EPÍLOGO

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En definitiva, aunque algunas ideas y opiniones de Kerouac estén desfasadas, el mensaje del libro sigue siendo válido hoy en día: se trata de aprovechar las oportunidades y de aspirar al tipo de vida que realmente deseen llevar, por muy diferente que pueda ser esta vida de las del resto del mundo.

Miré a mis alumnos, varios de los cuales asintieron mientras hablaba.

Una de las chicas de la primera fila levantó la mano.

—¿Profesora?

—¿Le ha pasado alguna vez? Me refiero a aprovechar una oportunidad así.

Pasé el dedo por la alianza de oro que llevaba en el anular.

—Sin duda.

—¿Salió como esperaba?

—Superó mis expectativas -le respondí con una sonrisa. Se le sonrojaron las mejillas y asintió antes de bajar la vista a sus apuntes.

—Y teniendo eso presente, espero que pasen un buen fin de semana - concluí, dando por terminada la clase-. Pero recuerden que tienen que entregar el trabajo el lunes, ¿de acuerdo?

Me reí entre dientes mientras rezongaban recogiendo sus cosas, ansiosos por irse.

—Buen fin de semana, profesora-dijo a media voz la chica de la primera fila al pasar por delante de mi mesa, mirándome a los ojos fugazmente.

El aula se quedó vacía enseguida y me puse a guardar el ordenador portátil.

—Vaya, parece que tienes otra admiradora. Me dio un vuelco el corazón y alcé la vista.

Mi preciosa esposa estaba apoyada contra el marco de la puerta, de brazos cruzados.

—Anda ya -dije con una sonrisita-. Como si la mitad de tus alumnos no estuvieran enamorados de ti.

Lena se rió por lo bajo. La observé mientras se acercaba a mí, meciendo las caderas con sensualidad bajo la falda de tubo, repiqueteando los tacones a cada paso. En casa seguía usando faldas vaqueras y camisetas de grupos de música, pero aquí siempre vestía formal. Me encantaba su ropa de trabajo, al igual que su vestuario más informal. De hecho, me encantaba prácticamente todo lo relativo a ella. Seguía fastidiándome que revolviera la zona que ocupaba en el despacho de casa, cómo no, pero había aprendido la lección hacía muchísimo tiempo y nunca intentaba ordenar sus apuntes y libros.

—Esos pobres chicos... -dije para provocarla, al tiempo que tiraba de ella para abrazarla-. ¿Vistes así a propósito para encender sus corazones?

—No. Visto así por ti. Para encender tus pantalones.

—Misión cumplida -dije, entre la risa y el gemido, cuando se restregó contra mí de un modo de lo más sugerente.

—Ajá. -Se puso de puntillas para besarme.

Los seis años de matrimonio no habían mermado la excitación que experimentaba siempre que sus labios rozaban los míos, ni la manera en la que mi corazón se ponía a latir con fuerza siempre que se encontraba cerca de mí. Estaba muy enamorada.

Estábamos muy enamoradas.

—¿Sabes? -dijo, echándose hacia atrás para apoyarse en mi mesa-. Yo me sentaba justo ahí, observándote mientras dabas clase. -Señaló en dirección a la primera fila.

—Lo recuerdo.

—Solía fantasear contigo constantemente -confesó-. Imaginaba que... me follabas aquí mismo. -Lentamente, apoyó las manos en la mesa y entreabrió las piernas.

FOREVER ∞ Supercorp G!P.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora