2da. Parte CAPÍTULO 11

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El tenue zumbido de la aguja se mezclaba con la música de rock que sonaba a bajo volumen por los altavoces. Lena inspiró profundamente y me apretó la mano.

—¿Duele, pequeña? -musité.

Levantó la vista y me dedicó una sonrisa ladeada.

—Mucho-contestó-, pero da igual. Aguanto con gusto.

Le sonreí. Lena había comentado que tenía ganas de hacerse otro tatuaje -algo en honor a su abuelo— y había llegado el momento. Me había explicado que el otro tatuaje, el que tenía por debajo de la nuca, se lo había hecho al cumplir dieciocho años en honor a sus padres. A mí me parecía bonito, sin más, pero en realidad era un símbolo celta de la familia, dado que los antepasados de Lena eran irlandeses.

Ahora quería dejar la huella de su abuelo sobre su piel con un pequeño nudo que significaba «sabiduría». Por lo visto la experiencia era una catarsis para ella y me alegraba de que hubiera decidido compartirla conmigo.

—Es como recordar y dejar partir al mismo tiempo -comentó-. Él siempre será parte de mí. -Una solitaria lágrima resbaló por su mejilla.

Alargué la mano para secársela y me crucé la mirada con la tatuadora.

—¿Necesitas un descanso? -preguntó a Lena, apartando la aguja.

—No, estoy bien -respondió, y volvió a levantar la vista hacia mí con gesto risueño-. Estoy genial.

El corazón me dio un vuelco y le correspondí con una sonrisa radiante. Sabía a lo que se refería. Estábamos mucho mejor que simplemente bien. Habíamos pasado un verano alucinante; hasta la fecha.

El mejor de mi vida.

Para mí, los veranos habían sido épocas de contemplación serena y soledad. De pequeña tampoco había tenido demasiados amigos, y a menudo pasaba el tiempo sola.

En los últimos años, había dedicado las vacaciones de la universidad a trabajar en artículos, a preparar el semestre del otoño y, cuando me encontraba de ánimo especialmente atrevido, a ir alguna que otra vez al cine entre semana.

Mi vida había sido muy triste y ni siquiera había reparado en ello. Nunca había pensado realmente que mejoraría. Pero me equivocaba. Ahora que salía con Lena, todo era distinto, y prácticamente no nos habíamos separado en todo el verano. Ella había pasado todas las noches sin excepción en mi apartamento y las únicas veces que nos habíamos separado había sido cuando yo iba al gimnasio y a comer con mi hermana e Imra, o cuando ella quedaba con sus amigas para cenar.

Dos semanas antes la había invitado a que me acompañara a Napa a mi escapada anual de cata de vinos. Había sido la primera vez que viajábamos juntas como pareja, y fue maravilloso. Nos alojamos en un romántico bed & breakfast, caminamos a todas partes cogidas de la mano, asistimos a degustaciones de vinos e hicimos el amor bajo el cielo celeste. Ni siquiera temí que nos pillaran y por fin pude hacer realidad mi sueño de estar con ella a la luz del día. Lena se puso coquetos vestidos con sandalias planas y llevó el pelo suelto todo el tiempo. Debí de hacerle unas cien fotografías radiante de belleza a la luz del sol.

Ahora me encontraba en Los Ángeles, en un local de tatuajes, agarrando de la mano a mi preciosa novia. Este viaje era cosa suya: había reservado una habitación en un original hotel, me había llevado de compras a sus tiendas favoritas y hasta me había convencido para acompañarla a un concierto.

¡Yo en un concierto de rock !

La música me había parecido un poco estridente y no era precisamente acorde a mis gustos, pero, como casi todas las cosas que hacíamos, fue una aventura y el hecho de ver lo contenta que estaba Lena de que formara parte de su mundo lo compensó con creces.

FOREVER ∞ Supercorp G!P.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora