La Bilirrubina

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Flor se asomaba por la ventanilla, queriendo mirar el paisaje que se escondía bajo la infinidad de nubes.



No terminaba de asimilar lo que estaba sucediendo con su vida en ese momento. Se sentía interpelada, y a la vez parecía ser un niño llegando a Disney por primera vez. Le señalaba a Nicolás el color del mar, y la estela de colores azules y turquesas que rodeaban la tierra firme. No lo podía creer. Era muy afortunada, se repetía a si misma en su mente.


- Damas y caballeros, les comunicamos que estamos a minutos de aterrizar en el Aeropuerto Internacional Gustavo Rojas Pinilla, que podrán ver a su derecha. Esperamos que hayan disfrutado su vuelo. Bienvenidos a la Isla de San Andrés, Colombia.





La humedad insoportable y el clima tropical comenzó a sentirse cuando bajaron del avión, para subir al mini bus y llegar a la pequeña sala de ingreso de pasajeros. El aeropuerto era pequeño y sencillo, y al entrar una señora mayor los saludaba dándoles una cálida bienvenida.


Salieron, y tomaron un taxi que los llevó al alojamiento. Mientras iban en el viaje, charlaban sobre el clima en esa época del año, y el señor del taxi les dió algunas recomendaciones sobre como cuidarse del sol y también les nombró los mejores lugares para visitar en la Isla. Las ventanas del auto iban bajas, y un aire isleño invadió sus narices, mientras la vista que los rodeaba no tardaba en darles serotonina.




La habitación que Nico había elegido en el hotel, tenía un caminito de maderas hacia la playa, y lo primero que hicieron luego de tirar las valijas en la entrada del cuarto, fue correr en dirección al mar, con ropa y todo. En el medio de la corrida, él la alcanzó a ella, que iba mas adelantada, y tomándola por las rodillas, la cargó a su hombro. Flor se reía y le pedía que por favor la bajara, pero solo pudo zafarse de su agarre cuando ya estaban dentro del agua.



Habían hecho un camino de ropa desde la ventana del cuarto hasta la orilla del mar, y ahora solamente tenían sus prendas interiores, que desaparecieron cuando se dieron cuenta de que no había nadie más en la playa. Era una zona bastante privada y el hotel no estaba tan ocupado como para encontrarse con ojos que los intimidaran en su desnudez.


Flor miraba el agua, totalmente cristalina, y llegaba a mirar sus pies en el fondo. El mar era tranquilo, y al estar prácticamente en el medio del caribe, no habían olas que pudieran crear una corriente agresiva. El agua era tibia, con la temperatura justa para quedarse horas nadando.


El cielo celeste se mezclaba con el turquesa del agua, y todo parecía un sueño febril. El sol comenzó a caer a medida que caminaban mar adentro.

Nico la miraba, haciéndose una sola con el mar, y su sensibilidad oculta detrás de sus ojos lo amenazaba con asomarse. Con el agua llegándole a la cintura, y el cuerpo desnudo, se encontró con su abrazo. Siguieron nadando hasta que podían hundirse con ligereza en el mar.



Flor: - Soy tan feliz en este momento, no sé qué hice bien para estar acá. Con vos. La vida es una aventura eterna al lado tuyo.



Nico terminó de quebrarse, y rodeándola con sus brazos por la cintura, le dió un beso sentido en la frente. Se quedó en esa posición, y ella emitió un ligero suspiro, seguido de la presión de sus brazos que también lo abrazaban.



Cerraron los ojos por unos minutos.



Era una meditación en conjunto de tres.
Quizás la más poderosa que habían vivido hasta ese entonces siendo un equipo, siendo pares, en el mundo y en el juego de la vida. Ahora eso cambiaba, se potenciaba por algo más grande que llegaba para quedarse.



Se quedaron en el abrazo, ella apoyando su cabeza en su pecho, y jugando con el agua, y él, con la mirada fija en el horizonte naranja que les daba una bendición.



Suspirando, tomó aire y mientras le tocaba el pelo, empezó a hablar.



Nico: - sos la mujer de mi vida, yo nunca me imaginé así, nunca lo planeé. Creía que yo no estaba hecho para sentir tanto. Vos me enseñas todos los días que sí. Siento mucho amor. Soy el hombre más feliz del mundo con vos al lado mío. No quiero más nada en la vida.



Con esas palabras ella levantó un poco su cabeza para mirarlo, y encontrándose sus pares de ojos marrones, se besaron con pasión. El calor del beso y el calor del caribe eran un solo ambiente, en el que ellos eran protagonistas.


Flor: - te amo, muchísimo. Esto es una locura.

A lo lejos, mientras estaban nadando, empezaron a sonar unos tambores, y una trompeta. Una banda empezó a tocar el primer son de La Bilirrubina, y  ya con el cielo estrellado, y la luna ya posada, empezaron a bailar adentro del mar.

Las lucecitas que adornaban algunas palmeras de la playa del hotel empezaron a prenderse, y la banda sonaba con fervor.

Los dos seguían desnudos en el agua, y la verdad que mucho no les importaba volver al descubierto hacia la habitación.

Con el amor inyectado en los corazones como insulina, miraban la escena que los rodeaba, y daban las gracias. Las estrellas brillaban, iluminando el agua, y sus ojos.

A LA PAR | OCCHIAMIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora