2da. Parte CAPÍTULO 13

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POV. LENA

La cafetería estaba llena de gente. El frío invitaba a un montón de gente a entrar a media tarde, de camino a casa a la salida del trabajo o de clase. Las mesas estaban atestadas de estudiantes universitarios, de risas y cháchara, y los observé con envidia.

Echaba de menos a mis amigas.

Al dar un paso al frente, me fijé en el tipo que había detrás de la caja, que encarnaba a la perfección mi prototipo: la camiseta de The Clash, tatuajes, un piercing en el labio y una actitud chulesca para completar la estampa. Siempre me habían puesto los malotes.

En aquella época era una necia.

Pedí un café solo y me ajusté la pesada cartera al hombro mientras rebuscaba en el bolsillo de mi chaqueta para pagar. Encontré un billete de cinco libras, lo puse sobre el mostrador y alargué la mano para coger la taza.

—Invito yo -dijo el camarero, encandilándome con una sonrisa mientras sostenía el café-. O, mejor aún, ¿y si a cambio me das tu número?

Lo miré fijamente. Unos meses antes probablemente habría aceptado.

—Solo el café -le dije, empujando el billete en su dirección.

—Ah, eres estadounidense. ¿Recién llegada a la ciudad? Si te apetece, puedo enseñártela.

—No.

Le cambió súbitamente el gesto, desconcertado. Seguramente no estaba acostumbrado a ser rechazado.

—Uy, no te pongas así -dijo en tono zalamero-. Puedo animarte, pequeña.

Pequeña.

No era la primera vez que un tío me tiraba la onda, pero por una vez no me dio la gana de sonreírle y declinar su invitación educadamente, por muy convencional que hubiera sido. Estaba harta de pasarme el día entero en clase y luego la tarde estudiando en la biblioteca. Tenía hambre, me encontraba sola y de mal humor para aguantar tonterías.

—¿Qué parte de «no» es la que no entiendes? -respondí con rabia-. ¡Dame el puto café! -Le arrebaté la taza de las manos y salí furiosa del local, maldiciendo para mis adentros.

Fuera, suspiré y hurgué en mi cartera en busca de cigarros, sucumbiendo finalmente a las enormes ganas que llevaba todo el día conteniendo.

Estaba fumando muchísimo y era consciente de ello.

En Estados Unidos, normalmente solo me daba el gusto cuando salía de fiesta con Sam y Gayle, pero ahora se había convertido en un hábito.

Aquí lo ponían demasiado fácil. En el campus había zonas para fumadores y nadie te lanzaba miradas reprobatorias si encendías uno. Tampoco es que me importara la opinión de la gente. Hacía tiempo que pasaba de eso. La vida era demasiado corta. Lo sabía muy bien. Eres una cría feliz sin la menor preocupación y al minuto siguiente tus padres mueren en un incendio a consecuencia de un chapucero sistema eléctrico mientras estás pasando la noche fuera de casa.

Una vez vi una película en la que un chico decía que la infancia acaba en cuanto sabes que vas a morir. Me figuro que para algunos será así, pero no para mí. En mi caso no fue al tomar conciencia de mi propia mortalidad, sino de la de mis padres. ¿Que te den la noticia de que tu mamá y tu papá han muerto cuando tienes siete años? Ese fue el momento en el que acabó mi infancia.

Volví la vista hacia la cafetería, arrepintiéndome de no haber comprado algo para comer. No tenía nada en casa. El chico de la caja tenía los codos apoyados en el mostrador, con una encantadora sonrisa falsa, enfrascado en una conversación con otra clienta. Con qué rapidez olvidan.

FOREVER ∞ Supercorp G!P.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora