CAPÍTULO 18

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En cuanto llegué a casa, envié el trabajo de Lena por correo electrónico a Nia.

Intenté llamarla por teléfono de nuevo y esta vez sí sonó, pero no hubo respuesta. Traté de localizarla durante todo el fin de semana, pero era evidente que hacía caso omiso de mis mensajes y llamadas de teléfono. Consulté su perfil de Facebook, pero no había actualizado nada. Barajé la idea de ir a su apartamento por si estaba en casa, pero la descarté, al menos hasta que Nia me devolviese el trabajo.

El domingo fue una agonía. En plena agitación interna, empecé a plantearme si lo mejor hubiera sido no haber empezado nunca la historia con Lena. Si me hubiera limitado a marcharme tras haberla llevado a su apartamento aquella primera noche, no me encontraría en esta tristeza... y seguramente habría vuelto a quedar con Diana. Y a partir de ahí las dos podríamos haber vivido felices y comido perdices por siempre jamás.

Pero yo ya no aspiraba a ese tipo de vida. No anhelaba lo previsible y seguro. Lo de Diana sería como un roto para un descosido, independientemente de lo apropiada que fuera para mí, y eso no sería justo para ninguna de las dos. Yo deseaba pasión, risas y amor. Deseaba a Lena.

Tengo que recuperarla.

Por un momento me planteé si existiese el riesgo de que incumpliera su promesa y diera parte a la universidad, pero deseché la idea en cuanto se me pasó por la cabeza. Por muy enfadada que estuviera Lena, no concebía que pudiera cometer un acto tan vengativo. Sin embargo, estaba claro que no tenía ganas de hablar conmigo. No respondía a mis llamadas e ignoraba la cantidad de mensajes que le había mandado suplicándole que me diera una oportunidad para verla.

Yo apenas comía, dormía mal y en términos generales tenía el ánimo por los suelos. Nada que ver con lo divinamente que me había sentido últimamente.

El lunes por la mañana estaba sentada en mi despacho mordisqueándome las uñas, casi sopesando la idea de empezar a fumar con tal de tener las manos ocupadas.

—¿Kara? -Nia entró y me sacó de mi ensimismamiento. Le hice un gesto para que se sentara y reprimí las ganas de volver a llevarme las manos a la boca.

—Oye, ¿cómo vas? -preguntó, con el ceño fruncido. La fulminé con la mirada.

—Vale, una pregunta estúpida. Estás hecha un desastre.

—Me imagino. -No me había tomado la molestia de arreglarme y obviamente era patente.

—¿No ha dado señales de vida? -preguntó Nia en voz baja.

—No. De todas formas, voy a pasarme por su casa esta noche. -La idea de presentarme allí sin previo aviso me revolvía el estómago, pero no quedaba otro remedio.

—Bueno, lo he leído -dijo Nia, y cogió su maletín-. Tenías razón. El trabajo es magnífico.

Nia me lo entregó.

—Yo diría que es un magnífico punto de partida para una tesis, si es que ella se plantease ir en esa dirección. Le he puesto un sobresaliente y he añadido unos cuantos comentarios para que quede constancia de que son míos y no tuyos.

—Gracias. No sabes cuánto te lo agradezco -dije, y puse el trabajo a buen recaudo en un sobre.

—No hay de qué. ¿Te vas... a casa ahora?

—¿Tan mal me veo?

Nia hizo una mueca.

—Igual deberías dormir un poco, vamos, si es que tienes previsto ir a su casa esta noche.

—Sí. -Suspiré-. Buen consejo. De todas formas, me figuro que poco servicio voy a hacer si me quedo por aquí.

—Tengo que irme a clase -dijo Nia, poniéndose de pie-. ¿Me tendrás al tanto?

FOREVER ∞ Supercorp G!P.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora