo. Y él, que volvía de afuera para acostarse a su lado, se quedaba viéndola mientras descansaba. Nico abrió las sábanas, se metió en el nido y sacando algunos almohadones buscó encontrarse con ella, que lo recibió medio dormida y sin salirse de su posición. Él la abrazó y con una mano en su panza, comenzó a balbucear sobre el desayuno y sobre la posibilidad de ir a almorzar a una estancia que quedaba a unos kilómetros. Ella dijo que sí a todo, en medio de bostezos y tironeos para estar acurrucados, los tres.

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