La Noticia

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Si nos remontamos en el tiempo, para ser precisos, unos meses atrás, en el departamento de Nicolás sucedió un momento muy particular. Sí, podemos decir que no se los esperaban en absoluto, y que la sorpresa los arrinconó en una tarde de viernes.


Flor había faltado al programa por que se sentía mal, y él no le insistió, cuando se levantó a las 7.30, en que no falte. Había estado toda la noche haciendo el mismo recorrido del baño a la cama, y teniendo una sensación de asco muy fuerte. No llegaba al vómito, se ataba el pelo, había tomado agua, se había levantado el también escuchando las arcadas de ella.

Volvió a la cama luego de revolver y encontrar un medicamento para las náuseas, y cayó desplomada sobre el colchón para poder descansar.

Él, que también a veces tenía la misma mala costumbre de dormir boca abajo, estiró su brazo para acariciarle la espalda durante las horas que les quedaban de sueño.

Cuando el despertador sonó, ella ni se movió, sino que balbuceó algo parecido a "me siento muy mal" y "no hay chances de que vaya" que él supo descifrar.



Se levantó, y mientras resolvía su desayuno y su ropa para el día, le iba preguntando a ella que necesitaba. Terminó armándole el desayuno igual, aunque ella le haya dicho que no, por qué sabía que después le iba a dar hambre.


Alrededor de las 8, le dió un beso en la frente y le dijo que cualquier cosa lo llamara, que iba a dejar el teléfono con el timbre activado.




Nico: - te amo, avísame si te hace falta algo



Ella asintió y estirando un brazo le acarició el brazo como pudo, y luego de esto Nicolás salió hacia su trabajo.

En el camino, manejando, algo le parecía extraño.

No sabía qué, ni tampoco podía justificar su intuición, pero creía estar en lo cierto. Iba a tener muchos motivos para querer que las horas del programa se pasen rápido.


Flor durmió hasta las 12 del mediodía, y cuando se levantó, comenzó otra vez con arcadas. El desayuno ya estaba frío, y no pudo tampoco probar bocado, por que su cuerpo lo rechazaba.



Quería ignorar todo pensamiento paranoico que podía estar ocupando su mente, pero no podía.
Se volvió a acostar, se refregó los ojos, y en un suspiro profundo intentó competir contra su cerebro y su capacidad para atar cabos que la estaba llevando a razonar una sola cosa.



La notificación del calendario menstrual apareció en su celular para terminar de coronar su supuesto delirio, pidiéndole que no se olvide de anotar las fechas de su ciclo. Claro, tenía dos semanas de atraso.


Como por arte de magia, quizás por arte de nervios, las náuseas se cortaron: su cuerpo ahora llevaba toda la tensión a ese hecho.

Como persona adulta que puede entrar en pánico como cualquier criatura indefensa, lo primero que hizo fue lavarse la cara con agua, lavarse los dientes, hablarse en el espejo, intentar bajar sus emociones y cambiarse. Lista para la guerra, es decir, ir a la farmacia.

Meditó varias veces el hecho, hasta que pudo decidirse a bajar a la farmacia de la esquina.

Flor: - Ya está, capaz estás flasheando y sos una boluda que comiste algo que te cayó mal

Ella hablaba consigo misma mientras recorría el departamento intentando encontrar la re putisima llave de mierda que no aparecía justo cuando la necesitaba. Entre tantos nervios y ansiedad quizás ahora las náuseas llegaban a aparecer otra vez, pero a modo de coronación de la escena frenética.

En el terrible camino de media cuadra se repetía a sí misma que estaba flasheando, una y otra vez, mientras una señora de enfrente la miraba con su caniche. Ella no entendía por qué la vieja de mierda la miraba, capaz nunca había visto una chica a minutos de hacerse un test de embarazo. Qué metida la señora con su perro horrible mirándola, pensaba.

El modus operandi para conseguir un evatest fue frenético, nervioso y hasta perturbador para el chico que cobraba en la caja. Salió disparada de vuelta hacia la calle y hacia el departamento de su novio, y subió en el ascensor haciendo tamborcito con los dedos, contra la cajita de cartón que traía adentro un procedimiento que la iba a volver loca en cuestión de minutos. Se miraba en el espejo, y repasaba las últimas veces que habían tenido relaciones. No terminaba de encontrar el momento del descuido, no comprendía. Estaba re contra flasheando y era una boluda que seguro comió algo que le cayó mal, se volvia a decir en voz baja.

Cuando estaba ya de vuelta en el departamento, alrededor de las 12.40, fue directo al baño. Esto se soluciona rapidísimo, se dijo. No tenés 15 años, ya estás grande, no te puede ganar un test de embarazo. Repetía palabras de aliento y también de apuro entre su cerebro y también algunas que se decía a sí misma.

Empezó a temblar como si fuese una hoja fina de marca Gloria. Se quería volver ella misma al útero de su propia madre en ese momento. Esto se resuelve así, sacándonos la duda.

Fruncía el ceño mientras leía el dorso de la caja del test de embarazo, y comenzó a inhalar, y exhalar, varias veces.

Se sentó en el inodoro, y por suerte, tenía ganas de hacer pis. Siguió las instrucciones, pis en el cosito de plástico ese, y dejó el test. Tenía que esperar como mínimo 5 minutos.

Temblaba muchísimo y ahora también se le querían aflojar un poco las piernas. Lo había dejado asomado en el tocador del baño. No se quería ni acercar a mirarlo. Se puso un temporizador de 7 minutos, y mientras el reloj del teléfono marcaba ya las 12.53, ella pensaba miles de cosas por segundo.

Pensaba en todo. En absolutamente todo.
En todas las cosas que le daban miedo, en todo lo que no entendía del mundo. Pensaba en ella misma y su vida, pensaba en su versión pequeña, su versión niña, su versión adolescente, piba, grande. Mujer.

A LA PAR | OCCHIAMIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora