Miré la hora y di un leve suspiro de alivio. Mi clase estaba a punto de iniciar, y, por suerte, ella no había hecho acto de presencia aún. Generalmente desaprobaba que mis alumnos faltaran a clase, pero por lo visto la cosa había cambiado mucho desde el inicio del semestre de primavera, cuando ella entraba con aire despreocupado al aula, irritándome en cada oportunidad.
Volví a mirar mi reloj.
Hora de empezar.
Y entonces la puerta se abrió bruscamente y, en consecuencia, mi buen humor desapareció.
Entró a la sala con su habitual aire, cascos absolutamente descomunales y meneando la cabeza al ritmo de la música. ¿Acaso era consciente de las miradas que despertaba? ¿Le importaba? Probablemente no, dado el atuendo—por llamarlo de alguna manera— que elegía.
Las botas militares que calzaba estaban gastadas y sin lustre, llevaba unos pantis negros llenos de agujeros, una falda diminuta y, por si fuera poco, le había recortado el escote a la blusa de manga larga, de modo que el hombro le quedaba al descubierto.
Mis ojos se posaron ahí, notando la ausencia de un tirante de sujetador.
El resto de los presentes también se fijaron, y la siguieron con la mirada en su recorrido, mientras sus movimientos hacían patente que definitivamente no llevaba nada debajo de la ceñida blusa.
Al levantar la vista hacia ella, nos cruzamos la mirada fugazmente. Me dedicó una amplia sonrisa con un guiño. De repente, sentí que el aire que retuve se quedó atascado en mi cuello y tuve que reprimir el impulso de expulsarlo dramáticamente.
Cuando pasó por delante de mi mesa, fingí que miraba la hora. Imponía demasiado a tan corta distancia... Esos labios rojos y todo ese delineado negro que llevaba en los ojos.
No entendía por qué decidía presentarse con esa facha cuando, por lo demás, era bastante mona. Ojos oscuros y rasgados, y una larga y brillante melena castaña. Nunca se dejaba el cabello suelto. Ese día parecía que se había enrollado espesos mechones con una batidora antes de sujetárselos con un prendedor.
Su aspecto no era lo único que me fastidiaba. La chica no parecía tener ninguna consideración por el hecho de que yo fuera su profesora. A menudo me llamaba "Kara", a pesar de que la corregía.
Yo no era " Kara" cuando daba clase, esperaba que mis alumnos se dirigieran a mí como «profesora Danvers» o bien " Profesora" .
Mis expectativas se veían rotas ante a esa irritante joven.
Hoy es la primera vez que me guiña el ojo y no tengo la menor idea de cómo debería reaccionar ente tal acto. Ella era totalmente impredecible, lo cual me ponía nerviosa. Nunca dudaba en interrumpirme en clase. Jamás en mi vida había conocido a una chica tan testaruda hasta la exasperación. Tenía ganas de que acabase el semestre para poder perderla de vista de una vez por todas. Era lista —eso era innegable— y yo estaba convencida de que aprobaría la asignatura con nota alta.
Se sentó en primera fila, como siempre, y la observé mientras dejaba el bolso en el suelo. El movimiento hizo que el escote de su blusa, de por sí holgado, se deslizara por debajo del hombro, dejando aún más al descubierto su pálida piel.
Eso me molestó más que sus continuas interrupciones y su reprobable conducta.
¿Por qué no vestía como Dios manda?
Sería una jovencita encantadora si se pusiese una falda con un largo decente y, tal vez, una blusa de seda. Pero, por lo visto, se empeñaba en ir como ella misma, echando a perder sin remedio mi buen humor.
A mí me gustaban el orden y la previsibilidad, y con ella en mi clase no podía disfrutar de ninguna de las dos cosas.
Se apellidaba, cómo no, Luthor.
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FOREVER ∞ Supercorp G!P.
FanfictionElla es su alumna. Ella tiene mucho que aprender. La vida de la profesora Kara Danvers está perfectamente planificada. Da sus clases martes y viernes, cena con sus padres los fines de semana y cada noche se va a dormir a una hora razonable. Sola. Un...