CAPÍTULO 17

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¡Joder!

Estaba tan descompuesta que no se me ocurría una palabra mejor para describir lo que acababa de pasar. Por un momento, barajé la idea de meterme en el coche de un salto y perseguir a Lena por la calle.

Me asaltaron a la cabeza varias imágenes de películas románticas: en todos los casos la relación incipiente casi se fastidia por una metedura de pata, pero, después de un elocuente gesto, la pareja siempre acaba de una u otra manera bajo la lluvia, besándose y reconciliándose mientras se declaran amor eterno mutuamente. Pero esto era la vida real y, en vista de que, para empezar, Lena descartaba la idea de una relación, dudaba que un elocuente y romántico gesto fuese la mejor manera de proceder. Como tampoco había ni una nube en el cielo.

Me quedé mirando los papeles que aún llevaba en la mano y me maldije por ser tan necia. ¿Cómo se me ocurrió plantearme que sería buena idea corregir su trabajo estando disgustada con ella?

Porque estabas borracha. -¡Idiota! -me regañé a mí misma, cerré la puerta y entré al apartamento-. ¡Pedazo de idiota!

Tenía que arreglar las cosas. Todo había sido un malentendido. Bajo ningún concepto le habría puesto un insuficiente a Lena de haber estado sobria. Por mucho que me sacaran de quicio sus interrupciones durante mis clases, ella siempre aportaba comentarios bien meditados y perspicaces. Estaba claro que le había puesto mucho empeño al trabajo y yo lo había echado por tierra con mis observaciones con tinta roja.

Al echar un vistazo a mis anotaciones en los márgenes me avergoncé. Me planteé si Lena se las habría apañado para leerlas todas. Esperaba que no.

Si al menos no lo hubiera descubierto ese día, todo habría salido bien. Yo habría visto el trabajo y lo habría repasado para ponerle la nota que merecía. Lena jamás se habría enterado y todo habría ido bien. Mejor que bien. No concebía que hubiera pasado eso, justo cuando empezábamos a progresar, y después de compartir con ella un día tan maravilloso. En ese preciso instante probablemente estaríamos en el sofá, esperando la entrega de nuestra comida a domicilio. Tal vez me habría dejado que la besara otra vez con esa ternura sin pretensiones de sexo.

Dios, ya la echo de menos.

Tenía que hablar con ella. Con el corazón en un puño, marqué su número, pero saltó el buzón de voz. Era demasiado cobarde como para dejar un mensaje. Me froté con la mano el pecho para aliviar mi pesadumbre y respiré hondo.

Arregla esto.

Pero ¿cómo? Los gestos románticos estaban descartados. Ni las rosas, ni los bombones ni los poemas surtirían efecto ante la firmeza y tozudez de Lena, que no parecía estar enamorada. Sería preciso encontrar la manera de que accediese a mantener una relación propiamente dicha conmigo, pero eso tendría que ser más adelante. Primero, necesitaba que me perdonase y, para ello, necesitaba revisar su trabajo.

Por suerte, como siempre pedía a mis alumnos que entregaran una copia digital de los trabajos, apenas tardé unos segundos en imprimir una nueva versión impoluta, sin mis garabatos fruto de la borrachera. Ojalá resultara tan fácil volver a empezar.

Pasé la siguiente hora absorta en sus palabras solo para confirmar lo que ya sabía: el trabajo era excelente y digno de sobresaliente, más bien de sobresaliente alto. No obstante, no podía presentarme como si tal cosa en la puerta de Lena, con el trabajo corregido en la mano y la pretensión de que me creyera. Ella pensaría que le había concedido la nota máxima con la mera intención de darnos otro revolcón o, peor aún, a modo de soborno para que guardase en secreto nuestro acuerdo. No, no bastaba simplemente con que le cambiase la nota. Necesitaba la opinión de alguien neutral, alguien con idéntica cualificación académica a la mía. Necesitaba a Nia.

FOREVER ∞ Supercorp G!P.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora